David Calderon

Aprender y sanar

Se puede aprender y sanar. Se puede aprender a sanar. Se puede aprender a evitar y superar las situaciones que nos lastiman y nos enconan. Aprovechemos la oportunidad que nos da la cuarentena.

El autor es presidente ejecutivo de Mexicanos Primero.

Si algo queda claro en estas semanas de Aprender en Casa es que el aprendizaje rebasa lo escolar. La escuela es un afortunado arreglo para la equidad comunitaria, una institución de fortalecimiento de la personalidad y la socialidad, un 'dispositivo cultural' con enorme potencial para el despliegue del potencial de cada persona. No siempre y no para todos funciona; y ahora está guardado en el garaje hasta nuevo aviso.

Llegar al aprendizaje no tiene esa única vía, ese único arreglo. Hoy como nunca antes, ni en la Segunda Guerra Mundial, hay tantas escuelas cerradas simultáneamente: en 124 de 149 países el cierre es total. El derecho a aprender sigue vigente y apremiante aún cuando la escuela está parada. Todos tenemos que aportar para que se ejercite cabalmente ese derecho, y más con el interés superior que les asiste a niñas y niños.

Aprender es como un segundo metabolismo: es integrarse al contexto, integrarlo a sí, transformarlo. En la situación de calle, desplazados por la violencia, o migrando continuamente como jornaleros también se aprende. Pero es marca de humanidad y aspiración de civilización aprender al propio ritmo, con pares, desde la curiosidad, y sobre todo desde un ambiente protector de la salud física y mental, y no desde el riesgo externo y menos aún con la afectación por el maltrato, en el cuerpo y en la psique de las generaciones jóvenes.

Estamos a mitad de Semana Santa y recién iniciado el Pésaj. Independientemente de las convicciones religiosas de cada quien, o si no tenemos ninguna en específico, la oportunidad de voltear a nuestra dimensión interior es grande y no debe desaprovecharse. Una frasecita que corrió por ahí es simple pero verdadera: si no puedes visitar el exterior, visita el interior.

Las semanas que han pasado nos dejan con esperanza y preocupaciones. Como siempre en las contingencias, docentes y familias han sacado la casta, y se han arreglado lo mejor posible para que el aprendizaje no se detenga. Muchos han podido aprovechar la programación de Once Niñas y Niños y de Ingenio TV, los sitios con las actividades; una conmovedora imagen presenta a una niña con sus trencitas hechas con primor y dedicación, y su uniforme impecable, sacando el libro de texto frente a la pantalla de TV en una vivienda muy modesta.

No han dejado de aflorar las dificultades: establecer una pauta de horario familiar no es fácil; los muchos hermanos requieren atención y, por supuesto, la tensión sobre la forma de hacerse de recursos en cada hogar ensombrece muchos momentos del día. Incluso niñas y niños de escuela particular que cuentan con sesiones a distancia con sus maestros y con las ventajas de un ambiente acomodado no dejan de padecer los rigores del encierro, la falta de equilibrio con el trabajo a distancia -a veces mucha pantalla, demasiados ejercicios, explicaciones rígidas- y los atractivos de entregarse a los videojuegos, el refrigerador y el chat. En un reporte aparecido la semana pasada, coordinado por Fernando Reimers y Andreas Schleicher, se destaca con toda claridad -del comparativo en buena parte del mundo- que las y los estudiantes que más están evitando marginarse del aprendizaje no son sólo los que tienen más medios a su disposición, sino sobre todo quienes tienen mejor capacidad de autorregulación y de automotivación para aprender… algo que no se 'enseña', sino que se practica, pero que en nuestro sistema escolar está obviado, invisibilizado y, claro -si se da por hecho, si no hay actividades deliberadas para ejercitar esos rasgos- muy ausente en nuestras hijas e hijos.

Cae bien el mensaje en video del secretario Moctezuma, retomando para este tiempo la idea de los aprendizajes vitales, los 'saberes', como los llama, que cada familia y comunidad tiene ahora tiempo y ocasión para compartir: lo lúdico, lo artístico, aprender las historias de las generaciones anteriores, cocinar. En su momento abordaremos el tema del regreso a clases, que deberá ser ordenado, escalonado y sobre todo con enfoque explícito de reforzamiento, recuperación y nivelación. Vamos a tener que hacer nivelación al interior de cada grupo escolar, entre escuelas más privilegiadas y menos, nivelación entre lo programado y los aprendizajes imprescindibles para iniciar con éxito el siguiente ciclo escolar.

Por ahora, vale la pena recordar que también hay aprendizajes que sanan. En las diversas situaciones y entornos, vamos de prisa y descuidados. Niñas y niños se contagian de esa prisa y de ese pasar rápido sobre las cosas: desde el agobio de la pobreza, o incluso desde el apresuramiento del ritmo cotidiano de las mayorías trabajadoras, o desde la saturación de horarios y de actividades ligadas a la expectativa del privilegio. No les preguntamos, de verdad, cómo están. Niñas y niños aprendieron a decir 'bien'. Monosílabos. No han aprendido -no los hemos ayudado, ni en la casa ni en la escuela- a elaborar sobre lo que les aflige, o les preocupa, o les intriga. Su vocabulario es estrecho para expresar cuando algo les gusta o están contentos. La 'patada' de sustancias que llega a sus cerebros en el enorme arcoíris de sentimientos de gozo, triunfo y satisfacción tiene una traducción pobre a unos cuantos términos: 'padre', 'chido'. No encuentran las palabras para pedir u ofrecer perdón. No ha habido ocasión de ensayar la confidencia de algo que les ofendió o les trajo alegría. No han sanado de heridas causadas por un grito o un golpe, por una humillación o una burla ofensiva, por un dolor no explicado, por una arbitrariedad impuesta.

Se puede aprender y sanar. Se puede aprender a sanar. Se puede aprender a evitar y superar las situaciones que nos lastiman y nos enconan. Quitémonos la idea de que lo anímico sólo se resuelve con pastillas o especialistas en conducta. Quitémonos la idea de que la autopregunta, la reflexión sobre las propias acciones, la expresión de los sentimientos es un lujo de niños privilegiados. Es una necesidad, es un derecho, es algo connatural que sólo la violencia del ambiente, explícita o sutil, aplana en las niñas y niños de México y el mundo. Mientras aplanamos la curva, hagamos picos de aprender y sanar.

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