Enrique Cardenas

Apreciación del peso y el mediano plazo

La pregunta es si esta apreciación del peso es sostenible, si es fruto de la confianza del país, o si los capitales de cartera han visto una oportunidad transitoria de ganancias en el corto plazo.

En las últimas dos semanas el peso se ha apreciado frente al dólar y frente a muchas otras monedas. Del punto más caro del dólar a mediados de octubre del año pasado, cuando llegó a casi 21 pesos por dólar, llegó a 19 pesos en estos días. El secretario de Hacienda lo calificó como un rally a favor del peso. La razón parece simple y está documentada. La tenencia de valores gubernamentales en manos de extranjeros se ha recuperado de los niveles que tenía al inicio del gobierno, aumentando 811 millones de dólares en los primeros 45 días, y ha crecido rápidamente a partir del inicio del año. Esta dinámica parece responder a la lectura positiva que hicieron los mercados del Presupuesto 2019 que presentó el gobierno federal, así como el aumento en tasas de interés de 0.25 puntos porcentuales que fijó el Banco de México el 20 de diciembre pasado. Estas son las principales razones que han esgrimido analistas financieros y concuerdo con ellos. Están entrando más inversiones de cartera del extranjero hacia el país. Son inversiones de corto plazo (y altamente volátiles) que representan ingresos de divisas, y por tanto mayor oferta de dólares que provoca la reducción de su precio.

Es interesante hacer notar que esta noticia coincide con dos temas que lucen contradictorios. Por un lado, la reciente visita del secretario de Hacienda y del director de Finanzas de Pemex a Nueva York parece haber sido decepcionante. Ante los ojos de quienes tomarán decisiones sobre inversiones futuras de bonos y otros valores de Pemex, no les quedó claro el plan de negocios de la Empresa Productiva del Estado. No fueron convincentes en cuanto a la racionalidad de las inversiones previstas de Pemex y cómo se financiarán, la posibilidad de afrontar los vencimientos de su deuda con recursos diseñados para afrontar crisis y no gastos previsibles, como aumentar la producción, entre otros. Las calificadoras, que ya habían puesto la mira en Pemex, estarán muy pendientes de las acciones futuras de la empresa. Tan mal estuvo la visita a Nueva York que el banco británico Barclays indicó que hay un "riesgo real" que las agencias calificadoras reduzcan el grado de inversión de Pemex; es decir, degraden el potencial financiero de la empresa, este mismo año (https://tinyurl.com/y9qy2wz9). Si ello ocurre, dada la importancia de Pemex para el Presupuesto gubernamental, podría arrastrar hacia abajo la calificación de la deuda soberana del país, lo que elevaría el costo financiero de la deuda pública.

El segundo tema que parece contrastar con la mejora del tipo de cambio es la reducción drástica de los pronósticos de crecimiento económico que hizo Bank of America para 2019. Lo redujo de 2.0 a 1.0 por ciento de crecimiento anual. Otros bancos también han reducido su pronóstico de crecimiento, pero en menor cuantía. La razón que se esgrime, con razón, es que hay expectativas de una desaceleración de la economía norteamericana para la segunda parte de este año y el siguiente, lo que nos afectará negativamente. A ello se suma la preocupación por la baja inversión pública presentada en el Presupuesto 2019, y a las expectativas de menor inversión privada en el país.

En la historia económica reciente han ocurrido periodos de grandes flujos de capital extranjero de cartera, los llamados fondos golondrinos, que en su momento fortalecieron la balanza de pagos y mantuvieron el tipo de cambio estable. Estos capitales extranjeros alimentaban las entradas de dólares que permitían mantener, e incluso apreciar, el peso en términos reales. Cuando dichos capitales decidían salir del país en busca de rendimientos más elevados en otros mercados, la oferta de dólares disminuía y eso presionaba el mercado cambiario. En el pasado, con un régimen de tipo de cambio fijo, la presión la recibía la reserva internacional y el gobierno terminaba por devaluar. En nuestro actual régimen de tipo de cambio flexible, la presión la recibirá el peso y tenderá a depreciarse.

Así, la pregunta es si esta apreciación del peso es sostenible, si es fruto de la confianza en el porvenir del país, o si más bien los capitales de cartera del mundo entero han visto una oportunidad transitoria de ganancias en el corto plazo.

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