Colaborador Invitado

Las mil y una crisis de Donald Trump

Lo que hoy explota por todos lados se ha venido cocinando desde muchos años atrás y llega a su punto de ebullición por la forma en que Donald Trump ha ejercido el poder presidencial.

Por Guido Lara , fundador y presidente de LEXIA Insights Solutions.

Estados Unidos vive una crisis de múltiples dimensiones: sanitaria, económica, social, policíaca, geopolítica y hasta espiritual.

Lo que hoy explota por todos lados se ha venido cocinando desde muchos años atrás y llega a su punto de ebullición por la forma en que Donald Trump ha ejercido el poder presidencial.

Más de 100 mil muertos por la pandemia, 40 millones de empleos perdidos, desigualdad creciente, protestas en todo el país, saqueos en algunas ciudades y, sobre todo, un país dividido y confrontado contra sí mismo.

Hoy, desafortunadamente, estamos inmersos en una época donde figuras políticas actúan menos como líderes y más como mercenarios del resentimiento que obtienen sus ganancias de poder capitalizando y lucrando con el odio, las frustraciones y el descontento.

Hacer esto le ha servido a Donald Trump para llegar a la presidencia del país más poderoso del mundo y a la vez consolidar una base electoral que, aunque no mayoritaria, es sólida como titanio y le permite albergar la posibilidad de ganar la reelección, con todo y el enorme tiradero que está dejando a su paso.

Miles y miles de personas se han lanzado a las calles y millones más las acompañan en sus demandas y sentimientos, a pesar de hacerlo en medio de una mortífera pandemia que se combate mejor desde el confinamiento.

Consciente o inconscientemente, el miedo al contagio no los ha detenido y cada día vemos expresiones en un crisol que amalgama a manifestantes de todas las etnicidades y niveles socioeconómicos.

Definitivamente estamos observando una profunda crisis sistémica que enfrenta a quienes quieren atrincherarse en la idea de un país que se está desvaneciendo contra quienes quieren cambios de fondo que corrijan las múltiples desigualdades e injusticias que no solo perpetúan sino agudizan los problemas.

A río revuelto ganancia de polarizadores pareciera ser el mantra de Trump, quien conduce su presidencia en clave de reality show donde se gana rating y se absorbe atención en directa proporción al volumen del conflicto. El caos y la confusión son su ambiente natural.

La estrategia de Trump (por cierto, la misma que AMLO) consiste en "Destruir para Regresar" en lugar "Unir para avanzar" lo cual sería lo que debiéramos esperar de una conducción política responsable y con visión de Estado (más allá de mezquinos cálculos electorales).

Si Trump llegará a ser reelecto-lo cual es difícil pero no imposible- la gravedad del conflicto escalaría a niveles insospechados (apocalíptico imaginar a un Trump victorioso, sin freno y sin preocupaciones por volver a estar en la boleta). Para la elección aún faltan 5 meses y lo que veremos en estos días, semanas y meses es de pronóstico reservado. Metafóricamente estaremos presenciando las mil y una crisis que deberán enfrentarse en simultáneo.

La crisis sanitaria ha puesto al descubierto la paradoja de un sistema de salud tan costoso como ineficiente y excluyente, gran negocio para aseguradoras, laboratorios, hospitales, pero totalmente fallido para la población. Y eso que gracias al voto histórico de John McCain se impidió que se borrarán los avances del Obamacare que extendió a millones la cobertura y protege a pacientes con enfermedades preexistentes.

La crisis social desencadenada por el racismo sistémico que en todos los terrenos pone en desventaja a las minorías, especialmente a los afroamericanos, además de que los expone a una brutalidad policíaca impune y cotidiana.

La crisis económica que muestra la debilidad estructural de millones de pequeñas y medianas empresas que no cuentan con condiciones para ser resilientes.

La crisis financiera donde los indispensables programas de emergencia han creado deudas gigantescas que pueden lastrar la recuperación.

La debilidad de la red de protección social para las grandes mayorías que no cuentan con programas que los protejan del desempleo, el hambre y la falta de vivienda.

La crisis de desigualdad que no ha distribuido los frutos del crecimiento económico de las décadas recientes y se ha concentrado en el uno por ciento de la población.

La profunda división social acicateada por las principales televisoras y las redes sociales que generan dos universos cerrados e impenetrables donde se presentan interpretaciones irreconciliables de la realidad.

La crisis gubernamental donde las dependencias responsables de controlar la pandemia, de hacer test a la población y de generar los mensajes y lineamientos para enfrentarla han sido lentos, confusos y profundamente ineficaces.

La crisis política donde la polarización impide la construcción de acuerdos y la defensa de las instituciones.

La crisis ecológica ignorada e incluso provocada al diluir medidas de protección y salvaguarda del medio ambiente.

La crisis geopolítica donde Estados Unidos pierde terreno ante China y debilita sus alianzas históricas con Europa, México y Canadá.

Y de manera notable la crisis de un liderazgo que divide y no une. No lo dicen opositores radicales sino ya incluso el muy respetado y reverenciado John Mattis, su ex ministro de defensa.

Donald Trump llegó al poder con el slogan "Make America Great Again" y de lo único que podemos tener certeza es de que ha fracasado estrepitosamente.

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