Colaborador Invitado

El dilema del crecimiento y la conservación del capital

Una cartera de renta variable bien diversificada se revalorizará en las próximas décadas —quizá mucho— a pesar de las caídas ocasionales.

La verdadera conservación del capital se limita a invertir en activos cuasilíquidos que generan escasa rentabilidad; como las cuentas corrientes de los grandes bancos mexicanos, cuyos exiguos rendimientos no harán crecer su capital. [Fotografía. Shutterstock]

Fundador, presidente ejecutivo y codirector de inversiones de Fisher Investments

En el actual contexto de debilidad de la Bolsa Mexicana por las propuestas de reformas constitucionales desde mediados de mayo, y tras la reciente corrección de la renta variable internacional que sembró la inquietud en todo el planeta, es razonable buscar seguridad. Resulta tentador, pues, recurrir a estrategias que supuestamente ofrecen ganancias similares a las de la renta variable y, al mismo tiempo, conservan el capital.

Por desgracia, al igual que la paz mundial o las donas sin calorías, esas estrategias son una mera ilusión. No obstante, muchos afirman lo contrario y predican las bondades de los productos de baja calidad.

Para obtener buenos resultados a la hora de invertir, es necesario establecer objetivos racionales; dicho de otro modo, a corto plazo, no pueden coexistir el crecimiento y la conservación del capital. Ambos, en cambio, pueden conseguirse en el largo plazo, siempre y cuando el capital crezca. ¿Esta idea le resulta algo confusa? Se la explico en las próximas líneas.

Los temores por las reformas en México, el riesgo de escalada bélica, los tropiezos de Banxico y otros bancos centrales, la caótica campaña electoral en Estados Unidos y la inflación, entre otras cuestiones, no hacen sino aumentar. De ahí que el concepto conservación del capital evoque seguridad, por más que, en realidad, signifique erradicar la volatilidad. El error está en asociar volatilidad con negatividad, cuando tan volátil es un alza del 1% como una caída de la misma magnitud. Además, la volatilidad de las acciones suele subir con más frecuencia de la que baja.

Si tomamos como referencia el S&P 500 de Estados Unidos (en dólares), esquivar la volatilidad habría supuesto perderse el 63.1% de los meses y el 73.5% de los años en que el índice se ha revalorizado desde 1926. O el 60.4% y el 77.8% de los meses y años, respectivamente, de alzas de la Bolsa Mexicana (en pesos) desde 1987 —fecha a partir de la cual contamos con datos fiables—.


La verdadera conservación del capital se limita a invertir en activos cuasilíquidos que generan escasa rentabilidad; como las cuentas corrientes de los grandes bancos mexicanos, cuyos exiguos rendimientos no harán crecer su capital.

Por otra parte, hay que considerar la inflación. En el caso de México, desde 2003, promedia un 4.4% anual y un 21.4% desde 1970, ya que se vio alentada por la hiperinflación de los setenta y ochenta y la crisis del peso de 1994. La cifra de julio, del 5.6%, supera la media.

Mientras escribo esta columna, los rendimientos de los bonos mexicanos a 10 y 30 años son de 9.45% y 9.68%, respectivamente. No está mal si se mantienen las tendencias inflacionarias de los últimos 20 años, pero, si inmoviliza su dinero durante años, corre el riesgo de que la inflación consuma buena parte de sus ganancias.

A su vez, los bonos del Tesoro estadounidense a 10 y 30 años ofrecen unos intereses del 3.83% y el 4.12%, respectivamente, unas cifras que superan por poco la inflación media anualizada a largo plazo (del 3.5%), y su nivel interanual en julio (del 2.9%). Con todo, la deuda no está exenta de vaivenes y, como evidenció el desplome del mercado entre 2021 y 2022, hasta el crecimiento más modesto está sujeto a cierta inestabilidad.

Por lo tanto, los objetivos de conservación del capital y de crecimiento son incompatibles en una misma cartera, y el que diga lo contrario miente. Si busca obtener una rentabilidad similar a la de la renta variable, debe estar preparado para hacer frente a la volatilidad. Pero si no puede soportar la zozobra, deberá conformarse con menores rentabilidades o, lo que es lo mismo, revisar sus objetivos, así como sus tasas de ahorro y gasto.

La buena noticia es que un objetivo de crecimiento implica conservar el capital; eso sí, a largo plazo. Basta recordar que en los 79 periodos consecutivos de 20 años comprendidos entre 1925 y 2023, la bolsa de Estados Unidos nunca cerró en terreno negativo. Y lo mismo se aplica en México en los 17 periodos equivalentes desde 1987. En intervalos similares, la rentabilidad media de los parqués estadounidenses es del 806%. La oscilación es mayor en el caso de México, pero promedia una impresionante revalorización del 5,904% en pesos.

La historia no predice el futuro con precisión, pero nos enseña qué podemos esperar. Por lo tanto, con toda seguridad, una cartera de renta variable bien diversificada se revalorizará en las próximas décadas —quizá mucho— a pesar de las caídas ocasionales. Sin embargo, la naturaleza humana no cambia tan rápido como para aplacar la motivación de ganar dinero (si es que alguna vez lo hace a este respecto).

En definitiva, adopte una perspectiva a largo plazo y al final parecerá que ha conseguido el crecimiento de la cartera y la conservación del capital, aunque, en realidad, todo será fruto del crecimiento.

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