En junio pasado advertí en este espacio que la salida del general José Alfredo Ortega Reyes, quien se desempeñaba como secretario de Seguridad Pública de Michoacán, era una mala noticia. Michoacán vive bajo el asedio constante de las mafias dedicadas a la extorsión del sector agropecuario –aguacate, limón y berries– y a la boyante producción de drogas sintéticas. Las raíces de la violencia criminal en Michoacán son hondas, y se nutren de la complicidad de ciertas autoridades locales. Aun así, durante la gestión de Ortega Reyes, el estado avanzó gradualmente hacia la pacificación. En 2021, el crimen organizado asesinó a 2 mil 47 personas en Michoacán. La cifra se redujo a mil 805 en 2022 y a mil 336 en 2023. Esta tendencia de disminución continuó en el primer semestre de este año.
Durante su gestión, Ortega Reyes se animó a tomar decisiones difíciles. Una de las más importantes fue la remoción de mandos de la Guardia Civil (la policía estatal michoacana) coludidos con grupos criminales. Esta depuración, que era necesaria, hizo ruido y terminó por costar cara. Los mandos corruptos, y sus cómplices criminales, buscaron de una y mil maneras deshacerse del incómodo secretario, y en junio pasado incluso amagaron con que la Guardia Civil entraría a paro de labores. El gobernador Alfredo Ramírez Bedolla cedió, y en junio destituyó al general Ortega Reyes (que no siempre fue de su grupo cercano) y en su lugar designó a un incondicional, sin experiencia en materia de seguridad. Quien de verdad ha llevado en los últimos meses las riendas de la policía estatal es un subsecretario. Los mandos corruptos que habían sido cesados fueron reinstalados, y se rompió la relación de confianza y coordinación que Ortega Reyes había cultivado entre la Guardia Civil y las Fuerzas Armadas (Sedena, Semar y la GN).
Sin embargo, lo más grave es que con la salida del general Ortega, el CJNG vio una oportunidad. El cártel encabezado por el Mencho formó una alianza con sus antiguos rivales, Los Viagras, la organización de los hermanos Sierra Santana, que ahora operan como el Cártel Michoacán Nueva Generación. Es un parteaguas. Hasta ahora, el panorama delictivo en Michoacán había estado siempre dominado por organizaciones locales: La Familia, Los Caballeros Templarios, más recientemente la coalición conocida como Guerreros Unidos. La alianza con Los Viagras abre la puerta a que el CJNG se consolide como la organización dominante en el estado. Lo más probable es que irrumpa con una estrategia mucho agresiva para aniquilar a sus rivales, incursionar en nuevos negocios criminales y extender las extorsiones en el ámbito urbano, como ha ocurrido desde que se instaló en Guanajuato.
El Cártel Michoacán Nueva Generación arrancó con nuevas presiones sobre los productores de limón de Tierra Caliente. En septiembre fue asesinado José Luis Aguiñaga, uno de los principales líderes limoneros de la región. El asesinato y las constantes extorsiones llevaron a una suspensión de labores entre los productores y a un alza en los precios del cítrico. La nueva alianza criminal que opera en Michoacán recurre de forma indiscriminada al armamento de alto calibre. Los ataques con drones cargados de explosivos –sello inconfundible del CJNG– han estado a la orden del día. A fines de agosto, tras la primera oleada de ataques de la alianza CJNG-Los Viagras, un observador escribía ‘las autoridades se quedaron simplemente al margen’. Con la salida de Ortega Reyes, al parecer, la indolencia se instaló en el ánimo de la policía michoacana: no asignan gasolina y no salen, no salen y no peligran; no peligran porque permiten, etcétera.
Con el surgimiento del Cártel Michoacán Nueva Generación el escenario de mediano plazo es preocupante. Sin una respuesta contundente de las autoridades, la opresión a la población, y en particular a los productores agrícolas, se volverá insoportable. Los productores seguirán la ruta que ya se marcó hace 10 años, durante el auge de Los Caballeros Templarios: la reactivación de grupos paramilitares o ‘de autodefensa’, con un riesgo mucho más elevado para las comunidades. En aquel entonces, lo peor pudo evitarse por medio de una virtual ocupación del territorio michoacano por parte de las Fuerzas Armadas, y una especie de tutelaje federal sobre el gobierno del estado.
Desafortunadamente, esta nueva crisis en Michoacán llega en mal momento. En el país hay demasiados incendios: Chiapas, la guerra entre la gente del Mayo y Los Chapitos (que también acaban de sellar una alianza con el Mencho Oseguera), y la parálisis en el Poder Judicial. La presidenta Sheinbaum, el general Trevilla Trejo y el secretario García Harfuch estarán desbordados en la vorágine del arranque de sexenio. Tal vez ahora al gobernador Ramírez Bedolla le toque lidiar con las consecuencias de su irresponsabilidad por sus propios medios.