Colaborador Invitado

El IMSS no es una fábrica

La “estrategia 2-30-100”, que pretende abatir los tiempos de espera, repite la lógica de producción, pero ignora el límite estructural del modelo de atención médica.

En las giras de la presidenta Claudia Sheinbaum por el país, hay una queja que se repite con persistencia: “No hay citas, no hay especialistas, las cirugías tardan años”. Es una queja constante que no es nueva; tiene décadas, pero se ha agudizado en los últimos años.

Durante las últimas décadas, el IMSS ha intentado reducir sus tiempos de espera para cirugías, consultas de especialidad y estudios diagnósticos. Diferentes gobiernos priistas, panistas y morenistas han implementado programas para tratar de resolver esta problemática. Ejemplos sobran: “Iniciativa 1.1.1. para abatir el diferimiento quirúrgico” (2010), “6° y 7° día” (2012), “Estrategia para abatir el diferimiento en unidades médicas de segundo y tercer nivel” (2016), “Unidades médicas de tiempo completo” (2019), “Jornadas de recuperación de servicios” (2022), entre otras.

Todos estos programas o estrategias han tenido un impacto marginal: aumentan la producción, pero no resuelven el rezago sistémico. De acuerdo con las memorias estadísticas del IMSS del 2000 al 2023, la tasa de crecimiento promedio anual en los últimos 20 años de las consultas de medicina familiar ha sido de 1.88 por ciento, las consultas de especialidad son de 1.31 por ciento, y el de cirugías, de 1.36 por ciento. Esto se explica por un aumento moderado en la infraestructura institucional: los consultorios crecieron a una tasa promedio anual de 1.37 por ciento; los quirófanos, 1.23 por ciento, y las camas censables —esenciales para hospitalizar a los pacientes— apenas 1.14 por ciento.

Sin embargo, estos impactos marginales en los números de cirugías y consultas resultan en valores negativos cuando se analiza mediante una tasa por cada 1000 derechohabientes adscritos a una Unidad de Medicina Familiar. Durante el periodo 2000 al 2023, las consultas de medicina familiar disminuyeron 29.4 por ciento; las de especialidad, 24.8 por ciento y las cirugías, 25.3 por ciento. La infraestructura creció, pero el sistema no logró mantener el ritmo frente a la demanda. Se opera más, sí, pero se resuelve menos para la cantidad creciente de derechohabientes.

La nueva apuesta de las autoridades del IMSS en el segundo piso de la Cuarta Transformación para darle respuesta a los reclamos de la población es la estrategia denominada “Meta 2-30-100”, que promete alcanzar 2 millones de cirugías, 30 millones de consultas de especialidad y 100 millones de consultas de medicina familiar en 2025. La estrategia reitera el mismo enfoque: más volumen, sin rediseño de fondo, por lo que es indispensable preguntarnos ¿son viables y alcanzables las metas de esta nueva estrategia?

Los datos históricos de las cifras oficiales del IMSS muestran otra realidad: el IMSS ha alcanzado su techo estructural. A este límite estructural se suma un aspecto político crucial: la estrategia fue diseñada sin participación significativa del personal médico. Las decisiones clave han sido tomadas por equipos tecnocráticos que quizá nunca hayan pisado un consultorio u hospital público para conocer su realidad operativa.

Desde el diseño hasta la ejecución, se privilegia una lógica de gestión empresarial: la salud como línea de ensamblaje, las consultas como unidades de producción, las cirugías como metas de planta. Otro aspecto importante es que esta estrategia incorpora un sistema de incentivos al liderazgo basado en los modelos de McKinsey y Boston Consulting Group, con reconocimientos al “desempeño gerencial”, fidelidad de datos y cumplimiento de indicadores, sin conexión con la calidad clínica, la seguridad del paciente o la resolución de fondo del modelo de atención médica en el IMSS.

¿Dónde quedó el humanismo mexicano? ¿Dónde la promesa del segundo piso de la transformación, centrado en derechos y bienestar? Un sistema de salud público no puede medirse por cuántos procedimientos realiza, sino por a quién atiende y con qué calidad lo hace. Las listas de espera existen en todos los sistemas públicos del mundo: en Reino Unido, en Canadá, en España. El problema no es su existencia, sino la forma en que se gestionan. Allá, las prioridades clínicas y la transparencia guían el proceso. Aquí, se sustituyen por metas de Excel.

La estrategia “2-30-100” podría ser un punto de partida, pero si no se acompaña de una reforma al modelo de atención, una mejora tangible en la calidad de la atención, un sistema de referencia funcional, trazabilidad clínica digital y recursos humanos bien distribuidos no pasará de ser una política simbólica. Una que intenta maquillar los tiempos de espera sin resolver lo que hay detrás.

El IMSS no puede seguir funcionando como una fábrica. Porque la salud no se produce, se cuida, se escucha y se acompaña. Y si en verdad aspiramos a un sistema de bienestar del siglo XXI, es momento de dejar atrás las metas vacías y volver a poner a los pacientes y al personal de salud operativo (médicos, enfermeras, personal de apoyo) —y no a las cifras— en el centro del sistema.

El IMSS no puede seguir funcionando como una línea de producción. Porque la salud no se fabrica: se cuida, se resuelve y se dignifica.

Juan Manuel Lira

Juan Manuel Lira

Médico especialista y analista en salud

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