Eduardo Guerrero Gutierrez

Se quedó solo

García Luna era una figura impresentable desde los tiempos en que estaba en la cúspide del poder como secretario de Seguridad Pública.

Genaro García Luna se quedó solo. Nadie salió a defenderlo después de que ayer se supiera de su detención en Texas. Ni Felipe Calderón, su propio exjefe, intentó exonerarlo; se limitó a manifestarse en un tuit "en favor de la ley y la justicia". No sorprende. García Luna era una figura impresentable desde los tiempos en que estaba en la cúspide del poder como secretario de Seguridad Pública. Llevaba a cuestas una larga lista de pifias y se hizo de enemigos. También había indicios de sobra en su contra. Se hablaba mucho de su sospechoso enriquecimiento, de sus propiedades, y de varios excesos y despilfarros con cargo al erario (me tocó constatar algunos personalmente cuando hice un diagnóstico sobre el estado que guardaba la Secretaría de Seguridad Pública a principios de 2013).

Sin embargo, García Luna era una figura demasiado temible como para que el gobierno de Peña Nieto se metiera con él. Tenía información sensible. Así que siguió haciendo negocios por algunos años. La detención de ayer es una chuza para la 4T. No importa si se gestionó desde Palacio Nacional o desde la corte federal de Brooklyn (aunque México querrá quedarse con algo del mérito, pues la FGR ya anunció que integra su propia carpeta contra Genaro "G" y que pedirá su extradición).

Para bien o para mal, cambia la conversación. La estrategia de guerra frontal al narcotráfico, esa que García Luna encabezó y que todavía tenía sus defensores acérrimos, queda sumergida en el lodo. Varios de los críticos de AMLO quedan desarmados a la hora de exigirle mejores resultados. De Durazo, por lo menos, no se sabe que sea narco. Sospecho que habrá poco apetito para protestar por la atropellada creación de la Guardia Nacional, o por los malos modos y los abusos con los que se está llevando a cabo la fusión con la Policía Federal.

Sin embargo, la detención de García Luna va más allá de la coyuntura. En primer lugar, porque esta detención podría ser la primera de muchas. Ya tenemos una larga lista de funcionarios que se mencionaron en el juicio de El Chapo. Ahora vendrá otro juicio y otra lista. A este ritmo no quedará títere con cabeza. En segundo lugar, porque quien fue responsable de la seguridad pública de todo el país ahora está preso en el extranjero, con cargos creíbles de proteger al Cártel de Sinaloa. Es una vergüenza y un fracaso para el país, no sólo para Calderón o para los neoliberales.

García Luna es un escándalo. Por la gravedad de los cargos que enfrenta. Por el puesto que tuvo. Por los recursos que manejó. Por los excesos y abusos que cometió desde su oficina. Sin embargo, no es un caso atípico. Es una creatura del sistema. Antes de él hubo varios. Si no cambian las cosas le seguirán tantos otros. Muchos gobiernos y muchas corporaciones del país, lo mismo civiles que militares, tienen sus pequeños genaros. Yo me he topado con uno que otro. Funcionarios que están envueltos en un halo turbio, pero que hacen carrera por años. Es sumamente difícil y riesgoso actuar contra ellos. De algunos nos enteramos tiempo después que fueron detenidos en Estados Unidos, o que cometieron aquí en México una barbaridad demasiado grande para pasarla por alto.

Felipe Calderón, y muchos otros, le deben una explicación a los mexicanos. Anticipo que alegarán que no sabían (como nadie sabía de José Luis Abarca, el alcalde de Iguala, ni del contubernio entre Los Templarios y el gobierno de Fausto Vallejo). En México opera un conveniente principio de ignorancia, donde se vale hacerse el sorprendido. Nadie está obligado ni a saber ni a averiguar. Ni los jefes ni los partidos ni la PGR ni el Cisen. Habría que preguntarle también, al presidente López Obrador y a todos los gobernadores, si este principio de ignorancia sigue vigente, o si ellos sí meten las manos al fuego por sus secretarios, sus fiscales y sus comandantes.

COLUMNAS ANTERIORES

Tres prioridades para la seguridad del próximo gobierno
Las candidatas y la seguridad: más allá de las propuestas

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.