El próximo año será especial. Lo será porque los cambios constitucionales del 2024 tocarán la realidad. Me refiero a que las puertas de órganos autónomos serán clausuradas, la elección de jueces, magistrados y ministros tendrá lugar, provocando un relevo de personas juzgadoras casi masivo. Al mismo tiempo, reformas preocupantes como la de la ampliación del catálogo de delitos con prisión preventiva oficiosa o la propia de la supremacía constitucional mostrarán su impacto en derechos humanos y en otros ámbitos.
El país no va a parar. Y no quiero hacer un augurio de los malos tiempos por venir. Pienso que el país tiene una fortaleza construida a lo largo de los años que lo hace resiliente. Y veremos a regiones exitosas beneficiarse del nearshoring, y a empresas de bienes de consumo crecer y a muchos mexicanos (espero que sean muchísimos) con oportunidades. Luis Rubio, en alguno de sus artículos, lo ha llamado China light. Economía que funciona con restricciones a los derechos políticos propias de un régimen autocrático o que se acerca a ello. Esta combinación no es imposible, pero se requiere un piso básico de certezas que todavía tiene que ser construido. Y hacer sostenible nuestra relación con nuestros vecinos de Norteamérica, que son el sustento de cualquier modelo que se pretenda.
Junto a lo anterior, veo que estamos en una fase de “mea culpa” de los grupos que impulsaron el modelo de economía y política abiertas. Que si falló en el modelo de pensiones, que si faltó ajustar en lo fiscal, que si las privatizaciones estuvieron sesgadas, y una serie de autorecriminaciones que son entendibles, pero que también castigan el mérito de una visión. Pienso que teníamos un modelo agotado y lo que se vislumbró para darle viabilidad al país fue de lo más loable. Con éxitos indiscutibles. Y más que eso, con un legado que se entregó al gobierno de López Obrador y ahora a su sucesora, Claudia Sheinbaum, como una colección de aciertos y desaciertos. Como una hoja de balance con activos y pasivos.
Pienso que el grupo de personas que impulsaron el cambio en el modelo lo hicieron porque se abrió la oportunidad de pensar diferente para el país y porque se abrevó de las mejores prácticas del momento y se buscó avanzar una democracia porque el autoritarismo priista no encajaba con las nuevas realidades. Que existieron políticos que no entendieron su circunstancia es otra cosa. Que los políticos priistas y de otros partidos en el poder no quisieran dar los siguientes pasos para que el modelo llegara a sus últimas consecuencias hay que adjudicárselos a ellos. Políticos y grupos encumbrados que no quisieron ver vulnerados sus privilegios. A ellos hay que señalar.
Lo que pienso que es cierto es que en los últimos 30 años el país se transformó profundamente. Lo mismo que su sociedad. Que no somos un monolítico, sino una identidad en la que caben muchas identidades. Y que esa pluralidad es un rasgo de nuestra modernidad y propulsora de cambios que deben considerarnos a todos.
Los detractores de los cambios de los últimos 30 años en el país tienen mucha evidencia para hablar de un fracaso. Los votos de los mexicanos en dos elecciones sucesivas manifiestan una desafección por aquello que llamamos transición democrática. Pero todo esto no borra cinco lustros de transformaciones. En uno de los episodios de “Con su permiso”, el podcast de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, que muy bien conducen Carlos Elizondo, Azucena Rojas y Beata Wojna (open.spotify.com), cuestionan al invitado, el ministro en retiro José Ramón Cossío, sobre la reforma judicial. José Ramón expresa su opinión sobre la reforma, pero expresa mucho más en su mensaje. A la pregunta de Azucena Rojas sobre el papel de la sociedad civil, universidades y actores diversos de la sociedad, dice algo de mucho peso que pienso debe conducir nuestras acciones en los siguientes años. No cito textual, pero transcribo el mensaje: la 4T recibió un legado. Activos democráticos expresados en instituciones con autonomía constitucional, la suscripción a convenciones internacionales de respeto a derechos humanos, mecanismos de rendición de cuentas. Digo en apoyo a José Ramón que son activos democráticos que se entregaron a los gobiernos de Morena. Como ciudadanos debemos velar por esos activos y su eventual trasmutación, y preguntar qué nos dejan.
Me parece muy acertada la propuesta de José Ramón de documentar los hechos, lo que transcurra en estos últimos años ¿Qué pasa con ese legado que se entregó? ¿En qué se transforma?
La Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno recibe a José Ramón Cossío como profesor distinguido. Una de sus iniciativas será documentar. Un observatorio de la justicia se hará cargo de revisar el legado y los pasos subsiguientes en materia del Poder Judicial. ¿Qué pasa con lo que se deja, qué sigue? ¿Cuál es el balance? Nos toca a los centros académicos, a organizaciones de sociedad civil y a grupos diversos hacer esta observación y seguimiento. Lo que la transición construyó y legó, y lo que se hace con ese legado.
Porque si los cambios recientes no nos dejan mejor, hay que expresarlo. Mientras tengamos la posibilidad de usar la voz, el argumento y la conversación, el país tiene futuro.