Por Alejandra Marcos, directora de Análisis y Estrategia en Intercam Casa de Bolsa
Las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China han sido un factor clave y determinante en el recorte de las estimaciones de crecimiento económico del mundo, tanto de las economías desarrolladas como las emergentes. Los mercados han reaccionado al vaivén de la guerra comercial, y ante el rompimiento de las negociaciones entre estas dos economías, nuevamente surgen ciertas inquietudes y temores de recesión.
La guerra comercial con China destaca por ser determinante para las relaciones comerciales entre las dos economías más grandes del mundo. La suma del comercio total de ambas economías representa alrededor del 23% del comercio global, y tan sólo su comercio bilateral representa cerca del 4.3% del comercio mundial, lo que los convierte en países determinantes de la actividad económica transfronteriza.
Todo empezó a raíz de un estudio por parte de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos que finalizó en marzo del año pasado, donde dictaminó que las políticas y prácticas de China relacionadas con la transferencia de tecnología, propiedad intelectual e innovación afectan los intereses económicos de EU, por lo que el presidente Trump impuso aranceles a productos chinos, situación que se ha venido escalando desde entonces. Por su parte, China ha aplicado medidas de retaliación principalmente a productos políticamente sensibles para Estados Unidos.
A la fecha la restricción es del orden del 25% por 200 mil millones de dólares a productos chinos; y en julio entrarán en vigor nuevos aranceles por un monto de 300 mil millones de dólares, en caso de que no se logre concretar un acuerdo.
Pareciera que la imposición de aranceles entre estas dos economías ha frenado el dinamismo de la economía del mundo. Particularmente la de China, al mismo tiempo que la economía de Estados Unidos se ha desacelerado luego de haberse disipado los efectos de la reforma fiscal implementada en el 2018. Si las tensiones comerciales continúan escalando, la economía de Estados Unidos irremediablemente se desacelerará aún más, inclusive pudiera caer en recesión, ya que se han incrementado las probabilidades a un 27%; en la última recesión (2008) este mismo indicador rondaba el 40%.
Para la economía de Estados Unidos, la guerra comercial representaría una pérdida de aproximadamente medio punto porcentual de su Producto Interno Bruto. Es decir, el crecimiento sería inferior al 2%. Para China el impacto es aun de mayor magnitud, donde la economía pudiera perder aproximadamente dos o tres puntos porcentuales del PIB en los siguientes años. Con ello, los mercados emergentes se desacelerarían de manera considerable, y ni hablar de Europa, particularmente Alemania, que es la economía más abierta del mundo, donde la suma de sus importaciones y exportaciones representan cerca del 70% del PIB.
En cuanto a los precios, si bien es cierto que el impacto en la inflación en Estados Unidos ha sido moderado, los productos de los bienes importados sujetos a aranceles se han incrementado más del 25%, mientras que el resto ha sufrido una contracción. Al final de cuentas, la imposición de aranceles termina siendo un impuesto que afecta a los consumidores en aproximadamente 150 mil millones de dólares.
Sin embargo, existen herramientas, particularmente de política monetaria, para paliar los efectos en la economía. Aunque el uso de estas herramientas podría impactar las moneadas respectivas, generando presiones devaluatorias, que acabarían por intensificar la guerra comercial. No obstante estos riesgos, es posible anticipar que los principales bancos centrales del mundo pudieran poner en marcha políticas monetarias más acomodaticias, aumentando la liquidez a los mercados.
El calendario electoral de Estados Unidos acabará siendo un factor determinante en la guerra comercial. Con recesión no hay reelección. Me parece que al final de cuentas nadie gana en un escenario de guerra comercial. Pierde Estados Unidos, pierde China, pierde Trump, pierde el mundo.