Enrique Cardenas

Promesas de AMLO que parecen huecas

En estos tiempos de polarización, los ciudadanos necesitamos credibilidad y que el gobierno interino de Puebla no metiera las manos (y el dinero público) en la elección. Lamentablemente no fue así.

Una promesa que a sabiendas de quien la hace no está sustentada en la realidad, es mera palabrería o incluso puede tener la intención de engañar. Algo así ocurrió el pasado 24 de enero en Puebla.

Tras la muerte de la gobernadora Martha Erika Alonso de Moreno Valle, el pasado 24 de diciembre, las elecciones extraordinarias se llevarán a cabo el próximo 2 de junio. El Instituto Nacional Electoral (INE) ha decidido atraer la elección.

Con miras a este proceso, al recorrer Huauchinango, el pasado 24 de enero, como uno de los municipios en donde ocurre actividad huachicolera importante, el presidente Andrés Manuel López Obrador afirmó que vigilará como jefe del Estado mexicano la limpieza de las elecciones. "Se va a procurar que las elecciones sean limpias y libres. Que se demuestre que en Puebla es posible elegir de manera democrática a las autoridades. Que ya se acabe la práctica de la entrega de despensas, de frijol con gorgojo. Que ya no se trafique con la pobreza de la gente. Que no se utilice el presupuesto de los ayuntamientos, del estado o del gobierno federal para favorecer a ningún partido ni a ningún candidato. Que se destierre de una vez y para siempre el fraude electoral". Esa es la palabra y el compromiso de Andrés Manuel López Obrador.

Pero parece que el compromiso de su partido es otro. En una alianza evidente con el PRI, por lo que su presidenta Yeidckol Polevnsky asentó que "se oye mejor PRIMOR que PRIAN," el Congreso del estado nombró como gobernador interino a Guillermo Pacheco Pulido, un priista de viejo cuño ligado a Mario Marín, con casi aprobación unánime –gracias al trabajo del exgobernador Antonio Gali con "sus huestes" panistas. Y a este nombramiento de gobernador se agrega la siguiente alineación:

Secretario general de Gobierno, Fernando Manzanilla Prieto, operador político en la primera época de Rafael Moreno Valle, jefe de su campaña y mano derecha en la primera parte de su gobierno. Hoy, diputado de Morena con licencia que representa oficialmente al PES en el Congreso. Fernando Manzanilla tiene como primera tarea desmontar el morenovallismo en Puebla y luego dirigir la operación política de la elección. En la primera tarea, va como tiro; en la segunda, ello queda claro por los personajes que está nombrando al interior de la secretaría.

Secretario de Finanzas, Jorge Estefan Chidiac, priista de toda la vida. Es un experimentado financiero que controlará la chequera durante la campaña y quien se dice tiene vínculos empresariales con los hijos del gobernador interino.

Secretario de Infraestructura, Antonio Peniche García, quien es mano derecha de Fernando Manzanilla y en su momento operador electoral en la campaña de Rafael Moreno Valle. Esta secretaría es la encargada de la realización de las obras públicas en los municipios. Si se sigue la costumbre del sexenio anterior, el Ejecutivo intercambiará favores mediante "acuerdos" específicos con los presidentes municipales para la realización de la obra en los municipios. Ahora, como antes, esos favores pueden ser electorales, además de económicos.

Secretario de Desarrollo Social, Mario Monterrosas Alonso, quien es muy cercano al superdelegado Rodrigo Abdala. Sobrino de Manuel Bartlett, Rodrigo Abdala estuvo a cargo de la organización de la estructura partidista de Morena en los últimos años y ahora, en su nueva función, manejará los programas sociales. Es decir, el gobernador interino, que supuestamente será neutral, le entregó la dispersión de los programas sociales, tanto estatales como federales, a Morena (por cierto, la 4T acaba de desaparecer el programa Prospera tras acusarlo de "clientelar". ¿Qué puede ser más clientelar que su padrón de beneficiarios haya sido construido por el partido en el poder?).

Seguramente hay otros personajes que son menos visibles pero que no dejan de estar presentes. El resultado es que el gobierno interino quedó, sin lugar a dudas, en manos de Morena con algunos agregados priistas. Es lógico, pues tienen mayoría en el Congreso. La hicieron valer, sin recato. Esa determinación se aleja de la demanda ciudadana de que el gobierno interino abonará a la legitimidad de la contienda electoral. En estos tiempos de polarización, los ciudadanos necesitábamos que hubiera credibilidad y que el gobierno del estado no metiera las manos (y el dinero público) en la elección. Lamentablemente no fue así. Todo está listo para que el gobierno interino meta las manos en la elección.

Sólo resuena la promesa de López Obrador ante cientos de poblanos en Huauchinango: "Que las elecciones en Puebla serán limpias y libres". Ahí está la palabra empeñada de AMLO. Las acciones de sus huestes, de su partido y su maquinaria electoral apuntan al lado contrario. Todo mundo sabe que nadie mueve un dedo si él no lo autoriza. Por eso, la promesa de AMLO para Puebla suena hueca, vacía, que incluso engaña a la gente.

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