Mucho se está hablando sobre la oportunidad del nearshoring o la relocalización para impulsar la inversión y el crecimiento económico de nuestro país. Efectivamente, el alejamiento entre Estados Unidos y China, producto de una profunda realineación geopolítica global, refleja cambios significativos en las relaciones de poder entre los países. Es una transformación que se ha venido dando por factores económicos, políticos, de conflictos regionales y de avances tecnológicos, entre otros. Las empresas son proactivas para tomar medidas que mitiguen sus riesgos, buscan reducir su dependencia de proveedores chinos y diversificar sus estrategias de abastecimiento, producción y ventas, y ello estimula la generación de mercados regionales, fortaleciendo la integración de Norteamérica.
En México, en el entorno de cambio político que estamos viviendo y a punto de iniciar un nuevo sexenio, surgen propuestas de todos los sectores, grupos sociales, académicos y analistas en general sobre la estrategia que debe seguirse para impulsar un país más justo y equitativo, con mayor bienestar y justicia para todos.
La relocalización aparece con frecuencia en las propuestas, la importancia de aprovechar el momento y crear las condiciones necesarias para maximizar su impacto (fortalecer el Estado de derecho, ampliar y mejorar la infraestructura, acceso suficiente a energías limpias, etcétera). Y está muy bien hacerlo, pero no es el único tema derivado de las transformaciones globales que debemos aprovechar en una estrategia integral de desarrollo. Podríamos no solo atraer más inversiones, sino también mejores inversiones.
El Foro Económico Mundial, en su Reporte Sobre Riesgos Globales 2024, identifica a cuatro fuerzas estructurales que impactarán la evolución económica y social del mundo en la próxima década: 1) la trayectoria del calentamiento global y sus consecuencias relacionadas (cambio climático), 2) los cambios en el tamaño, crecimiento y estructura de las poblaciones de todo el mundo (flujos migratorios), 3) el avance y rutas de las fronteras tecnológicas (aceleración tecnológica), y 4) la evolución y la concentración de fuentes de poder geopolítico.
La relocalización de inversiones se deriva principalmente del cambio geopolítico, pero es necesario considerar otros elementos para maximizar los beneficios de esta transformación, para fortalecer las inversiones en México tanto en cantidad como en calidad.
Recientemente, BlackRock, uno de los administradores de activos más importantes del mundo, publicó su análisis de las transformaciones globales desde la perspectiva del inversionista (2024 Midyear Global Outlook. Waves of Transformation). Reconoce que el mundo está pasando por un cambio equiparable a la Revolución Industrial, gracias a un posible aumento de la inversión en inteligencia artificial, la transición hacia una economía baja en carbono y la reconfiguración de las cadenas de suministro globales. Ello se da en un contexto económico inusual pospandemia, con inflación persistente, tasas elevadas de interés, un crecimiento económico tendencial más débil y una elevada deuda pública en muchos países. Antes de la pandemia, la baja inflación permitía a los bancos centrales reducir las tasas de interés y hacer enormes compras de activos para generar liquidez e impulsar la economía.
Ello promovió las inversiones financieras y ganancias en bonos y acciones, pero en este nuevo entorno la economía real importa más. BlackRock identifica que las oportunidades y la inversión se canalizarán más hacia infraestructura, sistemas energéticos, tecnología y el desarrollo de competencias en estas actividades.
En paralelo, algunos de los sectores clave en los que compiten China y Estados Unidos incluyen a la tecnología 5G, la inteligencia artificial y la ciberseguridad, con preocupaciones sobre el espionaje cibernético, la transferencia de tecnología y la seguridad nacional. En este contexto, fortalecer nuestra alianza con Estados Unidos en sectores estratégicos proporcionaría oportunidades económicas, políticas y de seguridad adicionales, que contribuirían al desarrollo y el fortalecimiento de nuestro país en un entorno global complejo.
No solo habrá más recursos en esos sectores, sino que la oportunidad para México está también en promover inversiones de mayor valor agregado y en modificar el perfil de nuestras exportaciones. México podría integrarse a cadenas de valor globales más sofisticadas, lo que proporcionaría acceso a mercados internacionales de mayor poder adquisitivo, promovería el desarrollo de empleos más especializados y calificados, y por lo mismo, mejor remunerados, y se fortalecería la balanza comercial al reducir la dependencia de importaciones en la integración de los productos. Ello permitiría al país dar un salto muy importante hacia adelante en la capacidad de generación de riqueza y también de influencia internacional.
La reciente propuesta del gobierno de Estados Unidos, en el marco del encuentro de la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas (APEP) en Washington, para financiar, junto con el BID, proyectos en la fabricación de semiconductores, es una prueba clara de esta oportunidad.
Cualquier diseño estratégico y de modelo de desarrollo para México debe contemplar estos factores globales, que presentan a México oportunidades y riesgos de cuya gestión dependerá en buena medida la presencia internacional del país en las próximas décadas y la maximización o pérdida de fuentes de recursos que impulsen un mayor desarrollo interno.
Fortalecer la posición de México en la geopolítica global y maximizar sus beneficios requiere de un enfoque multifacético y estratégico que combine diplomacia, cooperación regional, un diálogo cercano entre el sector público y el privado, y condiciones propicias para la inversión.
Al adoptar estrategias proactivas y visionarias, México puede elevar su perfil internacional y contribuir de manera significativa al desarrollo económico y social interno.
El autor es vicepresidente nacional de Coparmex, presidente del Consejo Consultivo Nacional del IMEF y socio director de AMCG.