¿Qué tienen en común el cambio climático, la rebaja de tipos de interés de Banxico y otros bancos centrales, los datos de empleo en Estados Unidos, la lucha antimonopolio contra los gigantes tecnológicos y el revuelo en torno a los aranceles? La respuesta es su escasa influencia en la evolución de la renta variable.
En efecto, las bolsas ni son miopes (es decir, no valoran solo los últimos eventos) ni tienen visión de futuro. En realidad, se centran en los acontecimientos de los próximos 3 a 30 meses y obvian, por tanto, la mayoría de los debates candentes y las conjeturas sobre el futuro lejano. Veamos cómo funciona.
Si bien el estupendo mecanismo de ajuste de precios del que dispone el mercado le permite combinar los datos, las previsiones y las opiniones en un precio orientado al futuro casi al instante, los indicadores económicos y los resultados empresariales reflejan el pasado. Es cierto que los valores oscilan en función de la comparación entre la realidad y las expectativas, pero solo de forma temporal, ya que las últimas noticias no tardan en incorporarse a las cotizaciones con más precisión de la que cualquiera podría calcular por sí mismo.
Analicemos, por ejemplo, el más que previsto recorte de tipos de la Reserva Federal del 18 de septiembre. Muchos analistas lo consideraron un factor superalcista, pero ese día la bolsa estadounidense bajó levemente y, desde entonces, ha avanzado un 4.1%, una cifra que solo supone una ligera prolongación de las ganancias anuales del 19.3% hasta la bajada de tipos. Por su parte, los recortes de Banxico, que comenzaron en marzo, no han evitado las pérdidas del 5.4% en la bolsa mexicana durante ese periodo. Los mercados ponderaron los rumores y descontaron esas previsibles decisiones, lo que permitió anular su efecto cuando finalmente se concretaron.
Además, las acciones no toman en cuenta ningún acontecimiento que vaya más allá de 30 meses. ¿Por qué? Porque el futuro lejano es impredecible. Recordemos el supuesto agotamiento del petróleo que tenía inquietos a muchos “expertos” a mediados de la primera década de este siglo. Es posible que haya sucedido en México, pero más por falta de inversión y tecnología que porque el precio del crudo haya tocado techo. En cambio, las novedosas técnicas del fracking y la perforación horizontal han disparado la producción de crudo de forma repentina en EU, que ahora está próxima a máximos internacionales sin precedentes y ha hecho olvidar la idea del agotamiento.
Ahora es la demanda de petróleo la que estaría próxima a su punto máximo: la Agencia Internacional de Energía estima que será en 2029; Goldman Sachs, en 2034; y Exxon, en 2050. Incluso la OPEP está de acuerdo.
Pero ¿cuál de estas afirmaciones es la correcta? Para los mercados, esta información es irrelevante porque la demanda no caerá en los próximos 3 a 30 meses. Su interés recae sobre la rentabilidad probable a medio plazo, el futuro solo cobra importancia cuando se acerca.
Por lo tanto, las tendencias demográficas y el cambio climático, de gran trascendencia social, acabarán afectando a las cotizaciones en algún momento. ¿En los próximos 3 a 30 meses? No, porque son eventos que tardan décadas en desarrollarse.
Lo mismo sucede con los litigios entre la administración y los gigantes tecnológicos. Sin ir más lejos, la sentencia contra las prácticas anticompetitivas de Google en EU ha tardado cuatro años en materializarse. Ahora ha llegado el momento de tramitar las apelaciones, un proceso que podría llevar una eternidad, y ocurrirá igual en el segundo juicio por la misma causa que se celebra en la actualidad.
Las previsiones a largo plazo se basan en la información actual, pero, antes de que esa realidad remota nos alcance, el mundo cambiará de formas inimaginables. Siempre ha sido así, y las bolsas lo saben.
¿Cuáles son nuestras perspectivas para los próximos 3 a 30 meses? Mientras los temores asociados a la supermayoría del partido de gobierno y la reforma judicial llevan todo el año lastrando la renta variable en México, en el resto del mundo, se ha recuperado con rapidez de la caída registrada este verano, lo que rebatió los temores ante una recesión internacional. En todo caso, las reformas judiciales de López Obrador son agua pasada y seguramente ya no pueden provocar sorpresas negativas.
Entre tanto, la inflación se ha moderado en todas partes –incluso en México–, el crecimiento del PIB mundial sigue superando las expectativas y la concesión de préstamos ha aumentado de forma generalizada en EU. De ahí que, salvo contratiempos imprevistos, en 2025 la renta variable debería seguir subiendo.
No se preocupe por lo que sucederá el mes que viene ni dentro de 20 años. En su lugar, ajuste su perspectiva, las bolsas lo hacen constantemente.