Universidad Iberoamericana de Puebla y Universidad de Guadalajara.
El atraso del sur del país es de hace muchos años y no fue inadvertido por algunos gobernantes. Desde la época de Porfirio Díaz, quien contempló la construcción de un canal que atravesara el istmo de Tehuantepec, tendió las líneas férreas que aún existen en la península de Yucatán, y renovó el puerto de Veracruz. Otros presidentes lo intentaron también a lo largo del siglo XX, pero sin la fuerza suficiente. Otros gobernantes de plano lo olvidaron o ayudaron a retrasarlo aún más.
En las épocas más recientes, tras el levantamiento del Ejército Zapatista, Zedillo construyó la carretera que va casi junto a la frontera sur, y Vicente Fox lanzó el Plan Puebla Panamá que prometía mucho si se lograba integrar toda la zona y servía de conexión del norte con el sur. En esos años, 2002, Santiago Levy, Georgina Kessel y Enrique Dávila escribieron el artículo ‘El sur también existe, un ensayo sobre desarrollo regional de México’ (https://core.ac.uk/download/pdf/6506966.pdf), en el que afirmaban: “se requiere un replanteamiento profundo que resuelva los problemas estructurales que han impedido que el sureste logre un desarrollo económico autosostenido”, y hacían una serie de propuestas para diseñar políticas públicas que lo lograran. Ni entonces ni en los sexenios posteriores el gobierno federal logró abatir significativamente las brechas. Ya han pasado 20 años de aquel intento.
La supuesta voluntad política y la decisión del presidente López Obrador de enfocar los proyectos de inversión pública más relevantes en el sur prometían que por fin habría algunos resultados. El AIFA, Dos Bocas, el Tren Maya y el corredor del istmo, además de la intensificación de los programas sociales en el sur inyectarían una enorme cantidad de recursos que deberían cerrar las diferencias con el resto del país.
En el reporte ‘El sur de México: atraso, brechas y abandono’, que acaba de publicar la organización Signos Vitales (https://signosvitalesmexico.org.mx/reportes/el-sur-de-mexico-atraso-brechas-y-abandono/), se constata nuevamente la premisa de Levy y sus coautores: el atraso subsiste, las brechas se ensanchan y persiste el abandono a pesar de la retórica oficial de ‘primero los pobres’ y de las inversiones cuantiosas en los proyectos de inversión mencionados. La política pública no ha sido efectiva. Por ejemplo, y contrario a la retórica del presidente, los apoyos sociales se han concentrado en la Ciudad de México a costa de la zona sur del país. Si bien los estados con mayor pobreza extrema en el país siguen siendo Guerrero (último lugar) Chiapas (posición 31), Oaxaca (30), Veracruz (29), Tabasco (28) y Puebla (posición 27), al sur han llegado menos programas sociales que al resto del país en el gobierno de López Obrador: sólo 2.6 intervenciones por beneficiario, mientras que en la Ciudad de México los apoyos sociales se duplican (5.9 por beneficiario). Aun en el centro norte del país los apoyos son mayores que en el sur: 3.1 intervenciones.
Desde 2016 existe una baja en el porcentaje de personas que han recibido becas pertenecientes a escuelas públicas y que además se encuentran debajo de la línea de pobreza. En 2020, las mayores disminuciones de presupuesto se presentan precisamente en los estados más pobres del país: Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz. La eliminación de las escuelas de tiempo completo, que beneficiaban sobre todo a las poblaciones rurales más vulnerables, afecta desproporcionadamente a los niños y padres de la región sur. ¿Dónde quedó la política de ‘primero los pobres’?
El sector privado, nacional y extranjero, invierte cada vez menos en construcción, 47.2 por ciento menos en los últimos dos años, caída de casi el doble que a nivel nacional (menos 26.7 por ciento). Al mismo tiempo, la política energética del gobierno desincentiva la formación de capital en donde el sur tiene ventajas competitivas respecto del resto del territorio, como la energía eólica. Es una oportunidad perdida para la región. La cuantiosa inversión en Dos Bocas ha impactado en el corto plazo la economía de Tabasco, pero en cuanto termine la construcción su derrama cotidiana sobre la economía regional será muy limitada. La refinación es una actividad intensiva en capital que genera pocos empleos, por lo que el auge actual no será sostenible.
Es triste que el reporte concluya, entre otras cosas, lo mismo que argumentaban Levy y sus coautores hace 20 años: que se requiere diseñar una serie de políticas públicas que aprovechen las ventajas con que cuenta el sur y evitar la apropiación de los beneficios por unos cuantos sin involucrar a la población. Pero es todavía más lamentable que siendo la primera vez que el sur es supuestamente la máxima prioridad de la agenda presidencial, el gobierno no tenga la capacidad, ni la voluntad verdadera, de apoyar su desarrollo de manera sostenible.