Por Gustavo de Hoyos Walther, presidente de Coparmex .
Una vida de trabajo y esfuerzo no merece ser concluida con una pensión insuficiente y menos aún, con ninguna pensión.
El 57 por ciento de los trabajadores mexicanos labora en la economía informal, lo que los vuelve inelegibles para cotizar en un sistema de retiro. Por otro lado, los trabajadores mexicanos que sí reciben alguna pensión, lo hacen con una muy baja tasa de reemplazo (un monto dl 20 a 30 por ciento del último sueldo), circunstancia que ubica a nuestro país con el indicador más bajo de la OCDE. Las tasas de aportación que los trabajadores ahorran es apenas de 6.5 por ciento, es decir, dos o tres veces menor que el estándar internacional. Por si estos datos no bastaran para ocuparnos, actualmente más de 66 esquemas de pensiones (IMSS, ISSSTE, Pemex, el Programa de Pensión para Adultos Mayores, etcétera) están en riesgo real de no poder pagar sus obligaciones pensionarias.
Es urgente replantear el actual Sistema de Ahorro para el Retiro. El sistema vigente enfrenta una serie de problemas de solución impostergable. No afrontar hoy estos problemas sería irresponsable. El sistema actual le pide al trabajador haber trabajado mil 250 semanas (25 años) para cotizar exitosamente en algún sistema de retiro. Esta meta es muy difícil de alcanzar para la mayoría de los trabajadores. Un ejemplo: Únicamente el 25 por ciento de la 'generación Afore' (aquellos que comenzaron a cotizar a partir de 1997) logrará cumplir el total de semanas para alcanzar una pensión mínima garantizada. Esto representa apenas 4.0 por ciento de la población trabajadora. Es una cifra alarmante. El dinero que reciben los pensionados no alcanza para solventar una vejez digna.
Paradójicamente, el actual sistema de pensiones, por su diseño, es oneroso y representa fuertes presiones para las finanzas públicas. El gasto público en este rubro ha crecido en los últimos años de manera alarmante. Para el ejercicio en curso, el monto destinado por el gobierno federal para fondear el sistema de pensiones asciende a un billón de pesos, lo que representa un incremento del 6.0 por ciento con respecto a 2019. Esta cantidad es cuantitativamente similar a la que el gobierno federal recibe por toda la recaudación del IVA, que equivale al 4.2 por ciento del PIB y al 18 por ciento de todas las erogaciones de dicho gobierno. Y cada año será mayor. Es irrenunciable revertir esta situación.
La novedad de la propuesta para reformar el Sistema de Ahorro para el Retiro es enorme, porque coloca al trabajador en el centro. En la historia reciente del país se han implementado tres reformas pensionarias. En todas ellas, los trabajadores fueron ignorados. Los cambios que se realizaron con las anteriores reformas se diseñaron tomando como eje cuánto le alcanzaba al gobierno, dejando de lado la necesidad real de un pensionado para vivir dignamente. Por ello, el nuevo sistema debe basarse en principios distintos.
En primer lugar, en el alcance. Es necesaria una reforma que haga posible que todos los mexicanos puedan acceder al sistema de pensiones, especialmente aquellos que trabajan en el sector informal y que hoy no tienen acceso a una pensión. Todos aquellos que trabajan por cuenta propia deberían tener la posibilidad de integrarse a un sistema de ahorro para el retiro.
En segundo término, la suficiencia. Las pensiones en el nuevo sistema deben garantizar que el ingreso del pensionado le permita un retiro digno, lo que demandará una mayor tasa de aportación por parte del trabajador, el patrón y el gobierno.
En tercer lugar, la solvencia. Es necesario asegurar que se asignen recursos suficientes para cumplir con las obligaciones pensionarias que deriven del nuevo modelo.
Y, por último, la justicia. Se requiere homogeneizar los sistemas de pensiones. Hoy en día, existen esquemas que subsidian más a los que reciben una mayor pensión.
Desde hace décadas, la Coparmex ha impulsado propuestas centradas en el trabajador, como la Nueva Cultura Salarial, gracias a la cual se logró recientemente que el salario mínimo general llegase a la línea de bienestar individual, algo que no había ocurrido en los últimos 28 años. Ahora es tiempo de levantar la mirada y construir un sistema de pensiones que garantice que los trabajadores reciban una pensión digna.
Para lograr un mayor bienestar de los pensionistas sin por ello elevar el costo fiscal, será indispensable aumentar sensiblemente el nivel del ahorro obligatorio, dado que el 6.5 por ciento hace inviable cualquier modelo. Duplicar la aportación implicará un gran esfuerzo, especialmente para las empresas, pero el país debe dar ese paso. Asimismo, será necesario flexibilizar el número de semanas trabajadas para poder obtener una pensión, reduciéndose de las mil 250 actuales en un 40 por ciento aproximadamente. Esto permitirá que los trabajadores que ganen entre 1.5 y 5 salarios mínimos no queden desprotegidos.
El nuevo sistema deberá poner especial énfasis en las tasas de reemplazo de los trabajadores que perciben hasta cinco salarios mínimos, para que éstas se incrementen sustancialmente, fijándose como objetivo que el trabajador de bajos ingresos duplique la pensión que hoy estaría recibiendo.
El modelo se complementa con un fuerte impulso al ahorro voluntario. Este ahorro, para ser exitoso, debería poderse deducir de impuestos al momento de hacer la aportación. Las empresas deberían quedar habilitadas ampliamente para promover el ahorro a largo plazo entre los trabajadores.
Para los trabajadores informales se deberá establecer un esquema de aportaciones obligatorias (plan personal de retiro). No hacerlo implicaría mantener a amplios grupos de la población en condiciones de pobreza.
Es urgente implementar una reforma a fondo que tenga como prioridad al trabajador mexicano. Es necesario que gobierno, trabajadores y empresas impulsemos un nuevo sistema de pensiones que cuide las finanzas públicas, pero sobre todo, que ponga al trabajador al centro.