Dolores Padierna

Adiós a los consentidos del fisco

En el caso de la condonación de créditos fiscales, hubo un abuso de un mecanismo diseñado para situaciones en las que se debiera apoyar a la población o bien promover la regularización de contribuyentes morosos.

La autora es Diputada Federal

"Tú eres mi empleado, porque pago mis impuestos", suelen decir ciudadanos molestos con los servidores públicos o con el trabajo de los legisladores. Tienen razón, en parte, porque quienes ocupamos puestos de responsabilidad, electos o no, somos servidores públicos. La expresión, sin embargo, tiene sus límites, sobre todo porque desde el poder se hizo costumbre conceder a los amigos la gracia de no pagar impuestos.

El presidente Andrés Manuel López Obrador firmó en estos días un decreto que pone fin a las condonaciones de impuestos a grandes contribuyentes. El Presidente explicó el tamaño del boquete: Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto perdonaron impuestos por 400 mil millones de pesos. Se trata, ni más ni menos, como dijo López Obrador, de "poner ya un punto final a estas condonaciones excesivas, abusivas, injustas, porque esto ha significado una fuga de ingresos para la hacienda pública".

La condonación de créditos fiscales supone que el gobierno cede su derecho de cobro y el contribuyente queda exento. Calderón y Peña usaron una facultad legal para favorecer a sus amigos o bien a grandes intereses que ¿les devolverían el favor?

La información proporcionada por el Servicio de Administración Tributaria (SAT) no es completa porque una parte de los beneficiados con las condonaciones obtuvieron amparos para que no se divulgue la lista.

Sin embargo, nos muestra con claridad que los beneficiarios de los regalos son una élite, eso sí muy poderosa: sólo 108 contribuyentes dejaron de pagar 213 mil millones de pesos, 54 por ciento del monto condonado.

Otras fuentes (Fundar, 2016) sugieren que el monto es mucho mayor, que rebasa los 600 mil millones de pesos.

Una y otra vez nos dijeron que pagarían más los que más ganaran, como argumentaron en la discusión de la reforma fiscal de Peña Nieto.

No fue así, como indica la información parcial del SAT, que nos dice que 58 de los contribuyentes condonados cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores y diez empresas beneficiadas con el trato especial forman parte del Índice de Precios y Cotizaciones. No se necesita mucha ciencia para saber que los beneficiarios son los ricos entre los ricos, los personajes que aparecen año con año en la lista de Forbes.

En el pasado, el Régimen de Consolidación Fiscal fue convertido en un mecanismo mediante el cual los grandes corporativos empresariales diferían e incluso evadían el pago de impuestos. A través de este régimen, los conglomerados podían descontar de las ganancias de sus empresas las pérdidas de otras del mismo grupo o, en el mejor de los casos, diferir el pago hasta por cinco años.

En el caso de la condonación de créditos fiscales hubo, como dijo el Presidente, un abuso de un mecanismo diseñado para situaciones en las que se debiera apoyar a la población o bien promover la regularización de contribuyentes morosos.

De manera absolutamente discrecional, se negoció con contribuyentes mayores y se dio lugar a la gran fiesta del capitalismo de compadres, a partir de un mecanismo que supuestamente buscaba apoyar a los más desfavorecidos.

El gran paso que se ha anunciado nos lleva en la dirección correcta, la de una reforma fiscal integral que vaya de la mano de la utilización del presupuesto como un eje determinante y catalizador del crecimiento económico y la equidad social.

Es necesario seguir en esa ruta para que nuestro país avance hacia un sistema fiscal renovado, con una base tributaria más amplia, justa y equilibrada.

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