“Nosotros no estamos de acuerdo con las encuestas”, dijo el ciudadano, dolido por los resultados que mostró el estudio de un diario que en los últimos años asumió, equivocadamente, el papel de partido opositor. Al rechazo a la otrora biblia opositora se sumaron los constantes llamados de la candidata del PRI y el PAN, Xóchitl Gálvez, a la movilización ciudadana (quizá porque, como se ha quejado, los partidos, con la excepción del PRD, no le regatean los recursos).
Pues bien, un grupo ciudadano le tomó la palabra y convocó a una marcha. ¿Recibieron el beneplácito de la hidalguense? Al contrario, su vocero salió a decir que los convocantes eran parte de una “guerra sucia” (tema del que sabe, y mucho). Se les fueron encima en las redes sociales y, desilusionados, retiraron la convocatoria.
El episodio podría reducirse a algo chusco, de no ser porque revela el desastre de una candidata que nunca fue en ascenso, que ha sido casi abandonada por los capos de los partidos y en la cual lo “ciudadano” no fue más que un eslogan.
Lo dicen de otros modos, pero resulta que en las filas opositoras tampoco están de acuerdo con las encuestas. Tras largos meses de tendencias estables, con una ventaja irremontable a favor de la doctora Claudia Sheinbaum (no hay antecedentes en el mundo de que una diferencia tan grande pueda ser reducida significativamente de aquí al 2 de junio), Gálvez sustituye las propuestas con gracejadas y palabrotas, espectáculos mediáticos pletóricos de denuncias y deseos de que le vaya mal al país.
No se explica de otro modo que, por ejemplo, frente a un accidente menor en el Tren Maya, Gálvez aluda al hundimiento del país. Tal parece que está urgida de una tragedia, no importa cuán grave, con tal de dar aire a su alicaída campaña.
La candidata opositora tiene un problema de origen: sus promotores pretendieron convencer a las y los mexicanos de que vendría un desastre económico. Cuando no se cumplieron sus malos augurios, pasaron de plano a la guerra sucia, con resultados contraproducentes si nos atenemos al crecimiento de la aprobación presidencial y a la consistencia de la candidatura de la coalición Sigamos Haciendo Historia.
El promedio de las encuestas coloca a la candidata de esta coalición muy por encima de la aspirante opositora, con una diferencia de dos dígitos que ha sido consistente a lo largo de muchos meses.
No hay, y en las filas opositoras lo saben, manera de que se haga realidad el repertorio al que están recurriendo, con frases como “la verdadera encuesta es el día de la elección” o “caballo que alcanza gana”.
Nuestra historia electoral está llena de esos lugares comunes en boca de quienes se saben derrotados de antemano.
En otro flanco, cada vez son más las voces que, en los espacios de opinión -dominados por personas críticas de la 4T- reconocen que el “fenómeno Xóchitl” no estuvo a la altura del reto. Claro, como los comentócratas nunca se equivocan y nunca pierden, tejen y destejen mil explicaciones que pasan por la “elección de Estado”, la “deriva autoritaria” o la popularidad del presidente.
Con el paso del tiempo, y como era de esperar por las campañas, la brecha de conocimiento entre las dos candidatas principales se ha ido reduciendo. Más personas conocen ahora a la aspirante de la oposición, aunque ese hecho no la favorece, pues las opiniones negativas que provoca crecen al mismo ritmo que su conocimiento.
Los estudios demoscópicos recientes dejan pistas y lecciones variadas.
Una de ellas, la que más dolió en el flanco opositor, muestra que 65% de los ciudadanos considera que Sheinbaum ganará la elección y 61% considera posible que obtenga una votación superior a la de Andrés Manuel López Obrador en 2018.
Otra nos ha mostrado que Claudia Sheinbaum tiene una intención de voto superior al 60% entre los jóvenes; una más, que cuenta el respaldo mayoritario de los electores con independencia de si son o no beneficiarios de programas sociales.
Aunque no hay que olvidar que en frente opositor no están de acuerdo con las encuestas y le piden a la ciudadanía no creer en ellas, como si esas herramientas fuesen un asunto de fe.