Colaborador Invitado

La crisis cafetalera

AMLO ha dicho que creará al Instituto Nacional del Café, pero la falta de planeación exhibe no estar en el siglo XXI.

*Por Juan-Pablo Calderón Patiño , internacionalista de la Universidad Iberoamericana

Con la crisis migratoria en el Istmo centroamericano algunos apuntan que el bajo precio del café es una de las razones de la migración. Antes, en México conviene hacer un ejercicio de autocrítica sobre su aguda crisis cafetalera, producto de las últimas tres décadas. La agenda nacional es tan complicada, que la discusión del tema que involucra a 12 estados de la República ha pasado desapercibida.

México fue el cuarto productor mundial de café y un referente en la investigación científica para combatir la roya, enfermedad del cafeto además del estudio de mejores variedades de café arábiga, la mejor especie del aromático. Frente a un cultivo sembrado en más de un 90% en minifundios de no más de cinco hectáreas, con una gran mayoría de pueblos indígenas, se entendió al café en dos vertientes: el principal generador de divisas del agro mexicano (segundo después del petróleo) y dos, una cuestión de seguridad nacional y compromiso social dado que la sincronización del mapa cafetalero ilustra algunas de las zonas más pobres de México, cuna de movimientos guerrilleros.

Con la mano visible del Estado se logró en 1958 la creación del Instituto Mexicano del Café (INMECAFE), desaparecido en los noventa con el proceso de disminuir el aparato gubernamental. Con claroscuros no se quiso entender que era una institución vital para la defensa del pequeño productor y para coordinar la certificación de calidad y combate a la roya. Se cayó en la "enfermedad institucional" que privilegia la eliminación de instituciones en lugar de reformarlas o atacar la corrupción. México olvidó que otros países cafetaleros, aún en crisis, siguieron con sus institutos. Se liquidó al INMECAFE, pero también sus centros de estudio y campos experimentales en Xalapa, que, en lugar de donarlos a la Universidad de Chapingo, hoy son un centro comercial. México no se dio un tiro en el pie, sino en el corazón.

El café fue uno de los pocos productos que tenían en la Organización Internacional del Café, en Londres, un sistema de banda de precios y cuotas para países productores y consumidores. Los intereses políticos de Estados Unidos, principal consumidor cafetalero, rompieron el acuerdo y transitó la cotización a la Bolsa de Valores de Nueva York. México secundó como esquirol de Washington dicha medida. La sobreproducción de Brasil y la incorporación de Vietnam, auspiciado por el Banco Mundial como nuevo productor de robusta, aceleró el tobogán de bajos precios. Aunado a ello en México, se inició un proceso de desnacionalización de producción, ataque de la roya, abandono de cafetales y hoy la salida de los principales 10 productores globales. Honduras, hoy rebasó a México en producción de café.

AMLO ha dicho que creará al Instituto Nacional del Café, pero la falta de planeación exhibe no estar en el siglo XXI. En Coatepec, enigmático pueblo cafetalero veracruzano, presentó un programa para beneficiar a 250 mil productores que recibieron cinco mil pesos. Como sorpresa cayó que se incluyera a EDOMEX como estado cafetalero. El gobierno ¿cree que una reedición de Procampo es suficiente para afrontar el reto? ¿Dónde está la articulación con la investigación y la ciencia para combatir el flagelo de la roya, el cambio climático y una mejor productividad? ¿Basta repartir dinero para una nueva estructura clientelar, dinero que en soledad es difícil que llegue a la inversión productiva o que servirá para mantener el rendimiento productivo de 4 a 6 quintales por hectárea (q/h) cuando fincas con cuidados mantienen una productividad promedio entre 30 y 50 q/h? ¿Qué papel tendrá México en buscar un nuevo esquema global de precios que buscan otros países cafetaleros? ¿La política por la cafeticultura nacional se agota en recibir a la Nestlé, una de las trasnacionales culpables de la crisis global del café, para sólo sembrar robustas en tierras bajas y ociosas? En la última interrogante es claro que se prefiere a mexicanos sembrando robusta que enrolarse al crimen organizado, pero aún México sigue esperando una política integral cafetalera que involucre a todos sus eslabones. Antes de ver espacios de crisis en América Central, pongamos a remojar nuestras barbas en nuestro café que se resiste a sólo sobrevivir.

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