Durante mi tiempo en la universidad, era común que los profesores de economía, así como aquellos interesados en el crecimiento económico, mencionaran a Corea del Sur en las discusiones. Eran frecuentes comentarios como “México y Corea del Sur vivían condiciones similares en los años 50 y mira, ahora son una potencia”, “¿se imaginan lo que podríamos lograr al seguir su ejemplo?”. Cierto, Corea del Sur se ha convertido en una potencia económica y tecnológica, son un referente de cómo superar escenarios desastrosos. Sin embargo, el eco de aquellos comentarios se ha perdido. Ahora tenemos claro que el crecimiento no implica desarrollo. Hay un aspecto esencial que a menudo se pasa por alto: la felicidad en la sociedad.
En México somos conocidos por nuestra alegría y optimismo, por nuestro sentido festivo de la vida y fuertes lazos familiares y comunitarios. El World Happiness Report 2024 coloca a México en el puesto 25 de 143. En contraste, Corea del Sur está en el puesto 52 en términos de felicidad. El reporte mide tres variables: la evaluación de la vida, las emociones positivas y las negativas. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿qué factores influyen en esta diferencia de felicidad?
Aunque la riqueza económica es algo admirable, cuando no va acompañada de una relación emocionalmente sana con ella, el panorama se vuelve menos atractivo. Un ambiente tóxico en las relaciones laborales ha llevado a Corea del Sur a las tasas de suicidio más altas del mundo, y la más alta entre los países desarrollados, datos que seguramente llamarían la atención de Durkheim.
El dinero es una herramienta para alcanzar nuestras metas, no la meta en sí. La educación financiera produce bienestar en todas las áreas de vida, nos hace más libres y dueños de nuestros recursos. Así lo hemos estudiado en la COPARMEX CDMX, donde dirigí la publicación del primer libro de referencia sobre la inclusión financiera en México. Gracias a esta investigación, confirmamos que cuando tenemos una relación emocionalmente sana con el dinero es que éste nos produce beneficios. Busquemos que nuestro país se enriquezca, siempre cuidando que la riqueza sirva a la población, y no al revés.
Es necesario considerar qué es lo que realmente queremos para nuestra sociedad, porque, como decía don Lorenzo Servitje, “la empresa no es solo un negocio, es un proyecto de vida”. Los empresarios siempre hemos jugado un papel crucial en el país, hoy tenemos la oportunidad de liderar y acompañar estas transformaciones. Es indispensable poner a las personas en el centro de todas nuestras decisiones y estrategias, e impulsar la visión moderna de un futuro sostenible, donde las empresas y el gobierno trabajen cordial y productivamente.
Creo firmemente que es mediante la representación de los agentes empresariales que éstos pueden proponer e incidir en favor de la sociedad. Organizaciones como la COPARMEX se fundaron con el objetivo de estudiar los procesos sociales para encontrar la manera de armonizar las relaciones laborales y encaminarlas hacia el mejoramiento de las condiciones de vida de todos. Frente a las extraordinarias perspectivas que se ciernen sobre México, es momento de enarbolar los principios del empresariado mexicano que durante décadas han iluminado el crecimiento económico de nuestro país. Reflexionemos sobre las lecciones del modelo económico asiático, construyamos uno acorde con nuestros valores y esperanzas, donde la felicidad sea la meta y avancemos juntos, sin dejar a nadie atrás.