Esta semana comenzó con el anuncio de los colegas que fueron acreedores al Premio Nobel de Economía de 2024. La Real Academia Sueca de las Ciencias otorgó el galardón más distinguido de la profesión a Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson. El anuncio, como cada año, condujo a su vez a una amplia discusión sobre los méritos de los galardonados, el ámbito de aplicación de su trabajo, los libros más emblemáticos de su obra y, por supuesto, las reflexiones de decenas de colegas que tuvieron el privilegio de ser partícipes de sus cátedras, su asesoría doctoral o, incluso, su coautoría en trabajos de investigación.
Entre las reflexiones sobre sus contribuciones a la economía, uno de los planteamientos más interesantes fue el que hizo Jason Furman, profesor de la Universidad de Harvard. Furman plantea que existen contribuciones teóricas y empíricas al estudio del crecimiento económico, destaca el carácter inveterado de los fundamentos teóricos para la comprensión de los fenómenos económicos y reconoce el valor que aportan las contribuciones que, desde el análisis empírico, ayudan a resolver las tareas que nos va dejando la teoría.
Para quien haya leído libros o artículos de divulgación científica, es habitual que sus autores vayan dejando preguntas sobre los textos para sus lectores. “La demostración de esta proposición se deja para el lector”, es quizás una de las frases más comunes que se hallan en estos textos, al grado que suele despertar bromas entre profesores y estudiantes. Al leer a Furman, pienso que son los economistas empíricos los que van retomando esas tareas que hereda la teoría y van labrando respuestas al incorporar el análisis de más disciplinas.
Como profesor de cursos de introducción a la macroeconomía, preparar la clase que da inicio al semestre siempre me quita el sueño. Cada que tengo el privilegio de impartir esa clase construyo una breve narrativa sobre la importancia de estudiar y comprender el crecimiento y los ciclos económicos. Quienes hayan pasado por mi salón de clases seguramente me recordarán dibujando una línea inclinada y una silueta que oscila en torno a ella. Trato, a veces con menos éxito del que imagino una noche antes, de ganar adeptos para la causa del análisis macroeconómico. Y desde esa trinchera es donde uno asimila la complejidad de combinar el análisis teórico y el empírico.
Como plantea Furman, al iniciar la clase sobre el modelo de crecimiento de Solow, no dejo de mostrar mi admiración por la vigencia de su capacidad para representar de forma relativamente simple uno de los fenómenos más complejos del análisis macroeconómico. Han sido prácticamente siete décadas desde su aparición y parece que lo estudiaremos otras cuantas más. ¿Por qué? Porque nos permite explicar de forma relativamente simple que los motores de crecimiento de una economía son la acumulación de capital, la contribución del trabajo y la tecnología. Pero justamente como sugerí previamente, nos deja pendiente responder cómo se detonan estos motores.
De hecho, como es habitual en estos cursos, el interés de los alumnos en la clase se potencia cuando el modelo de Solow nos arroja su pregunta más relevante. Si el crecimiento sostenido de largo plazo de una economía depende del cambio tecnológico, ¿qué factores contribuyen a dinamizar su potencial? Ahí es donde el trabajo de economistas como Acemoglu, Johnson y Robinson nos permite atraer la curiosidad de los nuevos reclutas en los salones de clases.
Al reflexionar sobre el trabajo de los galardonados, Furman afirma que “a diferencia de la teoría, el empirismo es como un edificio que se construye con el tiempo, en el que las capas superiores absorben a las inferiores, pero es gracias a su trabajo que el edificio será más alto y fuerte”. En mi primera década dedicada a la enseñanza de la macroeconomía no puedo más que militar en esta frase.
Acemoglu, en su Introducción al crecimiento económico moderno, uno de mis libros de cabecera para mis clases de macroeconomía, escribió lo siguiente en el prefacio: “el proceso de crecimiento económico y las fuentes de las diferencias en el desempeño económico entre las naciones son algunas de las áreas más interesantes, importantes y desafiantes de las ciencias sociales modernas”. Con una vida dedicada al análisis de las instituciones, sembró junto a sus dos colegas, uno de los pilares que nos permiten plantarle cara al desafío. Parafraseando a Furman, es ahí donde se colocaron los cimientos para un edificio económico mucho más alto y considerablemente más fuerte.
El autor es director de analítica de datos del Imco y profesor de macroeconomía del ITAM.