David Calderon

Todos significa todos

Si algo quedó claro con las aulas cerradas, es que la exclusión sigue siendo un terrible mal del sistema educativo nacional: no todas las oportunidades educativas fueron accesibles para todos.

El autor es Presidente Ejecutivo de Mexicanos Primero .

'Inclusión' ha sido un término que desata adhesiones apasionadas y rechazos viscerales. 'Inclusión educativa' por mucho tiempo, en México, se ha entendido como la incorporación de niñas y niños con diversas condiciones de discapacidad a las aulas mayoritarias. El nuevo Reporte de Monitoreo Global de la Educación, presentado la semana pasada en su edición 2020 con el subtítulo 'Todos significa todos', abona a consolidar una visión más amplia y más justa de la inclusión, y da oportunidad de reactivar la revisión de las prácticas en México.

Los detractores de la 'inclusión' en realidad están en contra de los procesos que, por hacerse improvisados, apresurados, sin financiamiento adecuado, lo que acabaron produciendo fue una 'integración forzada': niñas y niños que experimentan alguna barrera al aprendizaje y la participación 'incrustados', sin empatía, ni cuidado, ni formación de los docentes ni preparación de la comunidad en una escuela de organización típica, llamadas macabramente 'regular'. Todos los días se violaba su derecho: la escuela debe adaptarse a las personas, no las personas a la escuela.

Así, nos quedamos, como país, tal como se dice del perro de las dos tortas: sin la una y sin la otra. Se desmanteló mucho de lo que se logró desde la 'educación especial', es decir, los saberes y prácticas especializados para atender la diversidad, y no se ganó a cambio comunidades de aprendizajes incluyentes, donde cada niña y niño son reconocidos, valorados y acompañados según su propio ritmo y estilo de aprendizaje, en su contexto y con la personalización requerida.

Si algo demostró el proceso de las semanas pasadas, con aulas cerradas, es que la exclusión sigue siendo un terrible mal del sistema educativo nacional: no todas las oportunidades educativas fueron accesibles para todos y aprovechadas en condiciones compensadas. En el gran esfuerzo de las autoridades y las familias para que no se detuvieran los aprendizajes quedó claro que buena parte de las barreras no se han derribado, y que –peor aún– hay un muy presente riesgo de que se afiancen las existentes, regresen unas que se habían superado y en general se eleven los obstáculos de aquellos que han sido históricamente dejados de lado.

Les fue peor a las niñas con respecto de los niños, a los hablantes de lenguas indígenas, a los alumnos afro, a aquellos en las zonas más pobres y alejadas, a los de las 'modalidades' más frágiles: en cursos comunitarios de Conafe, telesecundaria, telebachillerato; a los inscritos en CAM y CAED, a los que tenían 'maestros sombra' que ya no les acompañaron, a quienes no tienen materiales educativos en Braille y macrotipo, a los migrantes, a los hijos de trabajadores que debieron seguir saliendo a ganarse el sustento diario. Les llegó poco, les llegó tarde, no pudieron ser acompañados.

Peor aún, la exclusión ronda a todos, pero se puede ensañar con los previamente subatendidos: quienes están en mayor riesgo de no tener apoyo reforzado, de no lograr auténtica recuperación y nivelación, de arrastrar el rezago y ser arrastrados en el abandono, especialmente en cambio de nivel o domicilio son precisamente los que tampoco tuvieron ajustes previos.

El documento es claro: "La inclusion en educación implica que cada alumno se sienta valorado y respetado, y pueda disfrutar un claro sentido de pertenencia. Pero todavía hay muchos bloqueos en el camino de ese ideal. Discriminación, estereotipos y alienación excluyen a muchos. Esos mecanismos de exclusión son esencialmente los mismos, sin importar género, ubicación, ingreso, discapacidad, etnicidad, lengua, migración, desplazamiento, orientación sexual, encarcelamiento, religión, y otras creencias y actitudes… Un enfoque de 'todos significa todos' para la inclusión también significa desechar toda etiqueta que estigmatice a los niños. Adoptar enfoques de aprendizaje asignados a esas etiquetas limita su potencial, ignorando los beneficios que una variedad de acercamientos al aprendizaje pueden brindarle a todos los niños".

Inclusión para todas y todos, y no por 'grupos vulnerables' –que es el enfoque por fin superado (por ahora, en el papel) en la Estrategia Nacional de Inclusión Educativa que se desprendió de la reforma al artículo tercero, tal como lo plantea el reporte, se vuelve urgente; ya no 'deseable', sino de supervivencia, de congruencia y de justicia. La tentación de la autoridad es dar becas y no habilitar y fortalecer servicios, o crear 'atenciones' que después, en el fondeo, desmienten las intenciones.

Hay una ruta de complemento: atención especializada en una diversidad que sí cabe y se coordina con cada comunidad. No es una utopía: es consenso internacional. Pero comienza por una tarea concreta: que cada escuela no se dé paz hasta que cada alumno esté reconectado al proceso. Y que los que perdieron en la primera ronda, la de educación a distancia, tengan prioridad en la segunda, la de reactivar el siguiente curso. En unas semanas –todos es todos– que ninguna nos falte.

COLUMNAS ANTERIORES

Cierre y apertura
Regresar y aún no hallarse

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.