Eduardo Guerrero Gutierrez

La jugada maestra de Monreal

La reforma aprobada en el Senado para la creación de la Guardia Nacional es poco más que una garantía constitucional de que el Ejército podrá seguir en las calles por cinco años más.

Ricardo Monreal buscó quedarse con la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. No lo logró. El aparador más vistoso de la política mexicana fue para Claudia Sheinbaum. Sin embargo, la semana pasada el senador zacatecano demostró que no piensa quedarse con los brazos cruzados. Monreal supo ver una oportunidad dorada en el rechazo –enérgico y casi unívoco– del círculo rojo a la 'militarización'. Los partidos de oposición, los mismos que en su momento impulsaron la Ley de Seguridad Interior, convenientemente habían hecho suyo ese rechazo. Monreal logró encontrarle la cuadratura al círculo y conciliar con todos una nueva versión de la iniciativa de reforma constitucional. En una primera lectura esta versión parece muy distinta a la iniciativa original. Formalmente se establece que el mando de la Guardia Nacional será civil. Pero en una lectura más detenida resulta claro que lo aprobado por el Senado deja las manos libres al presidente para armar su estrategia de seguridad junto con las Fuerzas Armadas.

Monreal calculó bien. Por un lado, quedó como el gran constructor de acuerdos en la Cámara alta y como una figura con relativa independencia. Por otro lado, Monreal evitó una confrontación directa con López Obrador. El viernes, antes de la hora de la comida, Monreal anunciaba en su cuenta de Twitter que el presidente le había expresado su beneplácito por la aprobación de la Guardia Nacional.

Es comprensible que el presidente haya dado su visto bueno. Rechazar un acuerdo de todas las fuerzas políticas, que en teoría recoge las preocupaciones de muchas víctimas, le hubiera salido caro. La 4T exige celeridad, y el tema de la Guardia Nacional pudo haberse empantanado en el Congreso por largo tiempo en una discusión estéril. En cambio, el presidente no pierde gran cosa con las modificaciones que acordaron los senadores. Tal vez no consiguió la reforma constitucional que buscaba originalmente. Sin embargo, hay un artículo transitorio que le deja un plazo de cinco años, prácticamente el sexenio completo, para hacer uso de las Fuerzas Armadas como mejor le convenga. Por si fuera poco, es muy probable que también termine por imponerse su visión de una Guardia Nacional reclutada, entrenada y dirigida desde la Sedena.

Ayer domingo por la noche, en el programa La Silla Roja, de El Financiero-Bloomberg, Ana María Salazar, Enrique Quintana, Raymundo Riva Palacio y yo, conversamos al respecto con Alfonso Durazo. El secretario de Seguridad y Protección Ciudadana dejó en claro que el gobierno no ha renunciado a que los militares tengan una participación central en la construcción de la Guardia Nacional. Ya lo había dicho desde el viernes: las modificaciones a la iniciativa de reforma constitucional no son impedimento para que la Guardia Nacional tenga un mando militar. Durazo nos dio más detalles: la figura de la 'comisión' (que es como se dice en el gobierno cuando se hacen 'préstamos' de personal) podría utilizarse para que los elementos de la policía militar y la policía naval fueran transferidos a la Guardia Nacional; lo mismo que sus mandos. Bajo esta figura de la comisión, los soldados y marinos que también sean transferidos a la Guardia Nacional (algunos cursos de capacitación policial de por medio) ni siquiera tendrán que renunciar a su antigüedad y prestaciones como elementos de la Fuerzas Armadas.

La astuta jugada de Monreal, sumada al planteamiento del secretario Durazo, confirman que el acalorado debate sobre la militarización de la seguridad pública fue sumamente superficial. La dicotomía entre lo civil y lo militar parece tajante en la Constitución. Sin embargo, en los hechos la división inevitablemente se desdibuja. Por lo mismo, será fácil darle la vuelta al espíritu de lo aprobado la semana pasada en el Senado.

Difícilmente alguien se podría decir sorprendido o engañado si el presidente nombra a un militar para encabezar la Guardia Nacional. Desde hace varios años los gobernadores y alcaldes, de todos los signos políticos, se aficionaron a colocar militares al mando de sus policías. Al repasar a los actuales titulares de seguridad pública en los estados me vienen a la mente cinco casos: Jalisco, Morelos, Oaxaca, Sinaloa y Tamaulipas (curiosamente tres de estos son marinos). Nuestras policías, aunque legalmente son civiles, tienen su buena dosis de 'ADN militar'.

De esta forma, parece que se acerca a su fin la primera gran batalla legislativa del sexenio. El senador Monreal es el único verdadero ganador. Al final del día, la reforma aprobada es poco más que una garantía constitucional de que el Ejército podrá seguir en las calles por cinco años más (algo que igual hubiera pasado, con o sin reforma). Más allá de lo que diga la Constitución, el presidente tendrá la Guardia Nacional que quiere, sólo si le destina los recursos y el talento necesarios. Está por verse si esta Guardia Nacional tendrá las dimensiones y el alcance planteado, y si será algo en realidad distinto, como nos aseguró el secretario Durazo (quien enfatizó que el despliegue de los guardias será permanente en cada una de las 266 regiones, en lugar del constante movimiento de elementos, según la necesidad del momento, que hasta ahora ha caracterizado a los operativos conjuntos).

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