Opinión Eduardo Guerrero Gutierrez

'La Tropa del Infierno'

Los criminales reservan los ataques espectaculares para sus rivales. También pueden soltar su furia contra elementos federales cuando hay una detención importante en juego.

Tamaulipas recibió 2020 con una serie de enfrentamientos. De acuerdo con el vocero del gabinete de seguridad de Tamaulipas, nueve sicarios perdieron la vida entre el 31 de diciembre y el 1 de enero, en Nuevo Laredo y Miguel Alemán. Podría parecer un episodio más de violencia desbordada, como tantos otros que han ocurrido en Tamaulipas en la última década. Sin embargo, no es la misma historia de siempre. Los enfrentamientos esta vez no fueron entre el Cártel del Noreste (uno de los grupos criminales que surgieron tras la desintegración de Los Zetas) y alguna facción de lo que fuera el Cártel del Golfo. El blanco tampoco fueron las Fuerzas Armadas.

En esta ocasión los sicarios del Cártel del Noreste, conocidos como La Tropa del Infierno, agredieron principalmente a la Policía Estatal. Atacaron primero a un convoy que hacía un recorrido de vigilancia. Luego se fueron contra el hotel donde se hospedaban policías y contra un hospital donde atendían a algunos de los elementos heridos. La Tropa del Infierno iba fuertemente armada. Llevaban fusiles Barret calibre 50, de esos que pueden derribar helicópteros. El ruido de las balaceras se escuchaba al otro lado del río Bravo y las autoridades en Laredo, Texas, pidieron a la población no cruzar a México. Del lado mexicano la gente se guareció como mejor pudo. Policías estatales denunciaron que los elementos de la Guardia Nacional con presencia en la zona los dejaron solos.

Lo que pasó en Nuevo Laredo no es habitual. Los criminales reservan los ataques espectaculares para sus rivales. También pueden soltar su furia contra elementos federales cuando hay una detención importante en juego. En contraste, suelen usar la violencia de forma dosificada cuando se trata de policías locales. Su objetivo no es exterminar a la fuerza pública, sino controlar a las corporaciones a base de miedo y dinero. Lo más extraño del caso es que estos últimos ataques del Cártel del Noreste no fueron una ofensiva bien pensada sino un intento desesperado. Al final de cuentas, después de horas de angustia, el balance favoreció claramente a la Policía Estatal.

Para entender lo ocurrido es necesario tomar en cuenta que desde 2018 la Secretaría de Marina se llevó a más de 200 elementos que tenía desplegados en Nuevo Laredo. Los marinos habían logrado que en dicha ciudad, donde se encuentra el cruce fronterizo más importante en términos de mercancía, se mantuviera una aparente paz. Sin embargo, como ya había ocurrido en otros lugares, la intervención de los marinos se vio empañada por excesos reprobables, en particular la desaparición de 36 personas, que fueron detenidas en marzo de 2018 y que jamás fueron remitidas al Ministerio Público. Fue ante la creciente presión por estos abusos que la Semar decidió retirar a sus elementos.

Luego vino el cambio de gobierno. AMLO ha repetido una y otra vez que quiere poner fin a las desapariciones, las ejecuciones extrajudiciales y los demás excesos que se vivieron desde tiempos de Calderón. Sin embargo, hasta ahora no ha ofrecido nada que pueda servir para atender el aquí y el ahora de la violencia, y la falta de un contrapeso ante la barbarie criminal se ha sentido fuerte en varios estados. Cuando las Fuerzas Armadas hacían el trabajo sucio, los gobernadores tenían la cómoda salida de permanecer como espectadores. Nadie esperaba gran cosa de las policías estatales porque se asumía que lidiar con las milicias criminales era responsabilidad exclusiva del gobierno federal.

El juego cambió con el nuevo gobierno. El gobernador de Tamaulipas lo entendió y tomó el camino, hasta ahora excepcional, de intentar hacer frente por su cuenta a los criminales. Tamaulipas ya era una de las contadas entidades que había logrado unificar a las policías bajo el mando del gobierno estatal. Actualmente la Policía Estatal tiene más de cuatro mil elementos. El plan, al parecer respaldado con presupuesto, es que lleguen a ser casi siete mil para 2021. Sin embargo, la verdadera innovación ha sido armar, y entrenar en Estados Unidos, a grupos de operaciones especiales que tienen la instrucción inequívoca de usar toda la fuerza que consideren necesaria contra los criminales.

Hasta ahora, esta estrategia le ha funcionado relativamente bien al gobierno de Tamaulipas. La mayor parte de la población parece respaldar la decisión de combatir con mano dura a los delincuentes y el gobernador trae buenos niveles de aprobación. Sin embargo, la estrategia también tiene sus riesgos. Es preocupante, por decir lo menos, que algunos elementos de la Policía Estatal se presenten como una especie de escuadrón de la muerte, y que se les conozca en redes sociales como "fabricantes de viudas". Más preocupante es lo que pueda pasar a futuro si escala el conflicto entre la Policía Estatal de Tamaulipas y La Tropa del Infierno. Entonces habrá una decisión difícil de tomar en Palacio Nacional: apoyar o dejar solo a un gobernador audaz que decidió irse por la libre.

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