Universidad Iberoamericana de Puebla y Universidad de Guadalajara.
El presidente López Obrador es experto en generar problemas donde no los hay, con un alto costo para el país. La cancelación del NAIM es el mejor ejemplo, pero hay docenas de casos más: la implementación de la ley eléctrica que elevará costos de la electricidad que conlleva más contaminación y más despilfarro de recursos públicos, la eliminación del Seguro Popular sin tener una sustitución adecuada, la eliminación de las estancias infantiles y las escuelas de tiempo completo, la eliminación de los fideicomisos sin un uso adecuado de esos dineros, y un largo etcétera.
La última de la lista es la decisión presidencial de no acudir a la Cumbre de las Américas personalmente si Nicaragua, Cuba y Venezuela no son invitados por Estados Unidos a Los Ángeles el próximo mes de junio. Independientemente de lo que ocurra al final, si Estados Unidos no invita a esos países debido a su carácter de ser regímenes fuertemente autoritarios y el presidente de México no asiste, es evidente que las relaciones entre ambos países tendrán todavía un factor más de tensión. Ya son muchas razones (migración, crimen organizado, tráfico de armas, política energética, etcétera) y ahora habrá una más para tener un enfriamiento adicional.
Esto ocurre al mismo tiempo que México ha ingresado a la lista de países ‘híbridos’ con tendencia al autoritarismo de acuerdo a la revista The Economist, dejando ya el grupo de países democráticos, aunque con fallas. México se ha acercado a los países que ahora defiende y se ha enfilado a la lista de naciones donde los pilares de la democracia están siendo afectados.
La decisión del presidente López Obrador, además de ponerse del lado de los regímenes más autoritarios del continente argumentando que todo mundo debe ser invitado a la fiesta (independiente de las persecuciones y las violaciones de los derechos humanos que ocurran), deja de tomar en cuenta que en Estados Unidos viven alrededor de 30 millones de mexicanos. Que es una población equivalente a la que tienen los estados de Sonora, Baja California, Baja California Sur, Chihuahua, Nuevo León, Coahuila, Durango, Sinaloa, Colima, San Luis Potosí y Zacatecas. Es una población, además, que tiene que lidiar con autoridades en aquel país y que el enfriamiento de las relaciones diplomáticas, aun sin que el gobierno de Estados Unidos tome represalias concretas, tenderá a afectar.
Al presidente se le olvida también que México recibe más de 50 mil millones de dólares en remesas de los mexicanos que viven allá, y que somos el segundo socio comercial de ese país: México comercia con Estados Unidos 660 mil millones de dólares anuales (¡cerca de dos mil millones de dólares diarios!), de una infinidad de productos y servicios de los cuales viven millones de mexicanos.
La decisión es una gota más en el vaso que se está llenando y que está próximo a derramarse. Este vaso ha acumulado desencuentros y pérdida de confianza por una variedad de decisiones, como por ejemplo la liberación de Ovidio Guzmán en el ‘culiacanazo’; la salida de México del grupo de investigación sobre tráfico de narcóticos que tenía con la DEA desde hace decenios; la aplicación de medidas regulatorias en el sector energético que violan flagrantemente el TMEC; la política hostil hacia inversiones norteamericanas en diversos campos que han llevado incluso a la cancelación de inversiones millonarias, entre muchas más.
No sabemos cuándo se va a derramar el vaso de la relación, en la que el presidente Biden ha estado aguantando incluso afrentas personales, como la falta de reconocimiento inmediato a su triunfo electoral. Quizás nunca ocurra. Pero resulta improbable que en una situación complicada que pudiera afrontar México, Estados Unidos esté dispuesto a apoyarnos decididamente, como ocurrió en la crisis de 1995 cuando el Tesoro de ese país y el Fondo Monetario Internacional reunieron un paquete de rescate de 50 mil millones de dólares para apoyar a México. También parece improbable que las autoridades comerciales del vecino del norte se tienten el corazón para exigir hasta el último detalle el cumplimiento cabal del TMEC.
Andrés Manuel López Obrador está jalando la cuerda y parece olvidarse de que Estados Unidos tiene muchos instrumentos para hacerle la vida difícil al presidente y a México. ¿Qué no se da cuenta, señor presidente?