Enrique Cardenas

Estamos viendo el final de la película

En México estamos viviendo la primera parte de la película, pero los hechos en Venezuela nos muestran en qué terminará.

Somos testigos del drama por el que atraviesa el proceso electoral en Venezuela. El candidato oficial, Nicolás Maduro, que se aferra al poder después de 12 años como presidente, recibió el triunfo de su Consejo Nacional Electoral casi antes de que cerraran las casillas. Tras las protestas, ha utilizado la fuerza pública para amedrentar a la población, que se manifiesta en su contra y ordena la búsqueda y captura de los líderes opositores. Se trata de una elección en la que no se le permitió a la lideresa María Corina Machado ser la candidata presidencial y su lugar lo tuvo que tomar un valiente candidato ‘emergente’. Fue una elección plagada de irregularidades y en la que la autoridad electoral no ha podido mostrar las actas ‘oficiales’ después de tres semanas de los comicios. En contraste, la oposición publicó en Internet el 82 por ciento de esas actas al día siguiente. En esas actas, el candidato opositor Edmundo González Urrutia ganó con el 67 por ciento de los votos, mientras Maduro apenas obtuvo el 30 por ciento. Aun si en el resto de las casillas, cuyas actas no se han publicado, Maduro ganara con el 100 por ciento de los votos, no sería suficiente para remontar su derrota.

Maduro se niega a aceptar los resultados y detrás de él se encuentra la cúpula militar, con sus mandos resguardando las calles, fronteras y el Palacio de Miraflores, y coadyuvando a la represión. Y desde fuera, los gobiernos de Rusia, China y algunos países de Centroamérica reconocen el triunfo de Maduro, como la Nicaragua de Ortega. Ese es el elenco. También cerca de ese bando están Petro de Colombia, Lula de Brasil y López Obrador de México, que exigen la ‘verificación’ de las actas que no ha presentado el Consejo Electoral, e ignoran las actas que sí ha mostrado la oposición. No parecen tener prisa, como si no contaran los muertos y opositores encarcelados que se suman día a día.

Mientras tanto, la oposición está en pie de lucha y ha llamado a una manifestación en defensa del voto de Venezuela en todo el mundo para este domingo. La Unión Europea y Estados Unidos, junto con países como Chile, Panamá, Costa Rica, Uruguay y Argentina, llaman a Maduro a que reconozca los resultados y prepare la transferencia del poder. Esta semana, el panel de expertos de las Naciones Unidas ratificó en su informe preliminar que no se cumplieron las medidas básicas de integridad y transparencia, y confirmó las críticas severas del Centro Carter, ya conocidas de hace días.

¿Cómo se ha llegado a esta grave situación? La historia comienza con el arribo de Chávez al poder por la vía democrática en 1999. De acuerdo con un reportaje de El País (14 agosto 2024), Chávez creó las Regiones de Defensa Integral, con las que le dio a la cúpula castrense responsabilidades militares y políticas, con privilegios avalados por reformas legales. Cuando Maduro accedió al poder en 2013, entregó a los militares la distribución de alimentos, de moneda extranjera y materias primas. Más tarde, les dio la administración de la compañía petrolera venezolana (PDVSA), de compañías estatales ligadas a la Defensa, y han multiplicado el número de altos mandos con privilegios: de 200 cuando Chávez llegó al poder, a 2 mil altos mandos el día de hoy. Maduro autorizó 17 más la semana pasada. ¿Nos suena conocido?

A lo largo de varios años, Chávez, y después Maduro, acumularon poder como nadie. Han destruido la efectividad de las instituciones democráticas, de justicia, de salvaguarda de los derechos civiles, corrompieron a las cúpulas de las Fuerzas Armadas y se han ligado con el narcotráfico.

Ya ha pasado un cuarto de siglo desde el arribo de Chávez. Para la gente hubo tiempos menos malos cuando había dinero que repartir por el alto precio del petróleo, pero posteriormente ha habido deterioro económico y pérdida de libertades ciudadanas crecientes.

Durante estos años hombres y mujeres valerosas han intentado enfrentarse al gobierno de manera democrática, pero no han tenido éxito. Han dado la lucha, pero justamente la destrucción de sus instituciones democráticas ha impedido la caída del régimen a pesar de la voluntad de la mayoría de los venezolanos. Ante estas perspectivas, millones de sus ciudadanos han abandonado su país y han emigrado a muchos lugares del mundo. Uno puede encontrar venezolanos en cualquier lugar, por remoto que sea. Esta diáspora, que es una tragedia para el país, es de un 30 por ciento de su población.

En México estamos al principio de esa película. A lo largo del sexenio hemos observado la acumulación de poder de López Obrador, su intento parcialmente exitoso (hasta ahora) por cooptar al Poder Judicial y a las autoridades electorales, su éxito por debilitar a los órganos autónomos encargados de salvaguardar nuestros derechos como el INAI, y los ataques cobardes y el uso del poder para atacar a quienes piensan diferente y denuncian las mentiras, ilegalidades y la corrupción del Ejecutivo. Los últimos ataques a Mexicanos Contra la Corrupción, a quienes les expreso mi solidaridad, es una muestra de ello. Hemos sido testigos de la militarización, de la compra de voluntades con los programas sociales y de la incursión del crimen organizado en la política.

Hoy vemos, consternados, las últimas decisiones del Tribunal Electoral que se rehusó a aceptar irregularidades en la elección del 2 de junio, que no modificarían el resultado, pero que sí darían cuenta de problemas que es necesario corregir. También observamos cómo se vislumbra la próxima votación en el INE sobre la asignación de los curules plurinominales que legalizaría el ‘agandalle’ de la representación popular por Morena y sus aliados.

La previsible aprobación del plan C sellará la cooptación política del Poder Judicial, la concentración de una sola voz en el Congreso, la eliminación de instituciones que protegen derechos civiles y ciudadanos, la anulación de la independencia del INE, y la consolidación de los militares en la vida pública y social de nuestro país como instrumento que sostendrá al Ejecutivo cuando haya tiempos complicados. En México estamos viviendo la primera parte de la película, pero los hechos en Venezuela nos muestran en qué terminará.

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