Eduardo Guerrero Gutierrez

¿Tocamos fondo con la violencia?

El factor crítico que determina los ciclos de violencia criminal no es económico, sino que tiene que ver con las dinámicas de conflicto entre grupos criminales.

Probablemente sí. Me explico. Varios índices de violencia e inseguridad están en su peor momento histórico, pero ya no siguen empeorando. De acuerdo con las cifras que reportan las fiscalías de las entidades federativas, en el primer semestre de 2019 hubo 17 mil 138 homicidios dolosos, lo que supone una reducción del 1 por ciento respecto al segundo semestre de 2018. Esta disminución es completamente marginal. Sin embargo, es la primera ocasión, desde que se inició la contabilización oficial de víctimas, en 2015, en la que los homicidios dolosos no aumentaron. En términos de percepción, si nos guiamos por el más reciente levantamiento de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), las cosas tampoco han empeorado en lo que va del año. Mi pronóstico para los meses que restan de 2019 es de mejoría moderada.

En el futuro inmediato habrá menos presiones. El gobierno de AMLO arrancó con una cruzada contra el robo de combustible, la cual inevitablemente generó conflictividad en los primeros meses de 2019. Esta cruzada dio algunos resultados, sobre todo en lo referente a la ordeña de ductos. En algunas de las regiones más afectadas por esta modalidad de robo de combustible, particularmente en Puebla, he podido confirmar con autoridades locales que la disminución ha sido real.

Por supuesto, el 'huachicoleo' dista mucho de ser un problema resuelto. La disminución del 94 en el robo de combustible, que AMLO mencionó hace algunos días, suena bastante optimista. Preocupa, sobre todo, que la cruzada contra el huachicol no se haya reflejado hasta ahora en un repunte de las ventas formales de Pemex (aunque hasta cierto punto es comprensible que las ventas de la paraestatal hayan sido malas en los primeros meses del año, tanto por el cierre de ductos como por la mayor competencia). Dicho lo anterior, me parece justo afirmar que, en lo relativo a robo de combustible, la situación actual es menos crítica que a finales de 2018.

Por otro lado, no veo un riesgo inminente de que surja un conflicto criminal de grandes proporciones, con todos los males que dichos conflictos suelen acarrear (más balaceras en la vía pública, más agresiones contra autoridades y más delitos de alto perfil contra civiles). Ni AMLO, ni su círculo cercano, son entusiastas de las capturas de capos, que suelen ser el principal detonante de dichos conflictos. Tampoco parece haber mayor animosidad entre los dos principales cárteles que quedan en el país. Hace unos meses se rumoró el inició de una guerra entre El Mayo Zambada, del Cártel de Sinaloa, y El Mencho, del CJNG. Sin embargo, en el primer semestre de 2019 los enfrentamientos más sangrientos no involucraron a gente del Mayo. Se registraron primordialmente choques entre el CJNG y grupos locales: la Nueva Empresa, en Jalisco; Los Viagras, en Michoacán, y distintas facciones de Los Zetas, en Veracruz.

En las últimas semanas he notado preocupación sobre el impacto que la desaceleración de la economía pudiera tener en términos de delincuencia. El pronóstico económico de las calificadoras y bancos es reservado tirándole a malo. Los datos que reveló el Inegi la semana pasada confirman que la economía, aunque libró de panzazo la recesión, está en mal momento. En muchas empresas se habla de recortes de personal. Comprensiblemente, hay preocupación de que un aumento en el desempleo y una reducción del poder adquisitivo pudieran generar un nuevo repunte de la inseguridad.

Comparto esta preocupación, aunque creo que habría que matizarla. Un aumento en el desempleo daría lugar, primordialmente, a un aumento de las distintas modalidades de robos, sobre todo aquellos que cometen individuos o pequeños grupos (como los asaltos en el transporte público y los robos a casa habitación). Estas actividades, sin embargo, no tienen una vinculación directa con las organizaciones criminales de mayor peligrosidad.

Por otro lado, no parece haber una relación causal entre la actividad económica o las tasas de desempleo y las crisis de violencia criminal. Por ejemplo, la violencia en México tuvo un claro estallido en el verano de 2008, cuando la economía crecía a un ritmo aceptable. En contraste, en plena recesión de 2009, cuando la situación económica del país –y del mundo– se tornaba crítica, tuvimos un respiro en términos de homicidios. En realidad, el factor crítico que determina los ciclos de violencia criminal no es económico, sino que tiene que ver con las dinámicas de conflicto entre grupos criminales, sobre todo aquellos con mayor poder de fuego. Como expliqué previamente, no me parece que en lo que resta de 2019 vayamos a tener un nuevo conflicto criminal de grandes dimensiones.

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