Soy una convencida de que el debate abierto y plural de ideas nos hace mejores. Más aún cuando las conversaciones sustantivas se producen con base en conocimiento, con evidencias y con método. Siempre habrá discusión si hay algún esquema de dominación detrás de un debate que quiere ser plural. Si hay mano negra o sesgos de distinta naturaleza provocados por intereses creados. Lo que creo que es válido es hacer explícita la naturaleza epistemológica de la que uno parte para mirar al mundo, estudiarlo y sacar conclusiones, y hacer muy transparente la metodología con la que se procesan ideas, información y concluye con ciertas aseveraciones. Nos hace mucha falta en este país porque en los últimos años hemos perdido la capacidad de identificar los parámetros de una conversación seria. Cuando los otros datos sean convertidos en una ‘no’ referencia con la realidad, perdemos asideros para conversaciones con algún tipo de significado, más allá de lo ideológico y partidista, y su impacto en lo político-electoral.
Una cuestión bien importante es la de entender el impacto del discurso del presidente sobre la opinión de los mexicanos. Existen pocos precedentes en la historia reciente en la que mandatarios nacionales tomen de dos a tres horas diarias para comunicar ideas a la población. Es un tema de estudio el tratar de entender y medir los impactos en la opinión sobre lo que se ofrece en las mañaneras. Es decir: ¿qué cambia en la percepción de los mexicanos el escuchar con bastante frecuencia que las instituciones del Estado mexicano no sirven, que los jueces son corruptos, que el INE está capturado por intereses partidistas o de grupo, que las instituciones de la transparencia son inservibles? Tantas mañaneras, tantos elementos discursivos que cuestionan las instituciones de la democracia deben tener un efecto. ¿De qué tamaño es? ¿Es irreversible?
Quiero responder a las preguntas citando el estudio de politólogos muy reconocidos, uno de ellos profesor de nuestro en la Escuela de Ciencias sociales del TEC de Monterey que hicieron un estudio* muy bien elaborado sobre el impacto del discurso de AMLO sobre las instituciones electorales y cómo este discurso que las deslegitima puede ser contenido y hasta revertido. Este estudio confirma que entre los seguidores del presidente sus palabras tienen un alto impacto. Si el presidente ataca a las instituciones electorales, sus seguidores lo registran y lo traducen en pérdida de confianza a las instancias a las que el presidente alude. Es un hecho que el presidente tiene influencia sobre su grupo de seguidores. Una muy alta.
Pero los mexicanos tenemos un elemento de discernimiento importante. Quien minimiza o ningunea al elector, simplemente no lo entiende. Consideramos a muchos mexicanos como parte de una transacción de votos a cambio de algún beneficio. Pero este mismo elector tiene capacidad de escuchar y modificar su percepción, es racional y es un votante inteligente. El tema es que no toda instancia emisora de un mensaje es creíble. Y esta es una pieza de información muy importante para quien aspira a tener peso en la opinión pública.
En el estudio al que hago referencia se hace un experimento a través de encuestas a grupos receptores de mensajes y es notable que un mensaje que se percibe partidista no tiene el efecto al de aquel que se emite desde una instancia que se considera neutral. Una institución u observador electoral internacional, según este estudio, puede revertir los efectos que el discurso del presidente puede tener sobre algunas instituciones, en el caso de estudio las electorales. La neutralidad o credibilidad del emisor del mensaje es muy importante.
Por eso creo que deben multiplicarse en el país las instancias que ganen la credibilidad de los mexicanos. Las instituciones académicas estamos llamadas a jugar ese papel ofreciendo insumos de conocimiento valioso para la discusión pública. La clave es emitir mensajes bien sustentados con metodologías transparentes que puedan sostenerse a pesar de la disputa política. Eso se logra con rigor, con transparencia, con método. Es lo que centros de pensamiento y universidades tenemos que aportar al México de hoy.
Me encanta poder decir que, a partir de un estudio muy bien hecho, los juicios de los mexicanos no se condicionan por el mensaje del presidente por más que éste sea omnipresente. Hay espacios para influir en el juicio y percepción de mexicanos si provienen de instancias con credibilidad. Hay mucho que explorar y aprender de cómo se forja esa credibilidad y cómo el cambio de juicios y opiniones es posible. No para pretender manipular sino para informar a través del contraste de ideas. Eso nos reta a ser mejores como instancia generadoras de conocimiento y de insumos para la política pública. Sin ánimo de apabullar sino de contrastar, de retar, porque el conocimiento y la incidencia deben tener esa vocación, ser útiles, convencer, seducir, implementarse e impactar.
El reto no es comprar votos sino ganar el discernimiento. Hay lugar para ello.
*El nombre del estudio es Can Rebuttals Restore Confidence in Eroding Democracies? Brett Bessen, Susan Stoker y Andrés Uribe.