Hoy se anuncia la decisión de la última reunión de la Junta de Gobierno del Banco de México para 2024. Salvo sorpresa mayúscula, veremos un recorte a la tasa de referencia de 25 puntos base, con lo cual ésta concluirá el año en un nivel de 10 por ciento. Dicho nivel se mantiene en niveles históricamente altos y contribuye a mantener una tasa real ex ante aún por arriba del 6 por ciento, lo que sostiene la postura restrictiva que preserva el banco central para lograr que la inflación converja a su meta de 3 por ciento y las expectativas se mantengan ancladas.
Para cada una de las personas que integra la Junta, existen distintas consideraciones que deben tomar en cuenta, destacando cuatro. Primero, la persistencia que ha mostrado la inflación, particularmente en el componente de servicios, que contribuye a que la tasa anual del índice general esté por arriba del límite superior del intervalo de variabilidad. Segundo, el escenario evidente de desaceleración económica que vive la economía mexicana, alimentado por factores internos y externos. Tercero, la expectativa sobre el proceso de consolidación fiscal que ha creado presión sobre el financiamiento de la deuda pública y la calificación soberana. Cuarto, los riesgos macrofinancieros, particularmente los que se esperan para enero con la inauguración de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos.
Con respecto al tema inflacionario, el propio banco central ha tenido que revisar al alza sus estimaciones a medida que ha avanzado el año, destacando el ajuste de la inflación subyacente, a pesar de que ha mostrado una moderada tendencia a la baja en la segunda mitad del año. En la encuesta de especialistas del Banco de México del 15 de diciembre de 2023, el promedio de las expectativas de inflación para el cierre de 2024 era 4.02 por ciento, pero para su versión del 16 de diciembre de 2024, a unos días de que concluya el año, el promedio de las expectativas de analistas se elevó a 4.36 por ciento. La buena noticia está en que las expectativas correspondientes para la inflación subyacente pasaron de 4.04 por ciento, en la última encuesta de 2023, a 3.63 por ciento al cierre de 2024. De ahí que Banco de México haya sido vocal en alinear sus recortes a la tasa de referencia con la mejora observada en la inflación subyacente.
Otro tema para considerar es la marcada desaceleración que vive la economía mexicana. Las cifras de empleo, tanto formal como informal, aunado a los resultados mostrados por indicadores del mercado interno, como el consumo privado y la inversión, son consistentes en mostrar una ralentización de sus tasas de crecimiento, lo que ha provocado continuas revisiones a la baja para las expectativas del PIB para 2024 y 2025. Otros indicadores, como la tasa de subocupación, que ha crecido de forma continua desde mediados de este año, reflejan el impacto que ha tenido la desaceleración sobre el mercado laboral.
Quizás el hecho de que se trate de un periodo de cambio de gobierno federal eleva las alarmas con respecto a la magnitud de la desaceleración, por lo que el escenario de recesión moderada en 2025 no se descarta. En ese contexto destaca el papel que juegan las finanzas públicas, debido a los mecanismos de reasignación de gasto que impactan diferentes industrias y regiones. Este año, la continuidad de los programas de transferencias directas contribuirá a que el ingreso de los hogares no se deteriore drásticamente. Sin embargo, los recortes a proyectos de infraestructura en el sur del país contribuirán a que se registre una tasa de crecimiento más baja en esta región, a lo que habría que añadir el impacto que está teniendo la falta de pago a proveedores de Pemex en estados como Campeche, Veracruz, Tabasco y Tamaulipas.
Por otra parte, la conducción de la política fiscal el próximo año, en particular para reducir el déficit y disciplinar financieramente a Pemex y CFE con metas de superávit financiero, tendrá toda la atención de los inversionistas y las agencias calificadoras, por lo que el cumplimiento de la trayectoria de consolidación fiscal es clave para evitar presiones sobre el riesgo país que, a su vez, contribuye a incrementar los costos de financiamiento.
Finalmente, están los riesgos de carácter macrofinanciero, específicamente los que pueden materializarse en enero con la llegada de Trump al poder. Habrá enorme atención al comportamiento del tipo de cambio y las tasas, específicamente las de mayor duración. En ese escenario es altamente probable que la incertidumbre política que se cree a partir de las decisiones de Trump se manifieste en una marcada volatilidad de diferentes activos financieros.
Para las personas que forman parte de la Junta resulta indispensable balancear estos riesgos, aunque el margen para lograrlo satisfactoriamente es estrecho. Cada persona que la integra ha hecho su evaluación sobre estos y más factores, por lo cual seguramente veremos una votación dividida que no hará otra cosa que evidenciar la enorme incertidumbre que existe en el panorama para 2025. No obstante, será una decisión clave para ampliar la baraja de opciones para las políticas fiscal y monetaria tan pronto como el próximo 20 de enero.