Ahora que las series de cine comercial parecen no acabar nunca, sus entregas se deben esforzar por sorprender aunque sea la sexta vez que vemos una Mission: Impossible o la quinta que visitamos una isla con dinosaurios vivientes. Mission: Impossible, sin embargo, tiene una tarea menos complicada que Jurassic World, una serie cuyo gancho siempre fue mostrarnos lo que solo habíamos podido ver en libros ilustrados. No obstante, después de cinco películas, un dinosaurio computarizado ya no impresiona ni al más entusiasta de los espectadores. Simplemente lo hemos visto demasiadas veces.
Para refrescar el asunto, la primera de esta nueva trilogía fabricó al Indominus rex, un bicho mutante, mezcla de tiranosaurio y velocirráptor. Agotado el catálogo de reptiles que sí existieron, la serie se vio obligada a sacarse un monstruo de la manga. Salvo por esa novedad, la trama repitió la historia de Jurassic Park. Fallen Kingdom, su secuela, también cuenta con un nuevo mutante, pero tiene el buen tino de cambiar de escenario, trasladándose a una mansión cuya atmósfera gótica y claustrofóbica es distinta al resto de la serie. La decisión es osada y el resultado nos da secuencias con un brío que no tiene otra cinta de la saga, salvo la primera de Spielberg. Importa poco que los personajes de cartón no se cansen de hacer estupideces. Lo que importa es que el director J. A. Bayona ha preparado un coctel de géneros y estilos repleto de imágenes indelebles. Para muestra basta aquel braquiosaurio, su cuerpo rodeado de humo sobre un muelle, cuya figura cierra la primera mitad de la cinta.
Las mejores secuencias de la película tienen mucho del horror absurdo de Sam Raimi, sobre todo una enloquecida subasta de dinosaurios que, por supuesto, deriva en carnicería. El fotógrafo Óscar Faura llena estos pasajes de sombras dramáticas, colocando la cámara en ángulos exagerados. Todo esto ayuda a darle una identidad nueva a la serie, tanto como Brad Bird lo hizo con la cuarta entrega de Mission: Impossible. Se requiere talento y arrojo para hacer que otra de estas películas se sienta fresca y extraña. Bayona da en el clavo.