Edna Jaime

En defensa de un último bastión

El hecho es que la opinión del público no está empeñada, es sensible y cambia.

Es muy interesante la encuesta que publicó recientemente este diario sobra la opinión de los mexicanos en torno a la reforma judicial. En el lapso de algunas semanas lo que era un apoyo mayoritario a dicha propuesta se ha debilitado, al tiempo que la aprobación de la Suprema Corte se fortalece. Eso de que el voto mayoritario que recibió Morena en la elección del 2 de julio da un mandato para esa reforma es tramposo. De hecho, una mayoría de mexicanos manifiestan desconocer o conocer poco de lo que trata dicha propuesta de cambio constitucional.

El hecho es que la opinión del público no está empeñada, es sensible y cambia. Esto que describo no es sobrenatural (aunque lo pareciera en nuestro caso): el foro público cuando es abierto permite el contraste de ideas lo que contribuye a formar opinión. Esto que pensábamos descompuesto en nuestra sociedad, vive. Ha tenido un actor preponderante en el presidente que ha sabido aprovechar el foro público con destreza, ha buscado silenciar otras voces y ha intentado deslegitimar a quienes lo retan, haciendo parecer que no hay otra interpretación de las cosas más la que él postula. Y si revisamos estos años de su mandato, no hubo retador creíble en el ring de las narrativas. En una esquina un discurso emocional, sostenido, casi omnipresente; en el otro lado, casi lo mismo de siempre. El knock out fue rotundo.

En un artículo anterior en este mismo espacio, reseñaba yo los hallazgos de un artículo académico en proceso de publicación que estudia el impacto de los ataques del presidente sobre la credibilidad del INE. La metodología consiste en un experimento en el que se expone a un grupo de personas a las expresiones del presidente, lo mismo que la de otros actores. El documento encuentra que los ataques del presidente afectan negativamente la credibilidad del Instituto, que esto no se contrarresta con la opinión de grupos opositores dentro del país y que sólo logra revertirse y mejorarse si el emisor de una defensa es una entidad que cuenta de legitimidad. Resulta que en este estudio fue una organización internacional. Por aquí hay una línea de reflexión del porqué el presidente se convirtió en ese actor preponderante (algunos de sus detractores estaban vencidos de antemano) y lo que necesitamos para que no fenezcan los espacios de discusión pública que son parte de sociedades abiertas.

La resistencia a la reforma del poder judicial ha sido intensa. Organizaciones de sociedad civil, barra de abogados, organismos internacionales, los propios trabajadores de la judicatura están moviendo la aguja de las percepciones. No son los políticos de siempre, ni los partidos desacreditados los que llevan el estandarte y quizá es eso lo que esté causando mella. En su lugar aparecen juzgadores, trabajadores administrativos de la judicatura que postean en redes sus motivaciones, sus miedos y se presentan como personas reales. Una coalición diversa que quizá no logre parar los cambios constitucionales pero sí está complicando el cierre de la administración y el inicio de la siguiente. El foro público en el país sigue abierto, todavía vibra, pero es incierto por cuánto tiempo más. Porque si éste se cierra o se estrecha lo que vendrá para el país será ominoso.

Frente a reformas constitucionales que implican una reconfiguración profunda del Estado mexicano solemos plantearnos, ante el escenario de su aprobación, una recreación del pasado. No tendremos copia nítida de todo lo que aquello implicó pero algunas versiones de eso quizá se reproduzcan. La hegemonía en el ámbito electoral puede ser un escenario si los órganos electorales pierden autonomía o incluso se subsumen dentro de alguna estructura gubernamental. Otro componente es la hegemonía cultural por llamarlo de alguna manera. En el pasado era apabullante por dos razones: el peso ideológico de una revolución y por el hecho de que el partido organizó desde el poder a los sectores sociales para colocarlos dentro de su estructura, con fines de control político. No puedo imaginarme que en esta era, eso pueda repetirse. Pero las señales de que el espacio público se estrecha las tenemos desde que inició la administración.

El espacio público es aquel donde concurrimos con posturas, con ideas con razones o sinrazones. El mantenerlo abierto permitiría que la hegemonía electoral de un partido no nos ahogué, que surjan alternativas aun en la adversidad. Es el lugar en el que se pueden fraguar los proyectos futuros para el país. Los Méxicos posibles.

Yo celebro los argumentos, el contraste de ideas, las voces disidentes. Hoy en particular la de los juzgadores, los trabajadores de la justicia. Porque han sido valientes en un entorno en el que es fácil acomodarse o guardar silencio. Son estas manifestaciones los que dan esperanza al país.

COLUMNAS ANTERIORES

¿Dónde está la raya?
Cómo explicarles…

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.