Colaborador Invitado

Cumplir con nuestras promesas

La importancia que tiene para la reputación de una administración el cumplimiento de sus obligaciones es cada vez mayor.

Durante su guerra de independencia, Estados Unidos se vio obligado a contraer onerosas deudas, lo que provocó, al finalizar el conflicto, una importante discusión en el recién formado gobierno. Algunos repudiaban que el Estado retribuyera a sus acreedores, discriminando entre aquellos que habían adquirido bonos directamente de los estados al precio oficial, de quienes los habían comprado a los tenedores originales a un precio menor; otros argumentaban que solo liquidando la totalidad de los créditos se podía cultivar el prestigio financiero de la nación. De esta visión fue Alexander Hamilton, primer secretario del Tesoro, quien veía en el cumplimiento de los compromisos un paso de fe hacia la verdadera independencia americana.

Durante una cena organizada por el recién electo secretario de Estado, Thomas Jefferson, el representante del Congreso y abogado del partido que buscaba discriminar el pago, James Madison, acordó con Hamilton no oponerse a la asunción y redención de los compromisos. A cambio, los estados de Maryland y Virginia albergarían la residencia oficial del gobierno nacional, promoviendo la creación del distrito de Columbia para establecer la capital.

El Primer Reporte sobre el Crédito Público de 1790, distribuido por Hamilton entre oficiales del gobierno luego de aquella cena, defendió y encumbró la política de restitución de las obligaciones financieras, argumentando cómo estas constituían el prestigio y fundamentaban la confianza del país al que aspiraban.

Al final, el historial crediticio de la naciente nación le permitió, entre otras cosas, financiar la adquisición de la Luisiana Francesa, pero, sobre todo, sentó las bases de la reputación estatal frente al mundo. Esta es la importancia de las finanzas en la economía, sea de las naciones, de las familias o de los individuos. La relación que mantenemos con nuestro dinero no es una mera obviedad transaccional, por el contrario, la componen elementos emocionales a lo largo de la vida.

Mantener una promesa es tan importante como cumplir una obligación crediticia, ambas describen nuestro carácter, definen nuestro futuro y sus repercusiones se escuchan más que nuestra propia voz. Lo tenía claro Hamilton cuando declaró que las deudas adquiridas durante la guerra fueron el precio de la libertad. La relación de las finanzas con los sueños de las personas las vuelve un tema de prosperidad emocional.

La importancia que tiene para la reputación de una administración el cumplimiento de sus obligaciones es cada vez mayor. Hoy, México atraviesa una reestructuración de su posición global a la vez que enfrenta acelerados procesos internos, la interlocución entre el gobierno y todos los integrantes de la sociedad es de una prioridad singular toda vez que sectores históricamente organizados, como lo es el empresariado mexicano, están en la posición de timonear una nueva fase de desarrollo económico y social. Para ello, requerimos del cumplimiento de las promesas más elementales: el mantenimiento del Estado de derecho, como credencial y garantía de la reputación y prestigio estatal. El empresariado capitalino es garante de los derechos por los que históricamente ha luchado, y hoy busca, en unidad interna y mediante el diálogo público, asumir su responsabilidad con los sueños y proyectos de todos porque, si acaso la voz de la humanidad –escribía Alexander Hamilton– habla más fuerte por algunos que por otros, la voz de la legislación, no menos que la de la justicia, aboga en favor de todos.

El autor es presidente de Coparmex CDMX.

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