Diputada Federal
“Me dice en su carta que la Revolución sólo ha servido para cambiar de amos… No estaremos viviendo en una República de ángeles, pero estamos viviendo como hombres y esta es la deuda que nunca le pagaremos a Madero”. Memorioso siempre, el autor recurre a una carta enviada por el poeta Ramón López Velarde en 1911.
La cita puede encontrarse en la página 192 del más reciente libro del presidente Andrés Manuel López Obrador, que ya circula con el título A la mitad del camino. En esta obra encontramos nuevamente a un político que vuelve siempre a episodios vitales de nuestra historia –los luminosos y los trágicos– para forjar su mirada del presente y su horizonte de futuro.
En este caso, López Obrador desmenuza la historia revolucionaria para ofrecernos los paralelismos entre la derecha retrógrada de antaño y la actual, para desmontar esa idea simplista que los conservadores de hoy tratan de inocular a la población: que “todos son iguales”.
En las 327 páginas del más reciente libro del ahora presidente de la República encontramos un balance sincero, abundante en datos duros y en relatos de pasajes que nos permiten mirar “desde dentro” la toma de decisiones y los obstáculos que López Obrador ha enfrentado en el ejercicio del poder.
Dividido en cuatro capítulos, el libro da cuenta de las principales preocupaciones del presidente de la República, a la vez que muestra el conocimiento directo que tiene de muchos de los problemas que le ha correspondido enfrentar.
El presidente hace un balance sincero de los principales hechos de su administración, explica sus razones, documenta detalladamente algunos episodios cruciales –como la relación con Donald Trump, la rudas negociaciones con empresarios o el rescate del presidente Evo Morales– y, como el demócrata que es, afirma: “No todo es perfecto y no aspiramos al pensamiento único ni al consenso; estamos conscientes de que existe oposición a nuestro Gobierno y eso es legítimo y normal en una auténtica democracia…”
El presidente abre su nueva obra con una referencia a la consulta ciudadana de revocación de mandato que ocurrirá en marzo de 2022, momento al que llegará, sostiene, satisfecho con los profundos cambios conseguidos hasta ahora, al punto que afirma: “Es tan importante lo logrado en este periodo que hasta podría dejar la Presidencia sin sentirme mal con mi conciencia”.
Enseguida refiere que lo único que lamentaría sería dejar inconclusas las grandes obras que su administración ha emprendido, como el Tren Maya, la renovación de hidroeléctricas y el proyecto del Istmo. Se confiesa, al respecto, “muy obsesivo” respecto de la necesidad de concluir esas grandes obras, porque “orden dada no supervisada no sirve para nada”.
Todas las personas interesadas en los asuntos nacionales deberían leer A la mitad del camino, aunque me temo que muchos opositores optarán por descalificar el libro, porque no les interesa discutir ideas ni criticar a López Obrador, pues están empeñados en combatir la caricatura que ellos han hecho de la 4T.
Quien tenga un interés legítimo, esté o no de acuerdo con el gobierno actual, puede encontrar en este libro un relato vivo del poder presidencial, lleno de referencias directas a personajes de nuestra vida pública y de detalles sobre algunos de los episodios que han concentrado el interés nacional en los tiempos recientes.
Son destacables las páginas que dedica a exponer cómo su gobierno ha tenido que dedicar grandes esfuerzos a “deshacer entuertos”, en alusión a las herencias desastrosas del periodo neoliberal: la trama corrupta de la compra de medicamentos, los gasoductos que sangraban a la Comisión Federal de Electricidad, las cárceles privadas… En todos los casos, expone detalles de las negociaciones, con nombres y apellidos, lo que resulta saludable para el país, pues en el pasado todos estos asuntos se mantenían como secretos del poder.
A la mitad del camino está lleno de joyas que explican nuestro presente. Vale mucho la pena leer, por ejemplo, la descripción de la relación con Donald Trump. Cuenta López Obrador que en 2019, cuando Trump alistaba sanciones comerciales por el tema migratorio, él instruyó a la secretaria de Economía y su equipo para que prepararan “una respuesta equivalente, eficaz y dura para gravar productos estadounidenses”.