En los últimos 80 años ha habido grandes transformaciones. El cambio ha sido vertiginoso y de gran trascendencia. Hemos transitado de la etapa analógica al mundo digital. Otra forma de vida, otra dimensión humana.
Una amiga me envió un video, de autor desconocido, cuya narrativa me pareció interesante compartir porque describe de forma inteligente estos cambios tecnológicos.
«…pasamos de los teléfonos con operadora para llamadas de larga distancia hasta las videollamadas a cualquier parte del mundo; desde los slides hasta el YouTube, desde los discos de vinilo hasta la música online, desde las cartas escritas a mano al correo electrónico y el WhatsApp; de vivir los partidos en la radio a la TV en blanco y negro, a la TV HD; fuimos al videoclub y ahora miramos Netflix; conocimos las primeras computadoras, las tarjetas perforadas, los disquetes y ahora tenemos gigas y megas en la mano, en el celular o en el iPad… anduvimos en patines, triciclos, carritos inventados de gasolina y diésel y ahora andamos en híbridos o 100 por ciento eléctricos...»
La inteligencia artificial dará un nuevo vuelco tecnológico. Ya somos otros, ya no somos los de antes. «Cuando pensamos que teníamos todas las respuestas, nos han cambiado las preguntas».
Ha sido tan veloz el acontecer y el trajinar tecnológico que no hemos tenido tiempo para adaptarnos y, al mismo tiempo, conservar nuestros valores humanos. Al contrario, hemos desgastado la convivencia social y degradado las instituciones que conforman los estados nacionales.
Los seres humanos no hemos sabido construir vida, justicia, seguridad y oportunidades de desarrollo para todos. Frente a un desarrollo artificial, con el enriquecimiento de unos cuantos, hemos destruido el medio ambiente, convirtiéndonos en esclavos del egoísmo y la ambición. Los gobernantes no han estado a la altura de las circunstancias.
Guerras, migración, inseguridad, corrupción y ausencia de ley y de valores son los fantasmas que recorren el mundo. A galope veloz cabalgan sembrando miedo, temor, pobreza e incertidumbre.
El modelo de organización mundial está trastocado. Los sistemas democráticos, en entredicho. Una gran mayoría de seres humanos no ha encontrado apoyo y respaldo para solucionar sus problemas; existe irritación y coraje por este abandono. Hartazgo de la política clásica y de los políticos tradicionales.
Los partidos políticos, por su desprestigio, están siendo sustituidos por movimientos ideológicos radicales de izquierda y de derecha. Morena en México y MAGA, en Estados Unidos.
Ante este escenario, el pragmatismo se ha apoderado y ha sentado sus reales. La moral y los principios al cesto de la basura. El poder por el poder y el dinero por el dinero. La reciente elección de Trump en el país vecino del norte es una prueba real del nuevo acontecer político. A Trump lo acusaron de todo, indiciado de múltiples delitos, de algunos, declarado culpable y aun como convicto ganó y arrasó en el proceso electoral.
México no está al margen de esta realidad. Es producto de ella y está contaminado de este síndrome de descomposición política y social. Algo está pasando en el alma colectiva de la sociedad. Es evidente su rechazo a las y los políticos débiles y cortesanos, le atraen personajes duros y de fuerte y arbitraria personalidad sin importarle sus antecedentes. Quiere un cambio brusco y radical.
Los años por venir serán complicados, tiempos de nuevas formas de ejercer el poder y, sin duda, de conflicto y desencuentro con el gobierno de Trump. El aceite y el agua. Dos gobiernos diferentes y de ideologías opuestas: uno, populista, conservador y de extrema derecha; el otro, populista, nacionalista y de izquierda socialista. Se antoja una buena mezcla para un coctel molotov.