La autora es directora de México Evalúa .
Me pregunto qué sienten las funcionarias y funcionarios de alto perfil que ocupan carteras (que solían ser) muy importantes, al ver que están de adorno en el gabinete. Son floreros. Bonitos, finos, como la secretaria de Gobernación y su subsecretario de Derechos Humanos. Son personas muy bien reconocidas por los servicios que han prestado al país y por su actuar siempre regido por la integridad, pero que hoy parece que no tienen posibilidad de hacer un cambio tangible en las carteras y agendas que manejan. Porque sus temas no son del interés del presidente; porque las decisiones que supuestamente están en su ámbito de trabajo en realidad se toman en otra parte y, el colmo, porque la reducción de su presupuesto hace casi inviable su mandato.
Tuve ocasión de escuchar a Olga Sánchez Cordero en el Colmex, en una de las sesiones del Seminario de Violencia y Paz, con López Obrador ya como presidente electo. El tema central fue el de las víctimas y la perspectiva positiva que generaba el cambio de gobierno, ante la esperanza de que por fin se abrieran las puertas de la justicia. La sesión estuvo llena de emoción: la que sería secretaria de Gobernación mostraba una genuina empatía y una apertura como no se habían visto antes.
Casi dos años después del evento, la agenda de justicia para las víctimas de las distintas violencias que existen en el país –incluida la violencia perpetrada por el Estado– está extraviada, diluida, menospreciada. Las comisiones de atención a víctimas, de búsqueda de desaparecidos, de atención a la violencia contra las mujeres, todas bajo el manto de Gobernación, están trabajando en el desierto. Supongo que con un apoyo de palabra por parte de la jefa, la secretaria, pero sin recursos, sin liderazgos que permitan la articulación con otras instancias del Estado mexicano; es decir, sin lo elemental para responder.
El desprecio del presidente hacia está agenda se acentúa con la marcha de su administración. Hace apenas unos días, en el marco de su Informe de Gobierno, mencionó que no había más desapariciones en el país. Qué falta de sensibilidad y de respeto a quienes sufren por un familiar no localizado y por los que se suman todos los días. Importa también recordar que en marzo pasado, en la marcha contra las violencias de género, hubo silencio como respuesta oficial. Meses atrás, en la nueva marcha del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, encabezada por Javier Sicilia y los LeBarón, luego del atentado que sufrió la familia y que dejó a mujeres y niños muertos, hubo deprecio por parte del titular del Ejecutivo, quien dijo que "debía cuidar la investidura presidencial". Por eso no los recibió.
¿Cuál será el legado de la secretaria de Gobernación en su paso por el gobierno? En realidad, desde su despacho no parece que se resuelvan los asuntos más álgidos de la política nacional. 'Liberada' de esa responsabilidad, su agenda debería concentrarse en uno de los temas más importantes para el país: la justicia. No está en sus manos resolverla, pero sí lograr las articulaciones básicas para que las instituciones del Estado mexicano responsables se hagan cargo. Si éste no es su mandato, entonces no sé cuál es.
La secretaria Sánchez Cordero entiende muy bien cuáles son los retos de la justicia mexicana. En su paso por la Suprema Corte de Justicia de la Nación atendió y resolvió temas de gran calado. Sabe también lo que está en juego cuando el Estado no puede responder a las víctimas; cuando la conflictividad social crece porque no encuentra contención en las instituciones del Estado. Esta semana le tocó atender al grupo de mujeres que tomaron las instalaciones de la CNDH, luego de que sintieran el desprecio de su presidenta, Rosario Piedra, hacia sus demandas. La titular de Gobernación no puede conformarse con ser la que da la cara en el conflicto. Porque eventualmente se va a desgastar. Va a perder credibilidad.
La exministra también entiende cuán falsas son las salidas que propone el populismo penal como solución a la inseguridad y a la impunidad. Ella no puede solamente hacerse a un lado cuando llegue la andanada de propuestas que quieran dar mucho poder a las fiscalías, a costa del respeto a los derechos humanos y procesales. Conociendo su trayectoria, su silencio sería traición a toda una historia de vida.
Por todos los atributos que veo en su persona –y porque, a fin de cuentas, no es ajeno a su responsabilidad como secretaria de Gobernación–, creo que Olga Sánchez Cordero es una pieza fundamental para que este gobierno se acerque a las víctimas, encuentre los mecanismos para proveerles justicia y fortalezca el sistema de justicia. Sería muy decepcionante ver a la secretaria conformarse con ser el florero, ese adorno que viste la mesa (el gabinete), pero que no la sostiene. Ella está llamada a ser más. Mucho más.