Economista en Jefe GBM.
Entender la importancia y el rol que han jugado los acontecimientos históricos, como las guerras mundiales o movimientos sociales, es necesario para poder procesar y estimar el valor del dólar estadounidense como la moneda de reserva por excelencia a nivel mundial.
Para ello debemos recordar a sus antecesores y sus respectivos contextos: el oro y la libra esterlina. Ésta última, a finales del siglo XIX, mantenía el mayor poderío y de facto era la principal moneda de reserva mundial. En aquel momento, Londres era el centro financiero del mundo, al ser el primer punto en cosechar todos los beneficios que dejaba la revolución industrial. Con esto se incentivaba a que los bancos centrales mantuvieran grandes cantidades de reservas en libras que, de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en 1860 el mercado británico se llevaba más del 30 por ciento de las exportaciones de todos los países.
Por otro lado, el oro era de suma importancia. Las principales monedas del mundo estaban relacionadas con éste y eran convertibles al metal precioso, de hecho, cualquier movimiento en las reservas de oro de algún país influía directamente en su actividad económica.
Éste era el escenario financiero y cambiario a escala global. Sin embargo, después de las guerras mundiales el dólar estadounidense se establecería como la principal moneda de reserva del mundo debido a que Estados Unidos era el principal proveedor de armas para los Aliados y la mayoría pagaba en oro, lo que hizo que el país se convirtiera en el propietario de cerca del 70 por ciento de las reservas de oro mundial para 1947.
En este momento se hizo necesario que los países se pusieran de acuerdo sobre la existencia de una arquitectura económica y de regulación global. Fue entonces cuando se llevó a cabo la firma de los Acuerdos de Bretton Woods (que entre otras cosas, dieron pie a la creación del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), donde 44 países aliados se pusieron de acuerdo para crear un tipo de cambio fijo. Esta decisión resaltó que, debido al control de la moneda estadounidense sobre las reservas de oro mundiales, las monedas de los países participantes se fijarían al dólar.
Por esto, en los setenta, el oro estadounidense dejó de ser suficiente para cubrir la necesidad de dólares que circulaban. Esto ocasionó que Richard Nixon, presidente de Estados Unidos de 1969 a 1974, devaluara el dólar en relación con el oro y declarara una suspensión temporal de la convertibilidad de la moneda en oro.
A partir de 1973 comienza la era actual del dinero, en la que los países eligen qué hacer con sus monedas, participar en bloques monetarios o vincularlas a otras. Sin embargo, el control y dominio del dólar como moneda de reserva por excelencia ha prevalecido.
Es interesante un dato que el mismo Fondo Monetario Internacional resalta sobre el presente y el futuro de la composición monetaria de las reservas mundiales. En su documento “The Stealth Erosion of Dollar Dominance: Active Diversifiers and the Rise of Nontraditional Reserve Currencies”, señala un aumento en la proporción de reservas no tradicionales como el dólar australiano, el dólar canadiense, el renminbi chino, el won coreano, el dólar de Singapur y la corona sueca.
Según datos recopilados por GBM, cerca del 50 por ciento del PIB mundial se produce en países que vinculan sus monedas al dólar, sin contar a Estados Unidos. En cambio, la proporción del PIB mundial anclado al euro suma el 5 por ciento.
La información de la Reserva Federal estadounidense señala que en el período de 20 años comprendido entre 1999 y 2019, el dólar representó el 96 por ciento de toda la facturación comercial en el continente americano, el 74 por ciento en la región de Asia-Pacífico y el 79 por ciento en el resto del mundo. El único continente donde no dominó por completo fue en Europa por el euro, aun así, se quedó con cerca del 20 por ciento.
Es innegable el poderío del dólar estadounidense. El billete verde sigue siendo la moneda más utilizada en el mundo y su evidente influencia en el comercio mundial ha llevado a países como Ecuador o El Salvador a adoptarla, en un intento por estabilizar sus economías locales y fomentar el crecimiento.