David Calderon

Frato: ideas frescas

Las escuelas en el nivel básico son una institución antes que una experiencia, son un centro que quita el gozo al aprendizaje. Hace falta un poco de niñología para combatir el contagio de adultocentrismo.

Hay jóvenes de muchas décadas; uno de ellos, luminoso, es Francesco Tonucci, conocido en el bajo mundo de la psicopedagogía como 'Frato'. De convicciones fuertes y polémicas, es un agudo crítico de las limitaciones de concepto y práctica que plagan los sistemas escolares de todo el mundo.

Desde hace años, con sus libros de demoledora honestidad, con sus discursos apasionados en defensa de la imaginación, el juego y la participación activa de niñas y niños, aun de los más chiquitos, sus dibujos que con apenas unos trazos y globos de diálogo de una frase detonan un pensamiento diferente, es un buen provocador. Se ha ganado a pulso el título con el que a veces se reconoce: es un 'niñólogo'.

Ello no significa que su propuesta es pura emoción sin ideas, los barruntos de un gurú esotérico sin fundamento en evidencia. Hasta hace poco dirigió el Departamento de Psicopedagogía del prestigioso y quisquilloso Consiglio Nazionale delle Ricerche, una especie de super-Conacyt de Italia que reúne a investigadores que lidian con el severo juicio de sus pares, y es citado por sus indagaciones sobre la percepción de roles de trabajo en los primeros años de infancia, el papel del juego en el aprendizaje, los temores de los niños en el espacio urbano, los temas de ciudadanía y la dinámica política del reconocimiento de la voz de los niños.

Frato ha cuestionado hondamente que la escuela, las escuelas en el nivel básico, sean una institución antes que una experiencia, que sean un centro que quite el gozo al aprendizaje; un mecanismo –nunca mejor dicho– de preparación a la conformidad social que al hacer tan programado, impersonal, discursivo y lineal el aprendizaje, lo deja en los huesos, o sólo como una cáscara vacía.

Y ahora venimos a lo más actual de su aporte. Con el cierre de las aulas, apresurado, en realidad impreparado y caótico, las contradicciones se agudizan. Ya antes los niños no podían salir libremente a jugar en las ciudades, como en otros tiempos, porque ya son territorio hostil y peligroso para ellas y ellos sin un adulto de sus casas que les acompañe; pero ahora, ni eso. ¿Cómo van a ejercer su autonomía, ahora confinados como nunca antes?

En varias presentaciones y entrevistas Frato ha denunciado que los niños han estado invisibilizados y acallados en esta etapa. No se les ha preguntado en serio qué viven, qué temen, qué quieren y menos todavía qué proponen. El juego verdadero se ha reducido drásticamente. Además de la aceleración de la desigualdad e injusticia que viven los más vulnerables –niñas y niños migrantes, en situación de calle, víctimas de trata o de violencia intrafamiliar– hay un mal constante y generalizado: la escuela llegó a la casa en su peor versión, en lo que tiene sólo de obligación, imposición y trabajo, y perdió lo que tenía de divertido, arropador y atractivo.

En una conversación con especialistas y con adolescentes, dije que en lugar de un crecimiento orgánico (algo que sí fuera auténticamente 'Aprender en casa'), lo que tenemos ahora en la mayoría de los casos es una violenta y dolorosa incrustación: cayó como meteorito, desde arriba y desde afuera, la institución escuela en el ámbito íntimo de la casa.

Tratando –de buena fe, puede pensarse– en que hubiese continuidad en los aprendizajes, a lo que en realidad se le ha dado continuidad es a todos los aspectos controladores, impositivos y sofocantes de la escuela. Antes siquiera encontrar a los amigos redimía el –para muchos– calvario de ir al plantel, de acudir al centro escolar.

Sigue vigente la terrible regla de contemplar sin hablar, pero ahora frente a la tele. Más tarea, tareas como nunca. Horarios rígidos, nada de interacción; "vehiculación de contenidos" como dicen los colegas del Banco Interamericano de Desarrollo: los gobiernos pensaron que hay que hacer 'materiales' en lugar de favorecer contactos entre personas. Hartos videos. Muchas ligas. Se apilan las explicaciones diagramadas. Pero casi ningún gobierno dedicó recursos económicos e inteligencia estratégica para resolver el problema: ¿cómo dejo a los niños en contacto entre sí? ¿Cómo aseguro que les siga orientando diariamente la maestra, y que ella no lo pague de su dinero y su tiempo -gastan sus propios planes de datos para los mensajes, las navegaciones y el WhatsApp, son también madres, abuelas, esposas que tiene que pedir silencio o pausa a los de casa para hacer una llamada, resolver una duda, consolar a un/a afligido/a- el subsidio a una secretaría que en el peor momento recibe recortes a pesar de su responsabilidad estratégica, a pesar de su deber de garantizar derechos?

Frato escucha, y por eso vale la pena escucharlo hoy. Lo que vivimos es un riesgo de quedarnos con lo peor y aumentar la frustración -con este mecanismo tan artificial no va a lograrse más aprendizaje, sino menos- o bien atrevernos a flexibilizar, a poner atención, a encontrar una pauta distinta para que aprender se parezca más a lo que siempre ha sido en el fondo: la natural curiosidad, la natural empatía, el empuje autoexpresivo, la libertad creadora, la comunidad sin prejuicios.

Nos urgen ideas frescas, para superar enfoques marchitos. Hoy tendremos un diálogo con Frato, propiciado por Gobernación, la SEP, SIPINNA y Mexicanos Primero. Un poco de niñología para combatir el contagio de adultocentrismo.

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