La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) dio una lección invaluable de civilidad en tiempos de oscuridad. Los universitarios deben sentirse orgullosos, renovaron su Rectoría en paz y tras un proceso en el que se manifestó la diversidad de su comunidad y la pluralidad que la enriquece y fortalece.
El anuncio que hizo la doctora Gina Zabludovsky Kuper, presidenta en turno de la Junta de Gobierno de la UNAM, el pasado jueves por la tarde, es una lección al menos en tres vertientes: la forma, el procedimiento y la decisión. Esta es una historia que vale la pena contar, de la que hay que aprender y que denota que tenemos remedio.
Para continuar tengo que confesar que veía con preocupación este proceso de designación. Si bien se trata de una posición académica, el peso de la Universidad Nacional, su repercusión en muchas esferas de la vida del país, la historia y las prácticas políticas recientes, me hacían pensar en que algunos agentes políticos podrían pretender usar la resonancia universitaria para alimentar el proceso electoral nacional que está en curso. No sería la primera vez que enmascarados como universitarios usaran a la casa de estudios para fines ajenos a ella.
Vayamos por partes. Por lo que hace a la forma, cuestión no menor, el anuncio de la Dra. Zabludovsky fue breve, sobrio y contundente, el trabajo del colegiado que preside estaba hecho y solo correspondía hacer pública la decisión. Poco después, en el mismo tono, el Dr. Leonardo Lomelí Vanegas atendió con sobriedad, solvencia y sin estridencias, como él mismo lo señaló, una conferencia de prensa. No había triunfalismo, era la imagen sencilla de un futuro rector responsable que tiene clara la responsabilidad que se deposita en él.
En segundo lugar, el procedimiento que siguió la Junta de Gobierno cumplió cabalmente con las reglas establecidas para la designación, cuidó la autonomía universitaria e innovó. Abrió la consulta para escuchar a todo universitario que quisiera manifestarse y fue dando cuenta cabal de cada momento del proceso, desde la convocatoria, los requisitos, hasta la difícil decisión de quienes continuaban en el proceso. Las reglas se respetaron, cuestión no menor en momentos en los que para muchos el “fin justifica los medios”, aunque eso conlleve no respetar los procedimientos y restarle credibilidad al resultado.
Finalmente, por lo que hace a la decisión, me parece excelente, sin dejar de reconocer que había perfiles de primer nivel. El Dr. Lomelí es en primera instancia un académico que ha hecho de la docencia y la investigación su vida y ha recorrido todas las posiciones universitarias, desde la primera trinchera en el aula hasta la compleja administración.
Sus credenciales académicas están a la vista y en su trayectoria se deja ver con claridad su capacidad de diálogo, su habilidad para construir consensos y su templanza. Características indispensables para dirigir una institución que tiene por definición la actitud crítica ante todo y la cualidad de construir paradigmas reconociendo el mérito y la calidad de las aportaciones que finalmente son el producto de la confrontación de las ideas.
Se trata de alguien que conoce y respeta la vida universitaria, sabe de su complejidad, de su diversidad y reconoce en la pluralidad y la universalidad valores a ejercer que se requieren para enriquecer y mantener a la vanguardia a la Universidad.
Las sociedades contemporáneas requieren como nunca instituciones académicas que hagan honor a la difícil y compleja tarea de mover las fronteras del conocimiento y formar a quienes pronto se harán cargo de conducirla, pero además de instituciones que reconozcan su responsabilidad frente a la sociedad, más en momentos de oscurantismo pragmático como los que vivimos.
Como decía al inicio, en este proceso la UNAM dio una lección de civilidad en uno de los momentos que más lo necesita nuestro país. Mientras los políticos, abusando de sus prerrogativas y de torcer las reglas que ellos mismos se han dado, simulan criterios de paridad e inclusión, la Universidad Nacional con toda sobriedad, solvencia y respetando sus propias reglas, elige sin aspavientos a su próximo rector.
Esto contrasta con la simulación, el disfraz de las decisiones previamente tomadas que se quieren hacer pasar por decisiones democráticas, tomadas por la militancia. Lo que denota esa conducta es justamente el temor a sus propios simpatizantes, quienes son tratados como menores de edad que requieren de los arreglos cupulares.
Ahora veremos el lamentable espectáculo del acomodo de los que quedaron fuera, algunos de los cuales quedarán en posiciones que no querían, para las que no están preparados. El ejercicio público sufrirá las consecuencias.
Unos denigran a la política y otros la honran haciendo valer su autonomía e independencia abriéndose a su comunidad. Qué contrastes, unos creen en la política y la ejercen como el arte de ponerse de acuerdo atendiendo a la diversidad y otros simulan disfrazando su desconfianza en la ciudadanía en una narrativa que se llena solo la boca de democracia.
POSDATA: Habrá que pasar la frontera del próximo 2 de junio, pero sin duda es momento de pensar en hacer cosas por una democracia efectiva que abra los procesos de elección de candidaturas de manera transparente ante la militancia y la ciudadanía. De la misma manera que debe reforzarse el equilibrio de poderes para evitar su concentración ¿Será el momento del parlamentarismo?
El autor es exsecretario ejecutivo del Instituto Nacional Electoral (INE).