En los dos primeros meses de 2020, el gobierno de AMLO extraditó al menos a 30 personas a Estados Unidos. Es un ritmo inusual, más o menos el triple de la velocidad habitual de las extradiciones. Sin embargo, con los primeros grupos de extraditados de este año, no parecía que el gobierno mexicano estuviera entregando a las autoridades norteamericanas a personajes decisivos. En su mayoría se trataba de extradiciones que llegaban tarde; solicitudes viejas, de criminales que alcanzaron la cúspide de sus carreras hace varios años y que ya no tienen información valiosa sobre el mundo delictivo actual.
Entre los extraditados estaba, por ejemplo, Gilberto Barragán Balderas, El Tocayo, quien fuera un líder importante del Cártel del Golfo antes de su detención, en 2011 (en los casi diez años que El Tocayo pasó en el penal del Altiplano, el Cártel del Golfo prácticamente dejó de existir). Entre los extraditados había también mandos de nivel medio de Los Zetas y del extinto Cártel de Juárez. Había un miembro de la pandilla Barrio Azteca, implicado en un atentado contra personal del consulado norteamericano en Ciudad Juárez, ocurrido en 2010. Las extradiciones parecían, más que otra cosa, un gesto de desagravio después del trágico asesinato de nueve mujeres y niños mormones ocurrido en Bavispe, Sonora, en noviembre de 2019.
Sin embargo, las cosas se pusieron interesantes el 20 de febrero con la entrega a autoridades norteamericanas de Rubén Oseguera González, El Menchito. Se trata del hijo del criminal más poderoso del país (ese mismo hijo que en 2015 fue varias veces arrestado, y que mostró una prodigiosa habilidad para conseguir que los jueces lo liberaran). Al parecer, antes de su arresto, El Menchito tenía una participación importante en las operaciones cotidianas del CJNG. Sin embargo, no sólo es una pieza clave por lo que pueda saber sobre el trasiego de droga a Estados Unidos. Su mera presencia en los tribunales norteamericanos pone al CJNG en una situación vulnerable. Sólo una semana después de su llegada a Estados Unidos, su hermana, Jessica Oseguera, fue arrestada por agentes de la DEA cuando intentaba verlo en las instalaciones de la corte en Washington. Todo parece indicar que Jessica, a su vez, tenía una participación importante en los esquemas de lavado de dinero del CJNG.
También llama la atención que, la semana pasada, el secretario de Estado, Mike Pompeo, anunciara personalmente que el exgobernador de Nayarit, Roberto Sandoval –de quien se dice que brindó protección al CJNG– fue designado, y que ya no podrá ingresar a territorio estadounidense. La protección de Sandoval muy probablemente contribuyó a que el CJNG pudiera hacerse de un lucrativo negocio con el fentanilo (la letal droga que se ha puesto de moda al norte de la frontera). Con sus cuentas congeladas en México y Estados Unidos, y varios excolaboradores en prisión, la detención de Roberto Sandoval parece ser sólo una cuestión de tiempo. Se trata de un mensaje que no pasará desapercibido para los numerosos funcionarios que hoy en día siguen en la nómina de la organización de El Mencho.
La extradición de El Menchito, la designación de Roberto Sandoval, y el notorio entusiasmo del canciller Ebrard por colaborar con los norteamericanos, me hacen pensar que, ahora sí, podemos esperar golpes importantes contra el CJNG. El siguiente paso lógico sería intentar la captura de su líder, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho. Desde que Donald Trump amagó, a fines del año pasado, con clasificar a los cárteles como organizaciones terroristas, se habla de una "operación binacional" que tendría como objetivo lograr dicha captura (por supuesto, con fines de extradición). De hecho, después de las negociaciones, a fines del año pasado, se dijo que Estados Unidos había solicitado, a cambio de no designar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas, dos cosas: la extradición de El Menchito y la captura de El Mencho. Ya se les cumplió la primera.
El problema, por supuesto, son las implicaciones de descabezar al cártel más próspero y con más poder de fuego del mundo. El CJNG es una organización relativamente joven y dependiente de su jefe, por lo menos si se le compara con el Cártel de Sinaloa al momento de la extradición de El Chapo. Es poco probable que se mantenga unido tras una eventual extradición de su líder. Si efectivamente hay intenciones para capturar y extraditar rápido al Mencho, la verdadera pregunta es si el gobierno mexicano tiene algo preparado para el día siguiente. En particular, si ya se pensó en qué podría pasar con las decenas de liderazgos del CJNG, desperdigados por Jalisco, Guanajuato, Veracruz y muchos otros estados, que hoy tienen gente armada a su cargo.