Edna Jaime

Tiremos la casa por la ventana para salvar vidas

No hay responsabilidad más grande para un gobierno que proteger la vida de los ciudadanos, lo que implica poner en su máxima capacidad a los servicios de salud.

La autora es directora de México Evalúa .

El 8 de enero de 2020 el presidente López Obrador declaró que "todo el debate del sexenio pasado se cargó a la llamada reforma educativa y no se habló del sector salud y lo dejaron maltrecho". Se comprometió entonces a que tendríamos un sistema de salud como el que tienen en Dinamarca y Canadá, "porque no es un problema de presupuesto, es un problema de corrupción", afirmó.

Al presidente López Obrador le gustan las frases fáciles, no lo cálculos difíciles. En 2019, México gastó por habitante 583 dólares. Para alcanzar el nivel de gasto en salud de Dinamarca tendríamos que gastar cuatro mil 80 dólares más per cápita; para el caso de Canadá tres mil 232 dólares más (el gasto per cápita en dólares se obtuvo de las estadísticas de la OCDE). Aun si se recuperara cada peso desviado por corrupción tendríamos que multiplicarlo por factores muy altos para alcanzar los estándares a los que aspira el presidente.

Pero hay temas más delicados que las expresiones imprecisas de nuestro mandatario. Lo preocupante es la torpeza en el manejo de la salud en medio de esta crisis. Me refiero a la incompetencia que se refleja en los subejercicios de gasto que persisten en el sector. Un gobierno diligente no sólo gastaría lo asignado con oportunidad, sino que estaría destinándole recursos de manera masiva.

A dos meses de que terminara 2020 se había gastado sólo 68 por ciento del presupuesto aprobado para todo el año. De hecho, el gasto observado es apenas 0.9 por ciento mayor al realizado en 2019, a pesar de la obvia mayor demanda en servicios de salud. Julio y agosto 2020 registraron un mayor gasto que los mismos meses del año anterior. A partir de septiembre se ha gastado menos. Para este mes 2.5 por ciento menos, para octubre, la disminución fue de 10 por ciento.

Al analizar el gasto de las principales instituciones de salud, observamos que todas reportaron un gasto menor al planeado de enero a octubre. Lo mismo ha ocurrido con la inversión en salud. (Si el lector quisiera más información la puede encontrar en Números de Erario, micrositio de la página de México Evalúa.)

Decía José Ángel Gurría, secretario general de la OCDE, en una intervención en el marco de la FIL Guadalajara, que no hay prioridad más grande en este momento que salvar vidas. Que el debate entre proteger la vida o sostener la actividad económica es falso. Las medidas para proteger la vida tienen en sí mismas las semillas de la recuperación.

Entiendo de estas palabras varias cosas. Primero que no hay responsabilidad más grande para un gobierno que proteger la vida. Lo demás debe acomodarse a esta prioridad. Salvar vidas implica poner en su máxima capacidad a los servicios de salud en este momento. No sólo para atender a quienes han contraído el virus, sino a los usuarios de los servicios públicos que se han visto relegados porque los recursos disponibles están destinados a atender la emergencia. En este periodo, hay decesos no asociados al virus que ocurrieron por desatención.

Es más que desafortunado que el Insabi, la institución que estará enfocada a la atención de la salud de la población sin seguridad social, apenas haya publicado sus reglas de operación el pasado 27 de noviembre. El presidente se dio a la cruzada contra la corrupción como él entiende que debe hacerlo: desmantelando lo existente. Lamentablemente no tiene el mismo talento para construir sobre lo que destruye.

Entre una cosa y la otra, me refiero al virus y a la cruzada del presidente contra molinos de viento, el gobierno federal está desprotegiendo lo más valioso: nuestras vidas.

Paro hay otra arista que me gustaría explorar: la inversión en salud como la palanca de la recuperación. Optar por el sector salud como vía de recuperación económica, podría hacer posibles los objetivos que buscamos sin ponerlos a competir: proteger la vida y sostener la actividad económica.

El gobierno federal gasta en el sector salud 2.4 por ciento del PIB. Monto bajito frente al promedio de la OCDE, que es de más del doble (6.0 por ciento). Países de nuestra región, como Chile o Colombia, lo hacen bastante mejor que nosotros. La propuesta, en breve, es liberar recursos para incrementar el gasto en salud. Convertir a la salud en nuestra obsesión. Y abandonar otras, como la idea de apalancar nuestro desarrollo en las empresas productivas del Estado en el sector energético.

Mejor poner los recursos en la construcción de clínicas de primer nivel en zonas de pobre acceso a los servicios de salud; convertir a nuestros institutos nacionales en los mejores del mundo; capacitar a los prestadores de servicios de salud, pagarles mejor, protegerlos (como no lo hemos hecho hasta ahora); concluir la construcción del enorme inventario de hospitales inconclusos o abandonados. En pocas palabras, asegurar el acceso a este derecho a todos los mexicanos.

Si a mí me lo preguntan, esto sí sería un componente de una gran transformación. Vale la pena tirar la casa por la ventana por salvar vidas. No puede haber mejor objetivo para este o cualquier gobierno.

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