Edna Jaime

¿Punto de inflexión para un verdadero cambio?

Si trasladamos el enfoque de lo macro (lo federal) a lo micro (lo local), podremos avanzar en la solución de nuestros problemas más apremiantes.

La autora es directora de México Evalúa .

El uso de la fuerza suele ser abusivo. Le da a quien lo detenta una ventaja sobre el otro. Y eso, al parecer, enloquece. La autorregulación es un buen deseo que en la práctica no opera. Por eso el oficial Derek Chauvin, teniendo ya sometido a George Floyd, se ensañó con él hasta quitarle la vida. Quién sabe cuántos prejuicios y traumas contenidos se habrán liberado en esa expresión de fuerza innecesaria.

Los hombres no somos ángeles: necesitamos de un gobierno, postulaba James Madison. Ese gobierno, compuesto por hombres, también necesita de controles. En la búsqueda de esos equilibrios se nos debe ir la vida. Porque es la única manera de proteger derechos y libertades.

A propósito de este incidente que ha movilizado a grupos de la sociedad estadounidense a lo largo del país, Barack Obama escribió un artículo en la plataforma Medium que no tiene desperdicio. Me gustó porque de alguna manera concluye con recomendaciones de política pública. Y éstas son un instrumento muy poderoso –lo he dicho siempre– para cambiar realidades. Pero la política pública no es un tema de laboratorios científicos donde se prueban correlaciones o predicciones. Es más bien resultado de la interacción entre la política y el conocimiento. A veces prevalece una, a veces el otro. Y en el peor de los casos, ninguna.

El título del artículo de Obama es sugerente porque plantea la posibilidad de un desenlace feliz: "Cómo hacer de este momento un punto de inflexión para un verdadero cambio". Y me encanta pensar que los cambios para bien son posibles. Las reflexiones del expresidente no forman un instructivo que se haya que seguir al pie de la letra. Provee de buenas ideas para provocar los cambios deseados. El contexto es el estadounidense, con sus instituciones y sus normas, pero aplicable en otros, por qué no. Reitero, me gustó leerlo porque permite regresarle su lugar a la política y porque le da importancia a la protesta pero también al voto, como la expresión institucionalizada de nuestras preferencias.

En México deberíamos estar muy interesados en controlar la fuerza. No contamos con escenas televisadas como las que circularon en Estados Unidos y desataron las expansivas expresiones de repudio, pero sí tenemos una lista de miles de desapariciones, algunas perpetradas, podemos presumir, por agentes del Estado. Abuso de la fuerza la tenemos todos los días. Lo más reciente es el caso de Giovanni. La diferencia es que acá está normalizado. Y los contrapesos son muy débiles. Las víctimas no cuentan.

La Guardia Nacional militar y las Fuerzas Armadas haciendo tareas de seguridad en este país implica un riesgo enorme de abuso en el uso de la fuerza. Las policías estadounidenses pasan por buenos entrenamientos en academias y muchas cuentan con esquemas de control que nosotros ni imaginamos. Una combinación amplia de mecanismos de control interno y vigilancia externa que apenas alcanza a regular el uso de la fuerza para apegarlo a la ley. En muchos casos, como es evidente, no lo logran. Ahora pensemos en lo que pasa en México. No tenemos ese entrenamiento; menos esos contrapesos o mecanismos de vigilancia.

En su artículo el expresidente Obama plantea recomendaciones muy sensatas. El enfoque es la regulación del uso de la fuerza, pero puede ser aplicado a otros problemas públicos.

Su primera recomendación es equilibrar protesta con política. Dice que la protesta incomoda a los políticos, los cimbra, lo que es necesario si queremos sacarlos de la zona de confort, moverlos del espacio en donde ellos ganan al espacio donde ellos sirven. Pero la protesta sola no alcanza; se necesita de la política y del instrumento que tenemos para hacerla: el voto.

Obama también invita a pensar a qué ámbito de gobierno es importante apelar para lograr los cambios deseados. En México tenemos la mala costumbre de aludir al presidente de la República hasta por el mal servicio de recolección de basura. De ese tamaño es nuestra confusión. No saber qué demandar a quién es un problema porque lleva de la mano su contraparte: no saber a quién exigir cuentas de qué. Y en río revuelto ganancia de pescadores.

Otro tema que se aborda en el artículo es el enfoque en lo local. Son las reformas hechas a la medida de lo muy local lo que puede cambiar nuestras vidas. Si trasladamos el enfoque de lo macro (lo federal) a lo micro (lo local), podremos avanzar en la solución de nuestros problemas más apremiantes. Esto, en el tema de la seguridad, es evidente. Pero así hay otros más.

En circunstancias como las presentes, en las que ya no sentimos lo duro sino lo tupido, hay que abrir el espectro de nuestra visión. Descontar que del gobierno federal surgirán soluciones, y abocarnos a lo local. Construir buena política desde ahí. Elegir a los mejores en esos ámbitos de gobierno. Protestar con argumentos en la mano y cambiar la dinámica de la política para que nos sirva a nosotros, los ciudadanos. ¿A poco no se antoja éste como un punto de inflexión para un verdadero cambio?

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