Entre 2021 y 2022, la inflación registró un aumento sustancial y sincronizado, tanto en economías avanzadas como en emergentes y en desarrollo, alcanzando niveles no observados en más de dos décadas (en 2022, una inflación promedio de 7.3 por ciento y 9.6 por ciento a/a, respectivamente). Este incremento fue resultado de una combinación de shocks de oferta, como la crisis en las cadenas de suministros y el drástico aumento en los precios de las materias primas provocado por la guerra en Ucrania, así como por shocks de demanda, impulsados por un fuerte repunte en el consumo tras la implementación de políticas fiscales y monetarias expansivas durante la pandemia.
Para frenar el incremento de los precios y el deterioro de las expectativas de inflación, la mayoría de los bancos centrales se vieron obligados a elevar sus tasas de interés a niveles históricos, lo cual tuvo resultados favorables. Desde el 1T-23, la inflación global ha mantenido una trayectoria descendente, lo que ha permitido una flexibilización gradual de la política monetaria en la mayoría de las economías durante 2024. Sin embargo, algunos bancos centrales han tenido que adoptar la dirección opuesta.
Tras el inicio de las subidas agresivas de tasas de interés por parte de los BC, la crisis inflacionaria se moderó en poco más de dos años. De 44 países con objetivos de inflación, 31 ya se encuentran dentro de su meta o por debajo de ella, en contraste, con solo tres que lo lograban a finales de 2022, según el FMI. Esta tendencia, junto con una desaceleración económica significativa en diversos países, abrió la puerta para que, en 2024, los bancos centrales comenzaran a recortar las tasas. Sin embargo, no todos los países han seguido este camino: ante la persistencia de los incrementos en los precios, Japón, Brasil y Rusia han optado por un enfoque más restrictivo, lo cual ha reconfigurado los diferenciales de tasas de interés a nivel mundial.
Desde mediados de 2023 (cuando las tasas alcanzaron su nivel promedio máximo) y noviembre de 2024, varios países han optado por flexibilizar su política monetaria. Entre las economías avanzadas, Canadá (-125 pb) lidera los recortes acumulados, seguida por la eurozona (-110 pb), EU (-75 pb) y Reino Unido (-50 pb). En contraste, Japón ha aumentado su tasa en +35 pb, destacándose dentro de este grupo de países al optar por endurecer su postura debido a la persistencia de presiones inflacionarias. Excluyendo a Japón, se espera que estos países continúen con los recortes de tasas de interés en 2025.
Un escenario similar se observa en las principales economías emergentes: Chile (-500 pb), Colombia (-350 pb), Perú (-275 pb), Brasil (-250 pb) y México (-100 pb) y Sudáfrica (-25 pb) han recortado sus tasas, pero Rusia ha seguido una estrategia opuesta al endurecer su PM, con un alza acumulada de +1,250 pb en dicho periodo. Además, aunque Brasil había iniciado su ciclo de recortes, en sus últimas dos decisiones de política monetaria incrementó su tasa, dado el fuerte dinamismo de su economía, y se prevé otro aumento para lo que resta del año. La tasa de interés de este país se ubica en 11.25 por ciento, superior en 100 pb a la de México de 10.25 por ciento, y se espera que el diferencial de tasas entre ambos países aumente a 175 pb a finales de 2024 y a 375 pb en 2025, lo cual podría implicar un redireccionamiento de capitales y, por ende, un debilitamiento del peso. Además, la tasa de interés de Rusia (21.00 por ciento) se sitúa en un nivel máximo histórico; mientras que, las tasas en Colombia o Sudáfrica podrían alcanzar niveles similares o superiores a los de México, si estos países retrasan sus recortes.
Con dicho cambio de postura de política monetaria, el peso mexicano podría enfrentar mayores presiones por una pérdida de atractivo de carry trade. Puntualmente, por temas de financiamiento y por competitividad. En primer lugar, por la parte de financiamiento, el encarecimiento del fondeo en yenes desalentará el carry trade, ya que se espera que el Banco de Japón incremente su tasa de interés en diciembre (+15 pb) y en 2025 (+30 pb), lo cual podría reducir de manera importante los flujos de capitales hacia México, afectando el desempeño del peso. Y, en segundo lugar, en cuanto al diferencial de tasas, México podría perder competitividad si los flujos de inversión se redirigen hacia otras economías emergentes con tasas más altas, principalmente Brasil.
La autora es Directora de Análisis Económico, Cambiario y Bursátil de Grupo Financiero Monex.