Lo peor que le puede pasar a un pueblo es perder la esperanza y la capacidad de soñar. El 2024 es un año emblemático para el estado de Chiapas. El 14 de septiembre de 1824, hace 200 años, se anexó a México. En mi opinión, la República debió vestirse de luces y celebrar en grande este trascendente hecho histórico. Lo menos, una moneda conmemorativa y declarar «Año de Chiapas». No se hizo. Se perdió la oportunidad de exaltar ese acontecimiento. El recordatorio se dio en un sencillo acto político en Palenque, con la presencia del presidente y de la presidenta electa. «Chiapas merece más».
Para las y los chiapanecos debe ser un momento de reflexión y reclamo justiciero. «Tierra rica con gente pobre». Región con abundantes recursos naturales y gran potencial convertida en la más pobre de la república mexicana. No es ficción, es una realidad nacional.
Los gobiernos federales de antes, de ahora y de siempre, responsables de la conducción política y económica del país, tienen una deuda enorme con Chiapas. Ha faltado apoyo efectivo y reciprocidad. Un nuevo modelo de desarrollo que modernice al estado y brinde oportunidades de beneficio social. La relación de intercambio ha sido injusta y extractiva a favor de la República. Cientos de chiapanecos en pobreza extrema deambulan por los caminos en busca de rumbo, oportunidades, esperanzas y destino.
Reconocemos el esfuerzo realizado por el actual gobierno para disminuir la desigualdad social. Sin embargo, los programas sociales y las inversiones del Tren Maya y Dos Bocas no han mitigado la pobreza extrema. El INEGI maneja cifras de un fuerte incremento en esta pobreza.
Chiapas forma parte del México olvidado de Rosario Castellanos, Juan Rulfo y Bruno Traven. Balún Canán, Los convidados de agosto, La rebelión de los colgados y Pedro Páramo nos muestran un mundo mágico, de otro tiempo, de otros siglos. No es un espejismo pasajero, es la cruda realidad.
«Los tiempos perdidos los santos los lloran». Los datos duros son reveladores, perturban los sentimientos y golpean la conciencia. Llegó la hora de celebrar nuestros 200 años de mexicanización exigiendo a la Federación empezar a pagar su deuda con acciones concretas y programas específicos. Un nuevo trato de reciprocidad política. Por supuesto, no más excusas por falta de recursos, cuando en otros estados se han destinado importantes cantidades de dinero para infraestructura carretera y sistemas de riego.
La construcción de la paz en Chiapas debe acompañarse de políticas públicas de desarrollo que generen ocupación e ingresos para la población. El potencial chiapaneco está a la vista; urgen programas y acciones concretas del gobierno federal, entre otras de seguridad y Estado de derecho, industrialización, modernos sistemas de riego, desarrollo turístico del norte de Chiapas, construcción de carreteras modernas, tren maya Tuxtla-San Cristóbal-Comitán-Trinitaria-Ciudad Cuauhtémoc y generación de energías limpias. Tenemos gas, agua y electricidad.
El tiempo es tan corto que no debemos perturbarlo con más sosiego. No podemos permitirnos otros 200 años con la manecilla del reloj parada. Ancla que no se mueve se hunde. Sentimientos encontrados nos invaden el alma. Chiapas es nuestra tierra, nuestro regazo, nuestra casa. Ahí están nuestros muertos, nuestros vivos; ahí está nuestra querencia. A Chiapas lo queremos profundamente, nos duele su pobreza y su falta de desarrollo.