Colaborador Invitado

Dilema del prisionero

Aunque parece inevitable que México responda con medidas de represalia si Trump le impone aranceles, hay elementos estructurales de ambas economías que sugieren que serían temporales, difíciles de implementar o empleados para negociar en otros frentes.

Uno de los problemas clásicos en teoría de juegos, rama de la economía, es el dilema del prisionero. Su objetivo consiste en mostrar de forma relativamente sencilla la disyuntiva que surge cuando, en ciertos entornos estratégicos, la búsqueda del bienestar individual de las personas involucradas en una situación que requiere cooperación puede conducir a resultados subóptimos si cada una actúa velando por el interés propio.

El modelo básico del dilema del prisionero, que suele representarse en un juego estático, esto es, en una situación que contempla una interacción de una sola vez entre las personas involucradas, es útil para introducir diferentes conceptos de teoría de juegos. Uno de los resultados más interesantes de este problema es que el equilibrio de Nash, es decir, la combinación de respuestas óptimas de cada persona al considerar que su contraparte actuará buscando su mayor bienestar, conduce a una situación en la que ambas personas se encuentran peor con respecto a un contexto en el que hubieran cooperado.

Este problema ha rondado en mis ideas en los últimos días a propósito de la inauguración de la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, específicamente por la política comercial que buscaría implementar con respecto a sus dos socios más importantes: México y Canadá. Aunque muchos esperaban que firmara la orden ejecutiva para imponer aranceles generalizados del 25 por ciento a las exportaciones que hacen ambos países a la economía de Estados Unidos, la amenaza se ha pospuesto por ahora al 1 de febrero.

Si la primera noción de incertidumbre que ronda nuestros días se relaciona con la posibilidad de que el presidente Trump imponga aranceles, la segunda dimensión de duda surge con la respuesta que debería dar México a tal anuncio. Ahí es donde parece inevitable que el gobierno de México, velando por el interés propio, no tenga mejor alternativa que anunciar medidas de represalia e imponer aranceles a las exportaciones que hace nuestra economía a Estados Unidos. En esa situación, ambos países, siendo cada uno el principal socio comercial del otro, iniciarían una guerra comercial que tendría consecuencias funestas para ambas economías.

No obstante, como ocurre en las lecciones de teoría de juegos, existen elementos que pueden favorecer un entorno cooperativo entre personas que acaban envueltas en un dilema del prisionero. Prácticamente todas las alternativas para escapar de la disyuntiva se relacionan con modelos dinámicos, es decir, en entornos en los que las personas involucradas suelen interactuar más de una vez. La repetición del juego ofrece alternativas a las personas involucradas para evaluar la cooperación como alternativa rentable, incluso desde un enfoque de búsqueda del mayor bienestar personal.

En torno a estas opciones giró una conversación que tuve recientemente en un chat con amigos donde discutíamos sobre estos escenarios. Aunque parece inevitable que México responda con medidas de represalia si Trump decide imponer aranceles a las exportaciones mexicanas hacia su país, hay elementos estructurales de ambas economías que sugieren que serían temporales, difíciles de implementar o empleados para negociar en otros frentes.

Escuchando al propio Trump, aún en el fervor de sus discursos de campaña frente a sus feligreses, que el propósito de la medida está enfocado en negociar temas relacionados con migración, seguridad nacional y tráfico de armas. También es cierto que la visión mercantilista del presidente estadounidense nos obliga a añadir su aversión a los déficits comerciales como otro factor a considerar.

Para nuestro país, el horizonte de cooperación dinámica debe prevalecer como una lección teórica y empírica. Las bondades de la integración económica de la región de Norteamérica, que surgió a partir del acuerdo comercial trilateral hace 30 años, son evidentes y prevalecerán más allá de los gobiernos electos en los tres países. La importancia de México y Canadá como economías que venden a Estados Unidos es crucial, pero también lo es su relevancia como compradores de los productos estadounidenses a nivel global en industrias estratégicas.

Quizás haya que resaltar la importancia de que nuestro país adopte una visión asertiva enfocada en el mediano y largo plazo, anclada en la prevalencia estructural de la integración comercial de la región. Como sugirió Luis de la Calle en un evento de BIVA esta semana, al que tuve el gusto de ser invitado, nuestro país debe ser ambicioso en las agendas que resultan estratégicas para Estados Unidos en su disputa hegemónica con China. Esa postura comienza por el sector energético, pero debe ser evidente en la discusión legislativa de las leyes secundarias que reglamentarán las reformas constitucionales recientes. Febrero será crucial para conocer la decisión de Trump, pero también para saber cómo se desenvolverá la mejor respuesta del lado mexicano.

Víctor Gómez Ayala

Víctor Gómez Ayala

Director de analítica de datos del IMCO y profesor de macroeconomía del ITAM

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