Hace años, en una reseña negativa sobre Munich, Leon Wieseltier criticaba a Steven Spielberg argumentando que, sin importar qué tan contencioso fuera el tema de su película, el director no estaba del lado de Israel ni de Palestina porque siempre había estado "del lado del cine". En otras palabras, le parecía criticable que Spielberg buscara asombrar o conmover antes que propiciar un debate. Conforme pasa el tiempo y recuerdo esa reseña, mi impresión es que Wieseltier, sin saberlo, formuló el mayor elogio posible a Spielberg.
Salvo por Lincoln y Munich, el cine de Spielberg no tiene una ideología osada. Cuando sus discursos se acercan a cierta incómoda complejidad, el director tiende a suavizar la narrativa en aras de un desenlace que se inclina hacia un tono rosa (imaginen cuánto más sofisticada sería A.I. si le recortáramos la última secuencia). Esto, sin embargo, no le resta fuerza a lo que hemos visto. Sí, el epílogo de Minority Report es meloso y excesivo, pero las dos horas anteriores son una película de ciencia ficción acaso perfecta.
Tendríamos que no haber visto ninguna cinta suya para esperar algo distinto de The Post, su más reciente entrega, sobre el papel que juegan los periódicos en una democracia. No se necesita ser muy suspicaz para saber qué opina Steven Spielberg sobre la importancia de la prensa (spoiler: la prensa es necesaria y su labor es noble y sus miembros heroicos). Pero es un despropósito ir a ver The Post pensando que Spielberg nos dará una opinión controversial sobre el tema. Vale la pena ir, más bien, para ver la labor de un director magistral, capaz de hacer una secuencia emocionante hasta de la impresión de un periódico.
The Post cuenta la historia de Katharine Graham (Meryl Streep), la dueña de The Washington Post. A punto de dar de alta a su empresa en la bolsa, Graham se ve frente al gran dilema de su carrera: publicar o no una serie de documentos que revelarían a qué grado Richard Nixon y su gabinete sabían que la Guerra de Vietnam sería un desastre, enemistándose así con amigos y gente poderosa, pero cumpliéndole a Ben Bradlee (Tom Hanks), el editor del periódico. En paralelo a esta decisión, Spielberg filtra un mensaje sobre empoderamiento femenino en un mundo dominado por hombres que, al final, resulta lo más sutil de la cinta.
Lo demás –el rol de la prensa– toca las mismas notas que Spotlight… con una enorme diferencia. Mientras que aquella película tenía un estilo cumplidor, The Post es una cinta de Spielberg, con todo lo que eso implica. El reparto reúne a una cantidad inaudita de actores de primerísimo nivel, y la acción, aunque predecible, fluye con una agilidad prodigiosa. Y, francamente, ¿qué importa si ya sabemos lo que nos quiere decir sobre la prensa? Pasan los años y Spielberg sigue del lado del cine. Qué maravilla que así sea.