Eduardo Guerrero Gutierrez

Los palos de ciego de la Guardia Nacional

Para reconstruir la paz y no sólo reaccionar a la violencia, la Guardia Nacional tiene que dejar de dar palos de ciego.

En este sexenio la Guardia Nacional será la única apuesta real en materia de seguridad. Aunque el despliegue todavía es parcial, la Guardia ya es la que ocupa el papel protagónico: es la responsable de contener flujos migratorios; es también la que interviene después de los hechos de violencia más escandalosos; es la que combate el robo de trenes y el huachicol. La Guardia Nacional también hace frente a la delincuencia común, desde revisar mochilas en el Metro de la Ciudad de México hasta reemplazar por completo a la Policía Municipal en el sur de Veracruz.

Es decir, la Guardia Nacional hace de todo y opera más o menos como operaban las dependencias del gobierno federal en el pasado: como se va necesitando. Por lo tanto, el principal riesgo de la Guardia Nacional es la continuidad. En particular, la Guardia Nacional va que vuela para entrarle al juego perverso que se impuso en el pasado. Por un lado, gobiernos estatales que conocen y solapan el contubernio entre la delincuencia, los policías locales y el Ministerio Público. Por el otro lado, intervenciones del gobierno federal que, más que cualquier otra cosa, son la salida de emergencia que le permite a los gobernadores ser omisos o cómplices de este contubernio (total, si las cosas se salen de control, ya vendrán al rescate el Ejército o la Policía Federal). Con la presencia de las fuerzas federales se lograban contener temporalmente los excesos de los criminales. Sin embargo, el Ejército no podía ir mucho más allá porque no sabía lo que sí sabe la Policía: quiénes trabajan para la delincuencia, qué hacen y dónde se les puede encontrar. En buena medida los operativos conjuntos fueron cosa de dar golpes de ciego.

No hay un camino sencillo para poner fin a este juego perverso. El despliegue de 50 u 80 mil elementos apenas alcanza para apagar algunos fuegos, pero no para recuperar niveles aceptables de seguridad. Si el despliegue de la Guardia Nacional va a traer una transformación, es necesario construir, junto con las autoridades estatales y municipales, una serie de condiciones mínimas que hasta ahora no se han cumplido.

Estas condiciones mínimas pasan necesariamente por recuperar de manos de los criminales el control territorial. La tarea no es sencilla. Sin embargo, la Guardia Nacional tiene una ventaja importante: ha recibido el espaldarazo de un Presidente que todavía es muy popular. El general Rodríguez Bucio y los coordinadores de la Guardia Nacional están en una posición privilegiada para conseguir una mayor colaboración de los gobernadores y los alcaldes. ¿Qué deberían de exigir de estas autoridades? Muchas cosas, pero hay tres que me parecen indispensables.

Primera. Cerrar aquellos negocios que claramente sirvan como centro de operación para los criminales. Son lugares bien conocidos: bares, cachimbas y talleres que un día sí y otro también dan problemas. Es absurdo que los guardias se arriesguen para atrapar a los delincuentes en la sierra mientras que sus negocios operan a plena luz del día en las ciudades.

Segunda. Evitar la circulación de vehículos sin placas. Suena fácil, pero es algo que ha sido imposible en muchos estados y municipios. Para los criminales es indispensable moverse sin ser identificables, de forma que se las arreglan para llegar a un 'entendimiento' con la Policía de Tránsito y a ciertos vehículos sin placas nadie los molesta. A pesar de años de operativos, en lugares como Tamaulipas ni el Ejército ni la Marina ni la Policía Federal hicieron gran cosa para resolver el problema de los coches y las camionetas sin placas.

Tercera y más importante. Contar con inteligencia social. Para reconstruir la paz, y no sólo reaccionar a la violencia, la Guardia Nacional tiene que dejar de dar palos de ciego. Necesita saber qué pasa en las colonias, los pueblos y las rancherías. Conseguir esa información no debería ser tan difícil. De hecho, en varios estados las autoridades civiles ya han ensayado iniciativas. La idea es establecer alguna forma de organización vecinal, generalmente un grupo de 'vecinos vigilantes' o un 'comité' que se comunica con la Policía por medio de un grupo de WhatsApp.

Este es el mejor mecanismo para estar al tanto de lo que ocurre en territorio. Mucho más que las cámaras, los drones y todos los gadgets caros que tanto entusiasman a los altos funcionarios. En esos grupos de WhatsApp se sabe siempre que hay algún movimiento raro. Desde gente armada, hasta personas que están vendiendo drogas o riñas. Desafortunadamente, estos experimentos han sido fragmentarios y no queda claro cómo se utiliza la información. Sería tiempo de darles más rigor y de aprovecharlos ahí donde se van a tomar las decisiones importantes: en las mesas de coordinación que en teoría sesionan en cada una de las regiones donde está desplegada la Guardia Nacional. Poner fin a los palos de ciego.

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