Érase una vez un Número

Cómo hemos cambiado

Es fundamental entender los cambios demográficos en el país para poder diseñar políticas públicas que permitan enfrentar de mejor manera los principales desafíos que se tienen por delante.

Así se titula una canción de presuntos implicados que podría aplicarse a las conversaciones frecuentes que tenemos sobre el mundo tan diferente que les está tocando vivir a las nuevas generaciones y los cambios de los que hemos sido testigos a lo largo de nuestra vida; sin embargo, en muchas ocasiones se trata de anécdotas, intuiciones o hipótesis sin un respaldo científico.

La Encuesta Demográfica Retrospectiva (EDER) que realizó el Inegi en forma conjunta con el Colegio de México reconstruye la vida de los individuos a partir de un cuestionario biográfico y presenta información comparativa para varias generaciones: adultos de 50 a 54 años de edad, adultos de 40 a 49, adultos de 30 a 39 y jóvenes de 20 a 29 años. Si analizamos el cambio generacional utilizando las dos generaciones extremas encontraremos muchos aspectos positivos y algunos negativos.

Entre los negativos destacan:

Se amplió la brecha entre quienes residen en el ámbito urbano y rural, y dejaron la escuela temprano. Lo anterior se debió a que la proporción de mujeres en zonas rurales que salieron de la escuela antes de los 20 años pasó del 66.7 por ciento al 84.1 por ciento, contrario a lo que sucedió en zonas urbanas, donde el porcentaje de mujeres que dejaron sus estudios en sus primeros 20 años de vida disminuyó de 72.0 a 62.2, entre las dos generaciones.

No se observa ningún cambio en la proporción de personas que tuvieron su primer hijo dentro de sus primeros 20 años de vida. La estimación de la encuesta es la misma para las dos generaciones que estamos analizando (29.3 por ciento).

Entre las buenas noticias destacan:

Se comienza a trabajar a mayor edad. La proporción de personas cuyo inicio laboral se dio a una edad temprana fue menor en la generación nacida entre 1988 y 1997 (59.9 por ciento), que en la generación nacida entre 1962 y 1967 (68.7 por ciento). Al incorporarse al mercado de trabajo con mayor educación se incrementan las probabilidades de tener un buen desarrollo.

Disminuye la migración a edades tempranas. En concordancia con la información de otras fuentes, la proporción de personas que migran en sus primeros 20 años de vida a otro estado o país se redujo de 25.2 por ciento a 18.9 por ciento. Señal de que en esta generación existen mayores oportunidades de desarrollo en sus lugares de origen que en generaciones anteriores.

Se incrementa la participación de los hombres en el trabajo doméstico. La EDER destaca un importante cambio intergeneracional en el comportamiento de los hombres que actualmente residen en el ámbito urbano: se duplicó la proporción de hombres que iniciaron su trayectoria de trabajo doméstico y de cuidado en sus primeros 20 años de vida, de 16.9 por ciento en la generación de los que tienen entre 50 a 54 años de edad a 35.3 por ciento entre los que tienen entre 20 y 29 años. Una buena señal a favor de la equidad de género.

La proporción de personas que en sus primeros 20 años de vida tuvieron una unión se reduce de 40.3 por ciento a 35.3 por ciento; no obstante, se observan grandes diferencias entre las generaciones analizadas cuando analizamos el tipo de unión. Para el grupo de entrevistados que tienen entre 50 y 54 años de edad, el porcentaje de personas que su primera unión correspondió a una unión libre se estima en cerca del 35 por ciento; porcentaje que cambia radicalmente para los que tienen entre 20 y 29 años de edad, donde el porcentaje es cercano al 80 por ciento.

Si bien la generación joven inició su vida sexual a una edad temprana (antes de los 21 años) en mucho mayor proporción que los adultos, este cambio va acompañado de una mayor proporción de personas que usaron un método anticonceptivo antes del primer hijo en sus primeros 20 años de vida, que pasó de 8.4 por ciento en la generación adulta a 26.7 por ciento en los jóvenes.

Uno de los cambios intergeneracionales más notables tiene que ver con la disponibilidad de televisión en el hogar. En zonas rurales pasó de una proporción de 20 por ciento en la generación 1962-1967 a una proporción cercana al 80 por ciento en la generación 1988-1997; y en zonas urbanas del 60 por ciento a casi 100 por ciento. Si a este parámetro de la encuesta añadimos la existencia de redes sociales y dispositivos móviles encontramos que este quizá sea el cambio más profundo entre las dos generaciones. Se acabaron los Robinson Crusoe de este mundo, diría David Konzevik, extraordinario pensador y amigo.

Muchas cosas han cambiado nuestra forma de vivir; entenderlas es fundamental para diseñar políticas públicas que nos permitan enfrentar de mejor manera los principales desafíos que tenemos como país.

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