Colaborador Invitado

En competencia, México debe evitar los errores cometidos por Estados Unidos

La Autoridad Investigadora de la Cofece ha llevado a cabo una investigación sobre el “mercado de comercio electrónico”, que permite a la dependencia realizar evaluaciones de mercado e imponer medidas correctivas para eliminar barreras a la competencia.

Como señaló sabiamente el expresidente mexicano Benito Juárez: “No deshonra a un hombre equivocarse. Lo que deshonra es la perseverancia en el error”.

En lo que respecta a la política de competencia, la Autoridad Investigadora (AI) de la Comisión Federal de Competencia (Cofece) de México debería aprender de los errores de los Estados Unidos. Con el mayor respeto a su admirable misión, la Cofece está siguiendo teorías inconsistentes que malinterpretan el panorama competitivo, que castigan a aquellas empresas que premian la lealtad de sus clientes, y que eligen ganadores y perdedores en el mercado. Si este enfoque prevalece, los consumidores mexicanos se quedarán con la factura precisamente en un momento inoportuno para la economía mexicana, en la que los índices inflacionarios preocupan a las autoridades mexicanas y en el que el Fondo Monetario Internacional ha reducido el pronóstico de crecimiento económico de México para 2024.

La AI de la Cofece ha llevado a cabo una investigación sobre el “mercado de comercio electrónico”, de conformidad con el artículo 94 de la Ley Federal de Competencia, que permite a la dependencia realizar evaluaciones de mercado e imponer medidas correctivas para eliminar barreras a la competencia. En un informe reciente, la AI encontró que dos empresas, Amazon México y Mercado Libre, en conjunto, tenían una alta participación en este mercado. El informe también identificó varias “barreras de entrada”, incluido el uso de servicios de programas de lealtad que no están relacionados con las transacciones de comercio electrónico, como el streaming, por ejemplo, de Prime Video de Amazon.

Desafortunadamente, el informe de la Cofece se basa en varias fallas analíticas que, en el pasado, eran comunes dentro de las agencias de competencia de los Estados Unidos. En primer lugar, está el problema de la definición del mercado. La investigación trata a estas dos empresas como si fueran una sola empresa que no compiten entre sí. Además, describe el mercado de manera limitada. En términos de competencia, no existe tal cosa como “mercado de comercio electrónico”: los consumidores compran bienes y servicios en línea y de forma presencial. Comparan precios y opciones, buscan ofertas y, a menudo, prefieren ver y probar un producto antes de comprarlo. Al omitir las tiendas físicas en su análisis de mercado, la investigación pasa por alto el 88% de las compras minoristas realizadas en tiendas físicas, un error fundamental que exagera drásticamente la participación en el mercado de unas pocas empresas. Además, el análisis del informe excluye a nuevos participantes en el mercado, predominantemente asiáticos, que están ganando una importante participación en el mercado. Tal es el caso de Shein y Temu, quienes representan más de un tercio de las aplicaciones de compras descargadas en México el año pasado.

En segundo lugar, la AI de la Cofece trata a los programas de lealtad como un problema de competencia, cuando en realidad dichos programas suelen ayudar a los consumidores. Por ejemplo, un restaurante puede ofrecer a los clientes habituales un postre “gratis” cada cuatro comidas. Es cierto que estos programas pueden dificultar que otros competidores capten la clientela de las empresas que ofrecen estos programas. Pero desde el punto de vista de los consumidores –quienes también deberían ser el punto focal de la agencia de competencia–, estos programas ofrecen más opciones y mejores precios. Al condenar tales programas, el informe esencialmente desalienta a las empresas a tratar de innovar y diversificar su oferta de forma que brinden más y mejores beneficios y opciones a sus clientes.

En tercer lugar, la recomendación propuesta equivaldría a tratar a dos empresas de manera diferente que sus competidores y otras empresas de la economía. Por ejemplo, muchas empresas utilizan programas de membresía y lealtad para ganar y retener clientes, sin embargo, el resultado de la investigación propone restringir el uso de tales herramientas solo a las dos empresas analizadas. Al someter a estas empresas a normas especiales y onerosas, se podría negar a los consumidores como consecuencia, el acceso a determinados productos. Una política de competencia sólida debe promover los intereses de los consumidores y tratar a todos los competidores por igual.

Las agencias de competencia de los Estados Unidos han aprendido estas lecciones de la manera más difícil. Hasta la década de 1980, Estados Unidos buscaba restringir la capacidad de las grandes empresas para competir, bajar los precios y agrupar bienes y servicios. Bajo esta política pública, las agencias de competencia de los Estados Unidos eligieron efectivamente ganadores y perdedores en el mercado, a menudo bajo presión política y, por lo general, en detrimento de los consumidores, la innovación y el crecimiento.

Sin embargo, en décadas más recientes (y hasta hace muy poco), surgió un consenso bipartidista de que el derecho de la competencia debe promover el bienestar del consumidor en términos de precio, calidad y otros factores competitivos, en lugar de proteger a los competidores individuales. Dicha política se basa en utilizar las fuerzas competitivas para vigilar el mercado, evitar elegir ganadores y perdedores, y actuar solo para garantizar que el proceso competitivo beneficie a los consumidores, a través de métricas objetivas como precios bajos, alta producción, productos de calidad e innovación de nuevos productos.

Es muy probable que cualquier norma que incorpore múltiples objetivos, como tratar de ayudar a los competidores individuales, conduzca a precios más altos y a una economía menos dinámica e innovadora, porque el gobierno tendría el mandato de perseguir numerosos objetivos, a menudo contradictorios, en detrimento de los intereses difusos de los consumidores. Resultando en un sistema regulatorio que elige ganadores y perdedores, castiga la inversión y la innovación, y desalienta a las empresas a bajar los precios.

A los Estados Unidos le tomó muchos años aprender estas lecciones, y como prueba de que las malas ideas nunca mueren realmente, algunos políticos estadounidenses desafortunadamente están tratando de volver a los errores del pasado. México puede y debe elegir un camino diferente: uno que priorice el crecimiento, la innovación y el consumidor. Finalmente, esa es la misión de la Cofece.

Senior Vicepresident, International Regulatory Affairs and Antitrust, Center for Global Regulatory Cooperation, U.S. Chamber of Commerce.

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