Colaborador Invitado

25 años de la Asociación Mexicana de Energía

El rol central de la generación eléctrica con gas natural como facilitador de la penetración de renovables y como acelerador de la transición energética en México.

La ‘transición energética’ es uno de los retos transformacionales más relevantes a nivel global, con la mirada puesta en una ambición a largo plazo denominada ‘Net Zero’ en 2050. El debate ha sido intenso y creciente estos últimos 20 años, no sólo en ámbitos científicos sino en cualquier ámbito económico, empresarial, político y social, permeando a todos los niveles en nuestras sociedades. El plan para lograr ese objetivo se ha articulado a través de lo que podríamos denominar un plan con ‘receta única’: el despliegue masivo de energías renovables llevará a la humanidad y sus economías a ese Net Zero.

Los resultados del plan han sido extraordinarios en varios ámbitos: en innovación, desarrollo de capital humano, progreso económico, así como en un despliegue inversor sin precedentes focalizado en tecnologías eólica y solar, principalmente. Las renovables han crecido en algunas geografías hasta alcanzar una cuota de mercado entre un 10 y 20 por ciento de la generación, gracias a aspectos clave como su competitividad en costes de generación, la relativa sencillez en cuanto al despliegue de esa inversión, y sin duda alguna, gracias a los necesarios apoyos públicos y regulatorios que todo despliegue de nueva tecnología necesita, combinado, además, con un escenario de bajos tipos de interés durante dos décadas que han facilitado su financiación.

No obstante, después de casi tres décadas de esta ‘receta única’, los resultados son claramente insuficientes para alcanzar esos objetivos en 2050. Lo dicen todos los expertos, incluyendo organismos como las Naciones Unidas a través de sus más recientes comunicados de las sucesivas COP, y en particular, la última edición del 2023, donde el gas natural y el nuclear vuelven a estar en la agenda ‘de los buenos’. Está emergiendo un necesario ejercicio de realismo en la ambición Net Zero y un análisis más riguroso de las ambitions versus realities.

Y es que, en realidad, el mix de energía primaria a nivel global apenas ha cambiado en tres décadas: los hidrocarburos representaban el 86 por ciento de la energía primaria en 1997, y hoy aún, el 82 por ciento. Y mientras, el consumo energético ha crecido un +55 por ciento en el mismo período, poniendo en cuestión las ambiciones de la eficiencia energética y con el reto de crecimiento de demanda a futuro de lo que llamamos ya el ‘Global South’. Con la aplicación de la ‘receta única’, el despliegue de renovables a nivel global sí ha sido exponencial, pero también cada año hay más generación a carbón, más a fuel oil, más demanda de petróleo… Como lo dice Jason Bordoff, del Center on Global Energy Policy de Columbia University y gurú global de la transición energética, parece que estamos en un momento de energy additions y no de energy transition.

Finalmente, ciertos acontecimientos económicos, financieros y geopolíticos recientes que todos conocemos han vuelto a poner en el centro de cualquier discusión al famoso ‘Trilema Energético’, que nuestra ‘receta única’ nos había hecho olvidar. Hoy ya no se puede hablar de energía ni hacer política energética, estrategia empresarial en el sector, o política exterior y de seguridad, sin pensar en sus tres ángulos: sostenibilidad y descarbonización son aspectos rotundamente claves, pero también la seguridad de suministro energético, y por encima de todo, en primer lugar, el coste de la energía para familias, comercios e industrias. Si no encajan estos tres ángulos, la transición energética no podrá ser justa socialmente y, por tanto, inasumible políticamente, y por encima de todo no atraerá la suficiente inversión y financiación.

Parece que estamos, por tanto, al inicio de una nueva etapa de esta transición energética, con más realismo y menos recetas mágicas. Esta nueva etapa será más compleja, con diferentes velocidades y prioridades en diferentes partes del mundo, multitecnología, multicombustible, con mucha innovación, con la inteligencia artificial como articulador de nuevos modelos de negocio, pero siempre con el ‘Trilema Energético’ con mayúsculas y en el centro, asegurando una descarbonización socialmente justa y eficiente económicamente, y facilitando el necesario despliegue inversor.

¿Y cómo le ha ido a México en estos años? Desde la Asociación Mexicana de Energía creemos que nuestro país es una historia de éxito en cuanto a su transición energética, y un ejemplo que otras economías deberían replicar. Desde el punto de vista de sostenibilidad, los datos son contundentes:

-En 2013, el peso de la generación eléctrica con gas natural en el mix de generación era del 49 por ciento; el carbón, un 30 por ciento, y el de las renovables prácticamente inexistente.

-Solo 10 años después (en 2022), la generación eléctrica a gas natural ha crecido hasta el 58 por ciento (+10 puntos), las renovables ya pesan un 12 por ciento (+12 por ciento), desplazando entre las dos al carbón y derivados del petróleo, que se han reducido al 11 por ciento (-19 por ciento).

-Como consecuencia, la intensidad de emisiones del conjunto del sector eléctrico mexicano se ha reducido entre 2016 y el 2021 un -41.8 por ciento, hasta un nivel de 300 gCo2/kWh. Como referencia, la media de reducción en los países del G20 durante el mismo periodo ha sido solo del -8.1 por ciento, hasta un nivel de 445 gCo2/kWh, bien por encima de nuestro país.

Esto es lo que se llama ‘acelerar la transición energética’, con una receta imbatible: más generación a gas natural, que desplaza a fuentes más contaminantes como el carbón y facilita el despliegue de renovables, por definición intermitentes. En resumen: con más gas natural habrá más renovables, habrá menos emisiones, y se acelera la transición energética.

Las bases de este éxito de México se asientan en varios factores:

-Se ha invertido estos 20 años en el desarrollo de una moderna infraestructura de transporte de gas que permite el acceso de México a las cuencas del gas natural más barato del mundo, en el sur de Estados Unidos, así como a la producción doméstica en varias zonas del país, para la generación de electricidad, en beneficio de familias, comercios e industrias mexicanas.

-Una demanda eléctrica que crece estructuralmente desde hace más de 20 años por encima del PIB, gracias al dinamismo industrial del país desde los 90 y a la electrificación de la economía mexicana. El ya famoso nearshoring, cuyos efectos están iniciando, detonará aún más una expansión de la demanda esta década. El gas natural ha sido y seguirá siendo central en asegurar ese dinamismo industrial.

-La consolidación de una moderna industria eléctrica, a través de un excelente modelo de colaboración público-privada entre CFE y el sector privado que ha permitido un enorme despliegue inversor en plantas de generación a gas natural en beneficio de México, que cuenta así con energía competitiva y baja en carbono.

-Un tejido de talento humano en el sector tanto o más preparado que el de cualquier otro país moderno, y con unos centros de formación que aseguran su crecimiento y formación.

-Una arquitectura regulatoria que, aun teniendo recorrido de mejora para seguir adaptándose a los retos de la transición energética a futuro, es sólida, moderna y ha sido el motor del desarrollo del sector desde inicios de este siglo.

Desde la AME, creemos que el gas natural y la generación eléctrica a gas natural son parte de la solución, parte de la receta para esta nueva etapa multidimensional de la transición energética. México es uno de los mejores ejemplos en el mundo para ilustrar el impacto positivo del gas natural en la aceleración de la transición energética.

Nuestro país ha generado con el gas natural un círculo virtuoso de progreso económico, competitividad industrial, y seguridad energética, que, combinado con nuestro potencial inagotable de recurso renovable, en particular solar y eólico, único en el mundo y aún poco desarrollado, hace que sea un modelo imbatible a futuro.

Solo queda acelerarlo aún más para seguir avanzando con decisión en ese reto de la transición energética. La AME, y todos sus miembros en conjunto, está a disposición para esa conversación de futuro con la nueva administración mexicana.

El autor es consejero de la Asociación Mexicana de Energía (AME) y director general ejecutivo de Valia Energía.


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