Opinión Dolores Padierna

La sordera de Davos

Es en la brutal desigualdad donde están las razones de las revueltas que hemos presenciado en varios países latinoamericanos, y no en la supuesta “conspiración comunista”.

La autora es Diputada Federal

La represión del gobierno de Sebastián Piñera ha dejado un saldo de terror: por lo menos 27 muertos y tres mil 650 heridos son contar a las 400 que han sufrido lesiones oculares o, de plano, perdido un ojo.

Pero Mario Vargas Llosa y sus súbditos mexicanos siguen viendo a Chile como el modelo ejemplar, como el buque insignia de la libertad económica y el desarrollo.

Aquí, sólo por poner un ejemplo burdo, el excandidato presidencial de Elba Esther Gordillo llama "nihilistas" a los cientos de miles que protestan en Chile.

Una legión de comentócratas considera "provinciano" al presidente Andrés Manuel López Obrador porque no asiste al Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, la Meca o Basílica de San Pedro de los neoliberales.

Pero, ¿qué dice Davos de sí mismo?

Un interesante artículo titulado "Davos somete a examen el futuro del capitalismo" (El País, 20 de enero) ofrece un panorama poco esperanzador para la humanidad entera.

El primer pesimista es, quién lo dijera, el fundador de Davos, Klaus Schwab, cuyas palabras escritas en diciembre pasado son citadas en el artículo: "El capitalismo descuidó el hecho de que una empresa es un organismo social, además de un ente con fines de lucro. Esto, sumado a las presiones ejercidas por el sector financiero con respecto a la obtención de resultados a corto plazo, provocó que el capitalismo estuviera cada vez más desconectado de la economía real. Somos muchos los que hemos visto que esta forma de capitalismo ya no es sostenible".

Ese "descuido" es visto con más crudeza por la mayor parte de la gente, en todas partes del mundo.

El Barómetro de Confianza Edelman, que se realiza desde hace dos décadas, reveló en su última edición el verdadero estado de salud del neoliberalismo. La encuesta fue aplicada a 34 mil personas en 28 países: la mayoría (56 por ciento) está de acuerdo en que "el capitalismo, tal como existe hoy, hace más daño que bien en el planeta".

En Tailandia y la India 75 y 74 por ciento expresaron su falta de confianza en el capitalismo. La cifra fue de 69 por ciento en Francia y mayorías similares se encontraron en Latinoamérica. Sólo en seis países la mayoría no estuvo de acuerdo con la afirmación de que el capitalismo es más dañino que benéfico: Australia, Canadá, Corea del Sur, Hong Kong, Estados Unidos y Japón.

El artículo del rotativo ibérico cita un análisis de Arancha González Laya, actual ministra de Asuntos Exteriores de España, quien sostenía la necesidad de "reinventar el capitalismo en el siglo XXI para la gente, el planeta y la prosperidad".

La prosperidad existe, claro, pero sólo para unos cuantos. Un reciente estudio de la organización Oxfam (Tiempo para el cuidado) concluye que "la desigualdad económica está fuera de control": en 2019, sólo dos mil 153 millonarios poseían más riqueza que cuatro mil 600 millones de personas.

En ese panorama devastador México ocupa un lugar que debería avergonzarnos como país: las seis personas más adineradas del país concentran mayor riqueza que 62.5 millones de personas que viven en la pobreza.

La brecha de desigualdad en esta nación, es decir, la relación entre multimillonarios y personas pobres es 38 veces más alta que el promedio mundial.

Es en esa brutal desigualdad donde están las razones de las revueltas que hemos presenciado en varios países latinoamericanos, y no en la supuesta "conspiración comunista" que cacarean la derecha pinochetista y sus pares en otras latitudes.

¿Puede Davos enderezar el mundo?

En el artículo multicitado responde, aludiendo a las buenas intenciones que suelen expresar las elites congregadas en el "paraíso de invierno": "Nada que no sea obligatorio cambiará las cosas. No creo que las proclamas de buenas intenciones vayan más allá de eso." Y añade: "la fiscalidad debe y puede jugar un papel fundamental en el rediseño del capitalismo. Sin cambios tributarios que penalicen las herencias, la riqueza y las rentas altas, no se podrá reducir la desigualdad."

COLUMNAS ANTERIORES

Verdades, mentiras y excesos en el postdebate
Las encuestas y la fe opositora

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.