Colaborador Invitado

El reto del futuro es el presente, es hoy

Los últimos hechos lamentables de violencia registrados en Guerrero, Chiapas, Sinaloa y otros estados exhiben la debilidad y fragilidad estructural de la política de seguridad nacional.

El fantasma de la inseguridad amenaza la gobernanza, vulnera la estabilidad política, y desgasta y pone en duda la templanza de la autoridad. Los últimos hechos lamentables de violencia registrados en Guerrero, Chiapas, Sinaloa y otros estados exhiben la debilidad y fragilidad estructural de la política de seguridad nacional.

La gente siente miedo, zozobra e inseguridad. Las cifras de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, que publicó el INEGI en días pasados, son alarmantes. Este síndrome de descomposición política y social debería ser el tema neurálgico del debate nacional. Es de urgente resolución. Que las autoridades asuman su responsabilidad es una demanda popular.

El tiempo tiene prisa, ya nos alcanzó, es inexorable. La presidenta Sheinbaum tiene que restablecer, con un golpe de timón, el Estado de derecho, la credibilidad y la confianza de los mexicanos. Si no resolvemos este delicado asunto político pondremos en riesgo las oportunidades comerciales y económicas que nos brindan los nuevos tiempos.

El actual gobierno tiene la posibilidad de obtener éxito en esta tarea. La geopolítica es aliada preponderante en el designio nacional. El Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá catalizó las oportunidades de reactivar nuestra economía. Es justo reconocer esta acción visionaria de gobierno. Nuestra cercanía geográfica con los vecinos del norte se convierte en puerta de oportunidades. Abrámosla con inteligencia y determinación política.

Es momento de que este gobierno inicie una nueva etapa venturosa y aproveche también la coyuntura para voltear los ojos al México olvidado de la frontera sur y ponga en marcha una política pública que la convierta en una zona especial de desarrollo, garantizando seguridad y estableciendo estímulos a la inversión privada nacional e internacional.

En mi opinión, no debemos perder el tiempo en escaramuzas estériles. Son distractores inocuos y desgastantes. Debemos construir acuerdos políticos para lograr consensos democráticos que eviten conflictos mayores. La falta de diálogo conduce al despeñadero, recordemos a Díaz Ordaz. La apertura política fortalecería la figura presidencial ante la opinión pública nacional e internacional.

Son muchos los problemas y retos de nuestro país. La presidenta se está encontrando con sorpresas detrás de la puerta, pero debe priorizar su atención a la solución de los asuntos más delicados y urgentes: la inseguridad, la reforma judicial, la carencia de agua, la generación de energía eléctrica, la migración y la atención de la frontera sur, que se puede convertir en un problema mayor.

En esta región están dadas las condiciones para el conflicto. La bruma está a punto de desaparecer. La pobreza, la marginación, el racismo, la inseguridad y la discriminación podrían ser los agitadores de la insurgencia. Existen muchos intereses en juego que alentarían con máscara justiciera la confrontación.

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