Si me dice que está sorprendido, estimado lector, por el reciente tono pendenciero del secretario de Gobernación, lo entendería, porque yo también lo estoy. Y es que la posición que ocupa es muy política, no electorera. El secretario debe cuidar los resortes de la gobernabilidad en el país; asegurar con otros actores que se den las condiciones para concertar medidas que ayuden a impulsar el proyecto del gobierno en turno. Pero nuestro secretario de Gobernación actual se comporta, más bien, como un contendiente en el ring político, con la venia o instrucción del presidente de la República. Quién sabe si trabaja para sí mismo o para alguien más, pero está decidido a confrontar.
Lo que menos necesita México para su futuro inmediato es un ‘peleonero’. Y explico por qué: no habrá margen para la rencilla porque los recursos del gobierno federal, me refiero al dinero público disponible o a lo que los especialistas llaman espacio fiscal, será tan reducido que toda posibilidad de ampliarlo pasará por lograr un entendimiento amplio. La falta de gas (lana) hará que la polarización amaine. En otras palabras, el país sólo será viable si se reconstruyen entendimientos muy básicos, que permitan sacar de su crisis a la hacienda pública.
Me podrán ustedes decir que siempre están los recursos de la imposición (por eso los impuestos se llaman así), la extorsión o la presión desmedida sobre ciertos contribuyentes, pero creo que esas vías están agotadas, a menos que abandonemos nuestra peculiar normalidad democrática y demos paso a algo distinto.
Y, saben qué, estará muy bien regresar a lo más básico. A la idea que funda Estados: no hay cobro de impuestos sin representación política. Y esto que nos ha faltado puede restituirse luego de una crisis como la que dejará López Obrador en la hacienda pública.
AMLO ha tenido el margen fiscal para hacer y deshacer. Para proponer proyectos de tan poca rentabilidad que, aunque ya operan, pierden dinero. Para plantear ambiciosos programas de subsidios cuya presión sobre las finanzas públicas crece de manera exponencial. Las pensiones para adultos mayores habrán crecido 629 por ciento de 2018 a 2023. Para este año representarán el 35 por ciento del gasto total en transferencias. Nadie puede estar en contra de una pensión para ‘viejitos’, hasta que entiende que la distribución de estos recursos, por ser universal, favorece desproporcionadamente a los más ricos. También hay muchos recursos vertidos en tratar de salvar a nuestra empresa petrolera, que nomás no remonta ni en su plataforma de producción ni en la calidad de su gobernanza.
Estos proyectos han secado a las arcas públicas. El FEIP (Fondo de Estabilización de los Ingresos Presupuestarios), el más importante de los fondos de ahorro, está vacío, y aunque hay planes para fondearlo de nuevo, no queda del todo claro el mecanismo para hacerlo. No veo al presidente López Obrador poniendo dinero para tranquilidad de su sucesor, aunque sea de su camada.
El énfasis que el presidente ha dado a sus proyectos, además, ha desplazado financiamiento para la garantía de derechos básicos, como la seguridad, la salud y la educación. La subinversión en estos aspectos es pasmosa, porque son aquellos que dan razón a la función de gobierno. Estos déficits tendrán que atenderse muy pronto, si queremos evitar una crisis humanitaria. Sí, éste es un concepto fuerte, pero ¿de qué otra manera describo, por ejemplo, el riesgo al que se enfrentan personas con enfermedades catastróficas crónicas, que no tienen fondeo público para ser atendidas?
Y sostengo algo más. Esto va para peor. El Paquete Económico 2023 ya tiene un fuerte sesgo electoral. Es previsible que en 2024 se profundice. Por eso la austeridad franciscana ya no existe y el colchón de endeudamiento que solicita el Ejecutivo es el más alto de los últimos tiempos. Todo está construido de manera abierta para ayudar a que el partido en el gobierno gane las elecciones que se avecinan. Lo que no saben los suspirantes es que juegan en la rifa del tigre, y quien gane tendrá que lidiar con esta realidad fiscal.
Por eso pienso, que cualquiera que sea el proyecto de gobierno que encabece el próximo presidente tendrá que partir de la reconciliación. De la convocatoria a los distintos sectores de la sociedad mexicana para reconstuir el pacto que da vida al intercambio de impuestos por bienes públicos. Si algún candidato se piensa por encima de esto, si asume que podrá tener el poder para someter, está leyendo mal la realidad actual del país, y seguramente verá frustrada su aspiración de llegar a la Presidencia o de avanzar con algún proyecto de gobierno. La situación de la hacienda pública lo obligará a tocar las puertas y a ofrecer la mano no en un intercambio indeseable de privilegios o canonjías, pero sí en la necesidad de reconstruir la viabilidad del Estado y del país.
Por eso le digo al secretario de Gobernación que “sereno, moreno”, aunque también reconozco que un político sabe cuáles son los tiempos de campaña y cuáles los de gobernar. En todo caso, suerte a quien gane la rifa del tigre...
Por último, una recomendación para usted, querido lector: desde México Evalúa acabamos de publicar un documento que sintetiza nuestro análisis del PEF 2023. Lo puede encontrar bajo el nombre de Diez riesgos y desventuras del Paquete Económico 2023. Felicito a Mariana Campos, la coordinadora del programa de Gasto Público de la institución, y al equipo por este trabajo. Su lectura me llevo a las conclusiones que vierto en este artículo. Por supuesto, asumo responsabilidad sobre ellas.
La autora es directora de México Evalúa.